Sin dudas, ...¡eres Padre!!..

Sin dudas, ...¡eres Padre!!..
..y maravillosamente sorprendente, siempre eres NOVEDAD!!...SIN DUDA ERES PADRE!!...

miércoles, 28 de junio de 2017

¿CELIBATO POR EL REINO DE DIOS? ...¡Síiii ....!!!


¡Hola, queridos amigos!!.. :
Que la paz y alegría que solo deja Dios,
sea con cada uno de ustedes...


El celibato y la virginidad por el Reino de Dios es uno de los temas que me fascinan!!..
Siempre mucha gente me ha preguntado sobre el mismo...
y obviamente la pregunta de base es:
"..pero, 
¿por qué no te puedes casar, y continuas trabajando para Dios?.."
e inmediatamente les digo:

1º argumento :
"es que soy plenamente consciente de que no tengo vocación para el matrimonio"...
mi vocación es "servir a Dios en toda la plenitud de mi personalidad, estar a su servicio, (y tengo la dicha de este año cumplir 25 años de consagración al Padre y a sus asuntos..) hablar de Él a los demás, ser consagrada a Dios por mi Madre, su Iglesia, la que fundó Jesucristo y después de esta vida, continuar la etapa que sigue sin fin y por toda la eternidad inmersos en la belleza del Misterio Trinitario, donde solo prevalecerá y sin fin...el Principio del Bien Uno y Trino...y todo ello es mi FELICIDAD".


Un 2º argumento básico:
es la unidad entre matrimonio y virginidad y/o celibato. 
Toda vocación nace dentro de la familia, en el  matrimonio, en el amor.
No significa que una vocación sea más que la otra. 

Obviamente unos sienten atracción por el sexo opuesto...ello es establecido por el orden de la naturaleza, siempre estará la atracción entre hombres y mujeres, y por ello ese amor es bendecido a través del sacramento del matrimonio.  (Yo misma procedo del amor de papá y mamá, me esperaban y me cuidaron mucho, soy plenamente consciente de ello. 
Soy la menor de 6 hermanos, bueno en realidad 8, pero uno no termino de desarrollarse en el vientre de mamá, y la otra a los escasos meses de estar aquí, "cumplió su misión Y SE FUE... con Dios".
En relación a mi nacimiento... mis padres solían decir que "cerraron la fábrica" con "broche de oro"(...palabras que recuerdo con mucho cariño...).

Mientras que otros, porque no pueden ser todos, sienten una atracción especial por "los asuntos de Dios"..entonces ellos dedicarán y serán consagrados a su servicio, asimismo deberán afrontar muchos retos porque ninguna vocación es un camino fácil.
Ellos deberán afrontar, responder a la llamada de Dios en plena libertad.


Y un 3º argumento, super convincente y muy claro, es el texto del Evangelio de  san Mateo:

CAPÍTULO 19


11. Pero él les dijo: 
"No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido.

12. Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, 

y hay eunucos que fueron hechos tales por los hombres, 

y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos 

por el Reino de los Cielos

Quien pueda entender, que entienda."





Queridos amigos :
este artículo es para cada uno de ustedes para que puedan comprender el don del celibato y su necesidad, la belleza del don la virginidad...
Para todas las personas consagradas al servicio de Dios. 
Igualmente para cada uno de nuestros hermanos sacerdotes en el mundo entero, para que sepan cuidar la "perla preciosa"..que Dios quiso depositar en sus manos.





Para hablar y comprender el tema del celibato, en principio, considero que debemos tener en cuenta, ciertas categorías, como :  
cielo, crecimiento espiritual, vida de gracia, la elección constante del bien, buscar el bien de los otros, vida de Jesús de Nazaret...y el punto culminante : dar la vida por los demás.



El celibato por el Reino de Dios es una invitación de Dios, ¡sí es cierto....!
pero Dios no obliga a nadie a responderle afirmativamente. 
Recordemos somos misteriosamente ¡<<libres>>!!!...

Los errores que observamos en la vida consagrada, son de las personas, de cada una de las personas, que en su libertad eligieron no vivir a radicalidad su opción de vida. La que ellos públicamente eligieron.
Los diez mandamientos son la síntesis de todo un plan de vida, de todo un camino a recorrer, de los beneficios y peligros <<del vivir humano>>...una especie de aviso, si quieres "semáforo"...que te avisa, te indica, te conduce...para que "no te hagas daño".
Las Bienaventuranzas todo un camino trazado a seguir...en la cotidianidad de cada una de nuestras existencias.

Castellano :

Italiano :


¿Es la vida bella?
¡claro...que la vida es bella..!!!
pero esa vida debe estar acompañada de un discernimiento constante...
No lo olvidemos tanto el bien como el mal se inicia con detalles pequeños, a veces imperceptibles.
Es muy importante seleccionar la literatura a leer, aquello que se ve. Nuestra mente es maravillosa y hoy más que nunca sabemos cómo almacena toda la información que obtiene a través de los sentidos. 



En consecuencia, si eres inteligente y eliges la "vida", lo positivo, lo verdadero, aquello que te haga un ser humano honesto, bueno, apreciable...¡pues serás eso!!.. en otras palabras, si has decidido consagrarte al servicio de Cristo, anunciarlo con tu vida, entonces elegirás todo aquello que te lleve a conocerlo, a profundizar sobre su Iglesia, a ayudar a la comunidad eclesial.
Te alejarás de todo aquello que no signifique claridad, transparencia, bien, fraternidad, saludable, comunitario...en suma de todo aquello que no signifique "la luz de Dios".
Obviamente sabemos que ninguna generación la tuvo fácil, porque el principio del bien y del mal están desde los inicios de la humanidad...pero del mismo modo todos sabemos que solo se vence con las armas de Cristo : fe, esperanza y caridad.
Los grandes santo han cultivado una devoción especial al Niño Dios, fuente de candor virginal.



En este camino no pueda faltar la presencia materna de la Madre de Dios, Ella como dulce Madre, que nos ha precedido en la Fe...es la Luz para caminar seguros aunque no se vea el camino.


Su presencia proporciona esperanza frente al mal que muchas veces parece inundarlo todo...pero como siempre, el "padre de la mentira"...continua con su misión de hacernos pensar que todo está perdido...y que nuestra <<vocación>> no sirve, no ayuda, estamos solos en este "valle de lágrimas"...
Pero cuando irrumpe el Amor, la Caridad, el mal huye cobardemente ... es entonces que la obra de Dios en tu vida, adquiere formas definidas y llegas a ser ese "alter Christi"...ese otro Cristo...dispuesto a dar la vida por Dios, en todo el sentido del término.
Recuerdas la ilusión de la llamada de tu Dios en tu vida, y todo vuelve a ser posible y adquiere orden...porque el orden es FELICIDAD. Y no es un orden esquemático, sino un orden en libertad.

Todo ello transcurre en tu realidad eclesial, dentro del seno de tu Iglesia...
Cuando abandonas la vida sacramental, abandonas tu salud...esto te debilita enormemente y eres vulnerable...a todo ese mundo que quiere avasallar, el principio del mal...con todas sus nefastas consecuencias...recuerda, no lo olvides nunca: 
el maligno, te seduce, te envuelve, y tu "crees" gozar y ganar...pero en realidad pierdes y mucho....
y luego te deja solo, en la nulidad total, en una completa despersonalización. 
Así actúa el mal....

Preguntas:

¿y de qué te sirvió tu carro último modelo?..
¿tu ropa extra fina?..
¿tu casa lujosa?..
¿tus hospedajes 5 estrellas?
¿tu sentirte superior a los demás, que no eras capaz de iniciar el saludo a la gente?
¿tu doble vida?
¿tu promesa de celibato rota?
¿tu ser de "señor"..en vez de siervo de Dios, de amigo de Dios y de los hombres ..?



¿Ves?...
todo..un gran engaño del Maligno...


Querido hermano sacerdote:
¡has nacido para ser feliz!!...
y que tu felicidad alumbre a muchos...


porque muchos necesitamos de ti. 
Cuando tu vives tu vocación, enciendes sin saberlo muchas luces a tu alrededor, lo bueno, lo bello, lo verdadero se evidencia y al principio del mal le cierras el camino.



Has nacido para contagiar y extender la FE en Cristo Jesús, esa es tu única misión, que todos lo puedan conocer, estás consagrado exclusivamente a su servicio.
Si tu no te centras en tu ministerio...
¿Quién nos celebrará la santa Misa?..
¿A través de quién Dios nos concederá la remisión de nuestras acciones negativas, de nuestros pecados?..
¿Quién nos explicará la Palabra de Dios?
¿A quién llamaremos <<padre...>>?
Precisamente eres tu el "padre espiritual" de la comunidad que Dios te ha asignado, eres el jefe de familia, eres el pastor que cuida del rebaño.
A mis amigos sacerdotes, les suelo decir:




<<Tu tienes que ir adelante siempre, un padre va adelante, abriendo el camino a su familia, en este caso a tu "familia espiritual"... y nosotros vamos detrás tuyo>>... por ello se necesita mucha valentía, audacia y virilidad para ser sacerdote.

Dios elige a José de Nazaret para proteger y amar al Niño Dios y a su Madre Virgen; es así que san José es protector de la Vida Consagrada, de los vírgenes, refúgiate en él, verás grandes maravillas en tu personalidad.



Eres tu el llamado a exhortarnos: ..... 
al "buen camino", 
al esplendor de la verdad,
a la modestia, al pudor, 
a la castidad, a la virginidad, al celibato,
a recordarnos la importancia de la "fidelidad",
al cuidado de jóvenes, niños y ancianos,
al cuidado de nuestra sociedad,
en suma,
¡a defender la "vida"!!...
y así te tornas en modelo del rebaño..
difícil labor,...
pero ¡bella y desafiante!!.

Estoy convencida que la Madre de Dios, la Reina de nuestros corazones, 
de los corazones vírgenes vela por cada uno de ustedes...
Pero, regresemos al tema de la libertad del ser humano...
Que también tu...
puedas imitar el <<SI>> de nuestra Señora, de la Virgen de Nazaret.
Y como muy bien afirman todos los santos:
"con Ella el camino se hace seguro"...
... ¡es cierto!!
Mi oración constante por cada uno de ustedes...¡sean felices en su opción vocacional!!
solo la autenticidad...conduce a la felicidad...
y después...
a la plenitud celestial por los siglos de los siglos... ¡nos vemos en el Cielo!!..





Te dejo un texto bellísimo..
¡que lo disfrutes!!...


Coloquio en Ars

"El Celibato sacerdotal, 

fundamentos,

alegrías, desafíos.."

Foyer sacerdotal Juan  Pablo II
24 26 enero 2011


"Las enseñanzas del Papa sobre el argumento, de Pío XII a Benedícto XVI"

Intervención del Cardenal Mauro Piacenza
Prefecto de la Congregación para el Clero
Lunes 24 enero - hora 16:15





Venerados hermanos en el Episcopado,
Queridísimos sacerdotes y amigos todos,

Estoy muy agradecido por intervenir en vuestro Coloquio utilizando las más modernas técnicas de la comunicación. Tal intervención pretende expresar sobretodo la más profunda estima y mi estímulo personal y a la Congregación por el Clero, para los organizadores del Coloquio, en cuanto al tema nunca más oportuno que ha sido elegido y, sobretodo porque se desarrolla en el lugar que ha visto la acción de San Juan María Vianney, modelo completo de sacerdocio ministerial e imagen de continua referencia también para los sacerdotes de nuestro tiempo.




El tema que me ha sido asignado es muy específico y se refiere a las enseñanzas de los Papas sobre el Celibato sacerdotal, de Pío XI a Benedícto XVI. Desarrolaré la presente intervención teniendo en cuenta algunos de los más significativos documentos de tales Pontífices, mostrando la actualidad de sus enseñanzas y trazando alguna lineas de síntesis, que pienso son útiles de fondo, de hecho en la formación eclesiástica.


LAS ENSEÑANZAS DE LOS PONTÍFICES DESDE PÍO XI A BENEDÍCTO XVI

Para mantenerme en el tiempo indicado, he hecho la elección de tomar en cuenta solo los documentos más significativos de los Pontífices y, señaladamente algunas Encíclicas, que con tal objetivo resulta particularmente relevantes.


1. PÍO XI Y LA ENCÍCLICA 
Ad Catholici Sacerdotii



Es históricamente declarada la verdadera pasión del Santo Padre Pío XI por las vocaciones sacerdotales y su defendida obra por la edificación de  los seminarios en todo el orbe católico, en los cuales podrían recibir una adecuada formación los jóvenes que se preparan al Ministerio sacerdotal.


Al interno de este marco, debe ser adecuadamente comprendida la Encíclica Ad Catholici Sacerdoti del 20 de diciembre de 1935, promulgada con la ocasión del 56º Aniversario de Ordenación sacerdotal de aquél Pontífice. La Encíclica se compone de cuatro partes, las dos primeras dedicadas específicamente a los fundamentos, con el título: 
1. "La sublime dignidad : Alter Christus", y 
2. "Fúlgido ornamento", mientras la 
tercera y cuarta son de carácter más normativo y disciplinario y concentran la propia atención en la preparación de los jóvenes al Sacerdocio,  y sobre algunas características de la espiritualidad.



De particular interés, para nuestro argumento es la segunda parte de la Encíclica, que dedica un párrafo entero a la castidad. 
Ello no obstante se coloca en la segunda parte, después del párrafo que habla del sacerdote como "imitador de Cristo" y aquél dedicado a "la piedad sacerdotal", mostrando, en tal modo, como la concepción del Sacerdocio de Pío XI fuese - como la Iglesia siempre concibe - aquella de carácter ontológico sacramental. 



De ella deriva la exigencia de la imitación de Cristo y de la excelencia de la vida sacerdotal, sobre todo en orden a la santidad. Afirma de hecho la Encíclica: 
"El Sacrificio eucarístico, en el cual se inmola la Víctima inmaculada que quita los pecados del mundo, en modo particular exíge que el sacerdote, con una vida santa y exigente se haga lo menos indigno posible de Dios, al cual cada día ofrece la Víctima adorable, que es el mismo Verbo de Dios encarnado por nuestro amor", y aún : "Pues como,   el Sacerdote es "embajador de Cristo" (cf. 2Cor 5,20), él debe de vivir en modo de poder con verdad hacer suyas las palabras del Apóstol : "sean mis imitadores como yo lo soy de Cristo" (cf. 1Cor 4,16; 11,1), debe vivir como un otro Cristo, que con el fulgor de sus virtudes, iluminaba e ilumina el mundo".



Inmediatamente, antes de hablar de la castidad, casi a subrayar la inseparable relación; Pío XI, pone en evidencia la importancia de la piedad sacerdotal, afirmando: 
"Nosotros entendemos la piedad soda, la cual no sujeta a las incesantes fluctuaciones del sentimiento, se funda sobre los principios de la doctrina más segura, y está entonces formada por convicciones saldas que resisten a los asaltos y a las adulaciones de la tentación". 



De tales afirmaciones emerge con claridad, como la comprensión misma del Sacro Celibato sea en estricta o profunda relación con una buena formación doctrinal, fiel a la Sagrada Escritura, a la Tradición y al ininterrumpido Magisterio eclesial, y un ejercicio auténtico de la piedad, que hoy llamamos "intensa vida espiritual", 



metiéndose al resguardo de la deriva sentimentalista, las cuales casi siempre degeneran en el subjetivismo, sea de aquellas nacionalistas, igualmente difundidas, las cuales producen un criticismo ecéptico, bien lejano de un sentido crítico, inteligente y constructivo.
La castidad, en la Encíclica Ad Catholici Sacerdotii, está definida como "intimamente unida con la piedad, de la cual debe recibir consistencia y esplendor". 
De ella, hay un intento de justificación racional, según el derecho natural, en la afirmación : 
"Un cierto nexo entre la virtud (la castidad) y el Ministerio sacerdotal, se vislumbra también solo con la llama de la razón; siendo Dios Espíritu, aparece convenientemente a quién se dedica y se consagra al servicio de él, en cualquier modo "se desnuda del cuerpo".



A esta primera afirmación, que a nuestros ojos resultan hoy más que nunca frágil, y que, en cada casa une la castidad a la pureza ritual y, consecuentemente, ni excluiría la permanencia, uniéndola a los tiempos de los ritos del Culto, hace seguidamente el reconocimiento de la superioridad del Sacerdocio cristiano en relación al sacerdocio del Antiguo Testamento, sea al instituto sacerdotal natural propio de cada institución religiosa.



La Encíclica, a este punto, pone al centro de la reflexión, la experiencia misma del Señor Jesús, entendida como prototipo para cada sacerdote. Afirma de hecho : 
"La alta estima en la cual el Divino Maestro, mostró de ser casto, exaltándola como cosa superior a la común capacidad, [...] debía casi necesariamente hacer que los sacerdotes de la Nueva Alianza sintieran la fascinación celestial de esta virtud elegida, buscando ser del número de aquellos "a los cuales ha sido concedido de comprender esta palabra. (Cf. Mt. 19,11)".



Es posible, en estas afirmaciones de la Encíclica, reconocer una cierta complementariedad entre la intención de fundar la castidad sacerdotal su exigencia de pureza cultual, y la bien más amplia, y hoy mayormente comprendida, exigencia de presentarla como Imitatio Christi, vía previligiada por imitar al Maestro, que vive ejemplarmente, en manera pobre, casta y obediente.



Pío XI, no deja, del mismo modo, de citar los pronunciamientos dogmáticos relacionados a la obligación de la castidad, y en particular el Concilio de Elvira y el segundo Concilio de Cartago, que, que si bien del siglo IV, testimonian con obviedad una práxis bien precedente, consolidada y que por tanto, puede ser traducida en ley.
Con acento extraordinariamente moderno, en el sentido de inmediatamente accesible a nuestra mentalidad. 
La Encíclica habla de la libertad, con la cual se acoge el don de la castidad, afirmando: 
"Decimos <<libremente>>, porque, si después de la Ordenación no serán más libres de contraer bodas terrenas, a la Ordenación misma acceden no obligados por alguna ley, o persona, sino de propia y espontánea voluntad".


Podemos deducir, en respuesta a algunas objeciones contemporáneas, acerca de una presunta obstinación de la Iglesia en el imponer a los jóvenes el Celibato, que el Magisterio autorizado de Pio XI, lo indicaba como resultado de la libre acogida de un carisma sobrenatural, que ninguna puede imponer, ni podría imponer. 
Más bien, la norma eclesiástica va comprendida como la elección de la Iglesia de admitir al Sacerdocio, solo a aquellos que han recibido el carisma del Celibato y que libremente lo han acogido.



Si es legítimo sostener que, según el clima de la época, el fundamento del Celibato eclesiástico en la Encíclica Ad Catholici Sacerdotii de Pío XI es puesta, sobre todo en razones, de todos modos válidas, de pureza ritual, no menos es posible reconocer en el mismo texto una importante dimensión ejemplar sea del Celibato de Cristo, sea de su libertad, que es la misma a la cual los sacerdotes son llamados.






2. PÍO XII Y LA ENCÍCLICA  
Sacra Virginitas




Una contribución determinante desde el punto de vista magisterial ha sido dado por la Encíclica Sacra Virginitas, el 25 de marzo de 1954, del Siervo de Dios Pío XII. 
Ella, como todas las Encíclicas de aquél Pontífice, refulge por el claro y profundo planteamiento doctrinal, por la claridad de las referencias bíblicas , históricas, teológicas, espirituales, y constituye todavía hoy un punto de referencia de notable relevancia.
Si, en sentido extricto, la Encíclica tiene como objeto formal, no el celibato eclesiástico, sino la virginidad por el Reino de los cielos, no menos muchísimos son en ella, los puntos de reflexión y las referencias explícitas a la condición celibataria también del Sacerdocio.



El Documento se compone de cuatro partes: 
la primera delinea la "verdadera idea de la condición virginal", 
la segunda identifica y responde a algunos errores de la época, que no pierden su problematicidad aún hoy, 
la tercera parte delinea la relación entre virginidad y sacrificio, mientras 
la última, a modo de conclusión, delinea algunas esperanzas y algunos temores legados a la virginidad.
La virginidad, en la primera parte, está presentada como un modo excelente de vivir la sequela de Cristo. 
"¿Qué cosa es, de hecho seguir si no imitar?" se pregunta el Pontífice. 
Y responde: "Todos estos discípulos han abrazado el estado de virginidad para la conformidad al Esposo Cristo. [...] Su ardiente caridad hacia Cristo no podía contentarse con vínculos de afecto con Él: ella tenía absoluta necesidad de manifestarse con la imitación de sus virtudes y, en modo especial, con la conformidad a su vida toda consagrada al bien y a la salvación del género humano. 
Si los sacerdotes [...] observan la castidad perfecta, esto es en definitiva porque su Divino Maestro ha permanecido él mismo virgen hasta la muerte".



En realidad, en un cierto caso, el Pontífice asimila la condición virginal sacerdotal, aquella de los religiosos y religiosas, mostrando, en tal modo, como el celibato, que difiere del punto de vista formativo, tenga en realidad el mismísimo fundamento teológico y espiritual.
Una otra razón del celibato está individualizada por el Pontífice en la exigencia, conectada al Misterio, de una profunda libertad espiritual. afirma la Encíclica: 
"Propiamente para que los sagrados Ministros puedan gozar de esta libertad espiritual de cuerpo y alma, y para evitar que se inmiscuyan en afanes terrenos, la Iglesia latina exíge de ellos que asuman voluntariamente la obligación de la castidad perfecta", 



y agrega: 
"Los Ministros sagrados, aún, no renuncian al matrimnio únicamente para que se dediquen al apostolado, sino que también sirvan en el Altar". 



Emerge, en tal modo, como a la razón apostólica y misionera se une propiamente en el Magisterio de Pío XII, aquella cultual, en una síntesis que, más allá de toda polarización, representa la real y completa unidad de razones a favor del celibato sacerdotal.
Del resto, yá la Exhortación Apostólica Menti Nostrae, el mismo Pío XII afirmaba: 
"Para la ley del celibato, el sacerdote, bien lejano de perder la paternidad, la acrecienta al infinito, porque él genera hijitos, no para esta vida terrena y caduca, sino para la celeste y eterna".



Misionalidad, sacralidad del Ministerio, real imitación de Cristo, feundidad y paternidad espiritual, constituyen entonces, el horizonte imprescindible de referencia del celibato sacerdotal, no independientemente de la corrección de algunos errores siempre latentes, como el reconocimiento de la excelencia objetiva, y no cierto para una santidad subjetiva, del estado virginal respecto a aquél matrimonial, la afirmación de la imposibilidad humana a vivir la condición virginal o la extrañéz de los consagrados a la vida del mundo y de la sociedad.



 A tal enfoque afirma el Pontífice: "Las almas consagradas a la castidad perfecta no empobrecen la propia personalidad humana, porque reciben de Dios mismo un socorro espiritual inmensamente más eficaz que "la mutua ayuda" de los esposos.



Consagrándose directamente a Aquél que es su Principio y comunica su Vida Divina, no se empobrecen sino que se enriquecen".



Tales afirmaciones, podrían ser suficientes para responder, con la necesaria claridad, a tantas objeciones de carácter psico - antropológico, que todavía hoy vienen afectando el celibato sacerdotal.
Último gran y fundamental tema afrontado por la Encíclica Sacra Virginitus, es aquél, más profundamente sacerdotal, de la relación entre virginidad y sacrificio. Observa el Pontífice, citando a San Ambrosio : 
"La castidad perfecta no solo es un consejo, es un medio capaz de conducir más seguramente y más fácilmente a la perfección evangélica [...]aquellas almas "a las cuales ha sido concedido" (Mt. 19,11). Esa no es impuesta, sino propuesta".


En tal sentido, es doble la invitación de Pío XII sobre la stela de los grandes Padres; de un lado, el afirma el deber de "medir bien las fuerzas" para comprender si se está en grado de acoger el don de la gracia del celibato, consignando a toda la Iglesia, en tal sentido, especialmente a nuestros días, un seguro criterio de honesto discernimiento; de otro lado, pone en evidencia la intríseca relación entre castidad y martirio, enseñando con San Gregorio Magno, que la castidad sustituye el martirio y representa en cada tiempo, la más alta y eficaz forma de testimonio.



Aparece evidente a todos , como sobre todo en nuestra sociedad secularizada, la perfecta continencia por el Reino de los Cielos, representa uno de los testimonios más eficaces y mayormente capaces de "provocar" saludablemente la inteligencia y el corazón de nuestros contemporáneos. En un clima siempre más grande, y casi violentamente erotizado, la castidad, sobre todo de aquellos que en la Iglesia son señalados por el Sacerdocio ministerial, representa un reto, todavía más potentemente elocuente, a la cultura dominante y, en definitiva a la misma pregunta sobre la existencia de Dios y sobre la posibilidad de conocerlo y de entrar en relación con Él.



Me parece ahora, obligatorio meter en la luz una última reflexión de la Encíclica de Pío XII, para que ella, más que las otras, aparece decisivamente contracorriente respecto a muchas de las costumbres hoy difundidas también entre no pocos miembros del Clero y en varios lugares de "formación". Citando a San Jerónimo, el Pontífice pone en la luz como "la custodia de la castidad sirve más la fuga que la lucha abierta [...] y tal fuga consiste no solo en alejarse premurosamente de las ocasiones de pecado, sino sobre todo en el alzar la mente, durante estas luchas, hacia Aquél el cual hemos consagrado nuestra virginidad. 
"Re- miren la belleza de Aquél que les ama" , recomienda San Agustín.



Pareciera hoy casi imposible al educador transmitir el valor del celibato y la pureza a los jóvenes seminaristas, en un contexto en el cual resulte, de hecho, imposible vigilar sobre las visiones, sobre las lecturas, sobre la utilización de internet y sobre los conocimientos. Si es siempre más evidente y necesario la implicación madura de la libertad de los candidatos en una voluntaria y consciente colaboración a la obra de formación, no menos la Encíclica juzga un error, y concordamos plenamente, permitir a quién se prepara al Sacerdocio cada experiencia sin el necesario discernimiento y el debido destaco del mundo.



Permitir aquello equivale a comprender en nada al hombre, de su psicología, de la sociedad y de la cultura que nos circunda. Significa estar cerrados en una suerte de ideología pre concebida que va contra la realidad. Basta mirar alrededor. Cuánto realismo en los versos del salmo :
 ¡"tienen ojos y no ven.."!



Debo confiar, al final de este breve scursus sobre la Encíclica de Pío XII (pero lo mismo podría decir de Pío XI), que permanezco siempre sorprendido de su modernidad y actualidad. Pero permaneciendo el permanente enfoque sobre el aspecto sacral del celibato y su relación entre el ejercicio del Culto y la virginidad por el Reino de los Cielos, el Magisterio de estos dos Pontífices presenta un celibato cristológicamente fundado, sea en las directrices de la configuración ontológica a Cristo Sacerdote - Virgen, sea en aquella de la imitatio Christi.



Si aparece en parte justificada la lectura que ve el Magisterio papal sobre el Celibato, anterior al Concilio Vaticano II, una asitencia sobre las argumentaciones sacrales - rituales, y en aquello sucesivo al Concilio, una apertura a razones más cristológico-pastorales, no menos es obligatorio reconocer - y esto es fundamental para la correcta hermenéutica de la continuidad, o sea para la hermenéutica "católica" - que sea Pío XI, sea Pío XII subrayan ampliamente las razones de carácter teológico. El celibato resulta, de los mencionados pronunciamientos, no solo particularmente oportuno y apropiado a la condición sacerdotal, sino íntimamente conectado con la esencia misma del Sacerdocio, comprendida como participación a la Vida de Cristo, a su identidad y, por lo cual a su misión. No es cierto, por casualidad que aquellas Iglesias de Rito oriental que ordenan también viriles probos, no admiten absolutamente a la ordenación episcopal ¡presbíteros casados!







3. GIOVANNI XXIII E L'ENCICLICA Sacerdotii nostri primordia 



El Beato Juan XXIII, ha dedicado, como bien lo saben, una Encíclica entera al Santo Cura de Ars, en el primer Centenario de su nacimiento al Cielo.


En ella, los temas fundamentales de la virginidad y del celibato por el Reino de los Cielos, desarrollados por el Pontífice Pío XI y, sobre todo, por Papa Pío XII, vienen recibidos por Juan XXIII y cómo progresivamente declinan en la figura ejemplar de San Juan María Vianney, que él lo presenta como la quinta esencia del Sacerdocio católico.
El Pontífice pone en la luz como todas las virtudes necesarias y propias de un sacerdote han sido acogidas y vividas por San Juan María Vianney, y pone el acento, en el texto de la Encíclica, sobre la ascesis sacerdotal, sobre el rol de la oración y del Culto eucarístico, y sobre su consiguiente celo pastoral.



Citando, aunque indirectamente, Pío XI, la Encíclica reconoce como, para el cumplimiento de las funciones sacerdotales, se exíja una santidad mayor que aquella pedida para el estado religioso, y afirma como la grandeza del Sacerdote, consista en la imitación de Jesucristo.



Afirma Juan XXIII: "La castidad brillaba en su mirada, ha sido dicho del Cura de Ars. Realmente, quién se pone en su escuela es tocado, no solo del heroísmo con el cuál este sacerdote redujo a esclavitud su cuerpo. (cf. 1Cor 9,27), sino también del acento de convicción, con el cuál él intentaba llevar detrás de él la multitud de sus penitentes". 



Emerge con claridad come, para el Beato Juan XXIII, en el Cura de Ars sea de luminosa evidencia el vínculo entre eficacia ministerial y fidelidad a la perfecta continencia por el Reino de los Cielos, y como esta última no sea determinada por la exigencias del Ministerio, sino, al contrario y contra toda reducción funcionalista del Sacerdocio, sea propio el Ministerio, en su más amplio florecimiento, a ser determinado, casi causado por la fidelidad al celibato. 



Continúa el Pontífice: "Esta ascesis necesaria a la castidad, más allá de encerrar al Sacerdote en un egoísmo estéril, hace su corazón más abierto y más pronto a todas las necesidades de sus hermanos : 
"Cuando el corazón es puro - decía óptimamente el Cura de Ars - no puede hacer menos que amar, porque ha encontrado la fuente del Amor que es Dios".



De tal argumentación perfectamente teológica, bien se comprende como el Espíritu de Dios y el espíritu del mundo se encuentran en diametral oposición. Tenemos entonces, los parámetros para entender y para construir.
En la Encíclica es puesto en evidencia el vínculo entre celibato, identidad sacerdotal y celebración de los divinos Misterios. Particular acento es puesto en la relación entre oferta eucarística del divino Sacrificio y don cotidiano de sí mismos, también en el sacro celibato. 



Ya en el 1959, el Magisterio pontificio reconocía, así, como gran parte de la desorientación respecto a la fidelidad y a la necesidad del celibato eclesiástico dependiese, y de hecho dependa, de la no adecuada comprensión de su relación con la Celebración Eucarística. 



En ella, de hecho, no funcionalmente, sino realmente, el Sacerdote participa en el ofrecimiento único e irrepetible de Cristo, la cual no obstante es sacramentalmente actualizada y representada en la Iglesia para la salvación del mundo. Una tal participación implica la oferta de sí mismos, que debe ser íntegra, incluyendo por tanto, la propia carne en la virginidad.



¿Quién no ve ahora como entre la Eucaristía - culto divino y Sacerdocio ordenado existe un nexo vital? la suerte del culto y del Sacerdocio están ligadas juntas. Imposible cuidar un ámbito sin cuidar el otro. Es necesario reflexionar cuando se interviene en la formación sacerdotal y ocurre también ser conscientes del hecho que a la suerte de la reforma de los clérigos está ligada la suerte de la nueva evangelización absolutamente indispensable.



Vale todavía hoy, quizás con mayor acento de mayor dramatismo, la indicación del Beato Pontífice : "Nosotros pedimos a nuestros queridos sacerdotes de examinarse periódicamente sobre la manera en la cual celebramos los Santos Misterios, sobre las disposiciones espirituales con la cual salen al Altar y los frutos que se esfuerzan por conseguir". 




La Eucaristía es, así al mismo tiempo fuente del sacro celibato y "prueba de exámen"y de la fidelidad a él, banco concreto de prueba y del real ofrecimiento de sí mismos al Señor.



4. PAULO VI Y LA 
Sacerdotalis caelibatus 




Publicada el 24 de junio de 1967, la Sacerdotalis caelibatus es la última Encíclica enteramente dedicada por un Pontífice al tema del celibato. 
En el clima del inmediato post-Concilio, recibiendo enteramente la Doctrina conciliar, Pablo VI sintió la necesidad de rebatir, con un competente acto magisterial, la perenne validez del celibato eclesiástico, el cual, quizás en manera todavía más vehemente que hoy, venía contestado a través de varios y propios intentos de legitimación sea histórico-bíblico que teológico-pastoral.
Como es notorio, la Presbyterorum Ordinis, distingue entre celibato en sí y ley del celibato, en el número 16 afirma : 



"La perfecta y perpetua continencia por el Reino de los Cielos, recomendada por Cristo Señor en el transcurso de los siglos y también en nuestros días gozosamente abrazada y admirablemente observada por no pocos fieles, ha sido siempre considerada por la Iglesia como particularmente complaciente a la vida sacerdotal.... por estos motivos - fundados sobre el Misterio de Cristo y de su Misión - el celibato que primero venía recomendado a los sacerdotes, seguidamente ha sido puesta por ley, en la Iglesia Latina, a todos aquellos que se inician para recibir las Órdenes sacras". 



Tal distinción está presente sea en el capítulo III de la Encíclica de Pío XI Ad catholici Sacerdotii, sea en el número 21 de la Encíclica de Paolo VI. Ambos documentos reconducen siempre la ley del celibato a su verdadero origen,  que data del tiempo de los Apóstoles y, a través de ellos, de Cristo mismo.



El siervo de Dios Pablo VI, en el número 14 de la Encíclica, afirma: 
"Nosotros, entonces consideramos que la vigente ley del sacro celibato, deba todavía hoy, y firmemente, acompañar el Ministerio eclesiástico; ella debe sostener al Ministro en su elección exclusiva, perenne y total del único y sumo Amor de Cristo y de la consagración al Culto de Dios y al servicio de la Iglesia, y debe cualificar su estado de vida, sea en la comunidad de los fieles, que en aquella profana". 



Como es de inmediata evidencia, el Pontífice asume las razones cultuales propias del Magisterio precedente y las integra con aquellas teológicas-espirituales y pastorales, mayormente subrayadas por el Concilio Ecuménico Vaticano II, poniendo en evidencia como el doble orden de razones, no sea más que considerar en antítesis, pero en recíproca relación y fecunda síntesis.



El mismo planteamiento se encuentra en el número 19 del Documento, que vuelve a llamar a la tarea del Sacerdote, cual Ministro de Cristo y administrador de los Misterios de Dios, y tiene en cierto modo, su culmen en el número 21, que afirma: 
"Cristo permanece por toda su vida en el estado de virginidad, lo cual significa su total dedicación al servicio de Dios y de los hombres. 



Esta profunda conexión entre la virginidad y el Sacerdocio, en Cristo, se reflexiona en aquellos que tienen la suerte de participar en la dignidad y en la misión del Mediador y Sacerdote eterno, y tal participación será tanto más perfecta, cuanto más el sacro Ministro esté libre de vínculos de carne y de sangre". 



La vacilación, entonces, en la comprensión en el estimable valor del sacro celibato y en su consiguiente adecuada valoración es, donde fuera necesario, valiente defensa, podría ser comprendida como no adecuada del real alcance del Ministerio ordenado en la Iglesia y de su insuperable relación ontológica - sacramental, y entonces real, a Cristo sumo Sacerdote.



A tales imprescindibles, referencias cultuales y cristológicas, la encíclica hace seguir una clara referencia eclesiológica, también ello esencial para la adecuada comprensión del valor del celibato: "Tomado por Cristo Jesús hasta el abandono total de sí mismo a Él, el Sacerdote se configura más perfectamente a Cristo también en el amor con el cual el Eterno Sacerdote ha amado a la Iglesia, el Cuerpo, ofreciéndose todo él mismo, por Ella, al final de hacerse una Esposa gloriosa, santa e inmaculada. 



 La virginidad consagrada de los sacros ministros manifiesta, el amor virginal de Cristo por la Iglesia y la virginal y sobrenatural fecundidad de este connubio, por el cual los hijos de Dios, ni de la carne, ni de la sangre son generados".  (n. 26). 
¿Como podría Cristo amar su Iglesia con un amor virginal? 
¿ Como podría el Sacerdote amar su Iglesia con un amor virginal? 
¿Cómo podría el Sacerdote, alter Christus, ser esposo de la Iglesia, de manera no virginal?



Emerge el completo argumento de la Encíclica, la profunda interconexión de todas las valencias del sacro celibato, el cual, de cualquier lado que se quiera ver, aparece siempre más radicalmente e íntimamente conectado al Sacerdocio.
Continuando a argumentar las razones eclesiológicas al sostenimiento del celibato, la Encíclica, en los números 29,30 y 31, pone en evidencia la relación insuperable entre celibato y Ministerio Eucarístico, afirmando que, con el celibato, 
"el Sacerdote se une más íntimamente a la ofrenda, dejando sobre el altar toda la entera y propia vida, que deja los signos del holocausto. 
                    





[...] En la cotidiana muerte por completo de sí mismo, en la renuncia al amor legítimo de una familia propia, por amor de Cristo y de su Reino, encontrará la gloria de una vida en Cristo, plenísima y fecunda, porque como en Él y en Él, el Sacerdote ama y se da a todos los hijos de Dios".



El último gran conjunto de razones vienen presentadas a sostener el sacro celibato, argumenta su significado escatológico. En el reconocimiento que el Reino de Dios no es de este mundo (cf. Jn 18,30), que en la Resurrección no se toma ni mujer , ni marido (cf. Mt 22,30), y que 
"el precioso don de la divina continencia perfecta por el Reino de los Cielos constituye [...] un signo particular de los bienes celestes (cf. 1Cor 7,29-31)", 
el celibato está indicado también como "un testimonio de la necesaria tensión del Pueblo de Dios hacia la última Meta del peregrinar terrestre e incitación para todos a elevar la mirada a las cosas supremas" (n. 34).



Quién está puesto por autoridad a guiar a los hermanos al reconocimiento de Cristo, a la acogida de las verdades reveladas, a una conducta de vida siempre irreprensible y, en una palabra, a la santidad, encuentra, así, en el sacro celibato, una convenientísima y extraordinaria fuerte profecía, capaz de conferir singular autoridad al propio Ministerio y fecundidad, sea ejemplar, sea apostólica a la propia acción.



Con extraordinaria actualidad, la Encíclica responde a aquellas objeciones que verían, en el celibato, una mortificación de la humanidad, privada en tal modo de uno de los aspectos más bellos de la vida. 
Al n.56, se afirma: 
"En el corazón del Sacerdote, no está apagado el amor. Toca la más pura fuente, ejercitada a imitación de Dios y de Cristo, la caridad, no menos hoy auténtico amor, y exigente y concreta,



alarga al infinito el horizonte del Sacerdote, profundiza y dilata su sentido de responsabilidad -índice de personalidad madura- , educa en él, como expresión de la más alta y basta paternidad, una plenitud y delicadeza de sentimientos, que lo enriquecen en sobre abundante medida". 



En una palabra: "El celibato, elevando integralmente al hombre, contribuye efectivamente a su perfección" (n.55).



En 1967, año de la publicación de la Encíclica Sacerdotalis caelibatus, el Siervo de Dios Pablo VI, pone uno de los actos del magisterio más valerosos y ejemplarmente aclaratorio de su entero Pontificado. 
Una Encíclica que sería atentamente estudiada por cada candidato al Sacerdocio, desde el inicio del propio iter, pero ciertamente antes de dirigir la pregunta de admisión a la ordenación diaconal, periódicamente retomada en la formación permanente y hecha objeto no solo de atento estudio bíblico, histórico, teológico, espiritual y pastoral, sino también de profundidad, personal meditación.





5. GIOVANNI PAOLO II Y LA 

Pastores dabo vobis 



Desde el inicio de su Pontificado, el Siervo de Dios Juan Pablo II, ha reservado gran atención al tema del celibato, rebatiendo la perenne validéz y poniendo en evidencia el vínculo vital con el Misterio Eucarístico. El 9 de noviembre de 1978, a pocas semanas de su elección al solio pontificio, el primer discurso al Clero de Roma, afirmaba : 
"El Concilio Vaticano II, nos ha recordado esta espléndida verdad sobre el "sacerdocio espiritual" de todo el pueblo de Dios, que deriva de la participación al único sacerdocio de Jesucristo.
Nuestro Sacerdocio "ministerial", radicado en el Sacramento del Orden", se diferencia esencialmente del sacerdocio universal de los fieles [...] Nuestro Sacerdocio debe ser limpio y expresivo [...], estrictamente ligado al celibato, [...] para la limpieza y la expresividad "evangélica", a la cual se refieren las palabras de Nuestro Señor sobre el celibato "por el reino de los cielos" (cf. Mt 19,12)" (n.3).



Ciertamente, punto de particular relevancia, en orden a todos los temas orientados al Sacerdocio ya la formación sacerdotal, ha sido la Exhortación apostólica Pastores dabo vobis, en la cual el don del celibato es acogido en la relación entre Jesús y el Sacerdote, es por primera vez, ha hecho mención de la importancia también psicológica de tal vínculo, no de manera separada la importancia ontológica.



Leamos ahora, el número 72 : "en esta relación entre el Señor Jesús y el Sacerdote, vínculo ontológico y psicológico, sacramental y moral, está el fundamento y, al mismo tiempo, la fuerza por aquella "vida según el Espíritu" y por aquél "radicalismo evangélico" al cuál es llamado cada sacerdote y que viene privilegiado por la formación permanente, el aspecto espiritual".




La visa según el Espíritu y radicalismo evangélico, representan, entonces, representan entonces las dos irrenunciables líneas directrices, a través de las cuales corre la documentada y motivada permanente validez del celibato sacerdotal. 
De hecho que el Siervo de Dios Juan Pablo II, rebate inmediatamente la validez, nos proponga la lectura ontológica-sacramental, saltando hasta la acogida de las justas implicancias psicológicas, que el carisma del celibato tiene en la delineación de una madura personalidad cristiana y sacerdotal, anima y justifica la lectura de tal, insustituible tesoro eclesial a la enseñanza de la más grande e ininterrumpida continuidad y, juntas de la más grande y audaz profecía.



Podemos, de hecho, afirmar que la misma en discusión o la relativización del sacro celibato constituyen actitudes reaccionarias respecto al soplo del Espíritu Santo, mientras al contrario, su plena valorización, su adecuada acogida, su luminoso e insuperable testimonio, constituyen  apertura y profecía. 



Verdadera profecía, también hoy en la Iglesia, hasta bajo el peso de los recientes dramas, que horriblemente han ensuciado la cándida vestidura, y aún con mayor evidencia en las confrontaciones en las sociedades hiper-erotizadas, en las cuales reina soberana la banalización de la sensualidad y de la corporeidad.



El celibato grita al mundo que Dios está, que es Amor y que es posible, en cada época, vivir totalmente de Él y por Él. 
Y es del todo natural que la Iglesia elija a sus Sacerdotes entre aquellos que han acogido y madurado, a un nivel casi completo, y por lo cuál profético, la pro-existencia : 
la existencia por un Otro, ¡por Cristo !!



El Magisterio de Juan Pablo II, atento así, a la valorización sea de la familia, sea del rol de la mujer en la Iglesia y en la sociedad, de ninguna manera ha tenido temor de rebatir la perenne validez del sacro celibato. 



No son pocos los estudios que ya se conducen también sobre el tema interesante, está cargado de enormes consecuencias, de la corporeidad y de la "teología del cuerpo" en el Magisterio del Siervo de Dios.
Propiamente es el Pontífice que, quizás más que todos, en los últimos tiempos recientes ha elaborado y vivido una gran teología del cuerpo, nos consigna una radical afección al celibato y la superación de cada intento de reducción funcionalista, a través de las aclaradas dimensiones ontológicas-sacramentales y teológicas-espirituales.
Un ulterior elemento, que emerge, no tanto como novedad en cuanto como subraya preciosa, en el Magisterio de Juan Pablo II (está yá presente en la Presbyterorum Ordinis), es aquella de la fraternidad sacerdotal. 



Ella es interpretada no en sus reduccionismos psico-emotivos, sino en su raíz sacramental, sea en relación al Orden, sea en la relación al Presbiterio unido a su propio Obispo. 
La fraternidad sacerdotal es constitutiva del Ministerio ordenado, poniendo en evidencia la dimensión "del cuerpo". Esa es el lugar natural de aquellas sanas relaciones fraternas, de ayuda concreta, sea material o espiritual, y de compañía y sostenimiento en el camino común de santificación personal, propiamente a través del Ministerio a nosotros confiado.



Una última indicación deseo hacerlo al Catecismo de la Iglesia Católica, publicado durante el Pontificado de Juan Pablo II, en 1992. 
Eso es, como de varias partes viene subrayado, el auténtico instrumento a nuestra disposición, para la correcta hermenéutica de los textos del Concilio Vaticano II. Y debe devenir, con siempre mayor evidencia, imprescindible punto de referencia sea de la catequesis, sea de la entera acción apostólica.
En el Catecismo es rebatido con autoridad la perenne validez del celibato sacerdotal, en cuanto al número 1579, se lee : 
"Todos los Ministros ordenados en la Iglesia latina, a excepción de los diáconos permanentes, son normalmente elegidos entre los hombres creyentes que viven célibes y que pretenden conservar el celibato "por el Reino de los cielos" (Mt 19,12). 



Llamados a consagrarse con corazón indiviso al Señor y a "sus cosas", ellos se donan enteramente a Dios y a los hombres. 



El celibato es signo de esta vida nueva, a la tal servicio el Ministro de la Iglesia viene consagrado; abrazado con alegre corazón, ello anuncia de forma radiosa el Reino de Dios".



Todos los temas hasta ahora tocados por el Magisterio de los Pontífices, que hemos tenido en cuenta, están como admirablemente condensados en el Catecismo: 
desde las razones cultuales hasta aquellas de la imitatio Christi en el anuncio del Reino de Dios, 



desde aquellas derivantes del servicio apostólico a aquellas eclesiológicas y apostólicas. El hecho es que la realidad del celibato ha entrado en la realidad del Catecismo de la Iglesia Católica y dice como ello es íntimamente correlacionada al corazón de la fe cristiana y documenta aquél anuncio radiante, del cuál el mismo texto habla.





6. BENEDETTO XVI Y LA 
Sacramentum Caritatis




El último Pontífice, que pretendemos mencionar, es aquél felizmente reinante, Benedícto XVI, el cuál su inicial magisterio sobre el celibato sacerdotal no deja duda alguna, sea sobre la validéz perenne de la norma disciplinar, sea sobre todo y antecedentemente, sobre su fundación teológica y particularmente cristológica-eucarística.




En particular, el Santo Padre ha dedicado al tema del celibato un número entero de la Exhortación Apostólica Postsinodal, Sacramentum Caritatis. En él leemos: 
"Los Padres sinodales han deseado subrayar que el Sacerdocio ministerial, requiere, a través  de la Ordenación, la plena configuración con Cristo. 



Pero con respecto de la práctica diferente y tradición oriental, es necesario rebatir el sentido profundo del celibato sacerdotal, entendido justamente como riqueza inestimable, y confirmado también por la práctica oriental de escoger a los Obispos solo entre aquellos que viven el celibato y que tienen en grande honor la elección del celibato, practicada por numerosos presbíteros. 



En tal elección del sacerdote, de hecho, encuentran peculiares expresiones la dedicación que lo conforma a Cristo y la ofrenda exclusiva de sí mismo por el Reino de Dios. El hecho que Cristo mismo, Sacerdote eterno, haya vivido su misión hasta el sacrificio de la Cruz en ele estado de virginidad, constituye el punto de referencia seguro para entender el sentido de la Tradición de la Iglesia latina a este propósito. 



Por lo tanto, no es suficiente comprender el celibato sacerdotal en términos meramente funcionales. En realidad, eso representa una especial conformación al estilo de vida de Cristo mismo. 



Tal elección es sobretodo esponsal; es estar al unísono con el corazón de Cristo Esposo que dá la vida por su Esposa. 
En unidad con la gran tradición eclesial, con el Concilio Vaticano II y con los Sumos Pontífices mis predecesores, rebato la belleza y la importancia de una vida sacerdotal vivida en el celibato como signo expresivo de la dedicación total y exclusiva a Cristo, a la Iglesia y al Reino de Dios, y confirmo entonces la obligatoriedad de la Tradición latina. 



El celibato sacerdotal vivido con maduréz, alegría y dedicación es una grandísima bendición para la Iglesia y para la misma sociedad" (n.24).
Como es fácil notar, la Exhortación Apostólica multiplica las invitaciones a fin que el Sacerdote vive en la ofrenda de sí mismo, hasta el sacrificio de la cruz, para una dedicación total y exclusiva a Cristo. 



Particularmente relevante es la relación, que la Exhortación Apostólica rebate, entre el celibato y Eucaristía; si tal teología  del Magisterio sea así recibida en modo auténtico y realmente aplicada en la Iglesia, el futuro del celibato será luminoso y fecundo, porque será un futuro de libertad y de santidad sacerdotal. 



Podemos así hablar no solo de "naturaleza esponsal" del celibato, sino de su "naturaleza eucarística", derivante de la ofrenda que Cristo hace de dí mismo perennemente en la Iglesia, y que se refleja de modo evidente en la vida de los sacerdotes. 



Ellos son llamados a reproducir, en su existencia, el Sacrificio de Cristo, al cual han sido asimilados por la fuerza de la Ordenación Sacerdotal
De la naturaleza eucarística del celibato se derivan todos los posibles desarrollos teológicos, que ponen al Sacerdote de frente al propio oficio fundamental: 
la celebración de la Santa Misa, en la cual las palabras : "Este es mi Cuerpo" y "Esta es mi Sangre" no determinan solo el efecto sacramental a ellos propio, sino que, progresivamente y realmente, deben modelar la oblación de la misma vida sacerdotal.



El Sacerdote célibe es así asociado personalmente y públicamente a Jesucristo; lo hace realmente Presente, convirtiéndose él mismo en víctima, en aquella que Benedícto XVI llama : 
"la lógica eucarística de la existencia cristiana".



Cuánto más se recuperará, en la vida de la iglesia , la centralidad de la Eucaristía, dignamente celebrada y constantemente adorada, tanto más grande será la fidelidad al celibato, la comprensión de su inestimable valor y, y si me permiten,  el florecimiento de santas Vocaciones al Ministerio ordenado.



En el Discurso con ocasión de la Audiencia a la Curia Romana para la presentación del saludo navideño, el 22 de diciembre del 2006, Benedícto XVI afirmaba todavía: 
"El verdadero fundamento del celibato puede ser encerrado en la frase: "Dominus pars mea" - Tu, Señor eres mi tierra". 



Puede ser solo teocéntrico. No puede significar permanecer privados de amor, sino debe significar el dejarse coger por la pasión de Dios, y aprender pues, gracias a un más íntimo estar con Él, a servir también a los hombres. 
El celibato debe ser testimonio de Fe: 
la Fe en Dios se hace concreta en aquella forma de vida, que solo a partir de Dios tiene un sentido. Apoyar la ida en Él, renunciando al matrimonio ya la familia, significa que yo acojo y experimento a Dios  como realidad y por lo cuál puedo llevarlo a los hombres".



Solo la experiencia de la "herencia", que el Señor es para cada existencia sacerdotal, hace eficaz aquél testimonio de fe que es el celibato. 
Como el mismo Santo Padre ha rebatido en el discurso a los participantes a la Plenaria de la Congregación para el Clero, el 16 de marzo del 2009, ello es : 
"Apostolica vivendi forma [...], participación a una "vida nueva", espiritualmente intensa, a aquél nuevo "estilo de vida" que ha sido inaugurado por el Señor Jesús y ha sido realizado por los Apóstoles".



El Año Sacerdotal recientemente concluso ha visto varias intervenciones del Santo padre sobre el tema del Sacerdocio, en particular en la catequesis del miércoles dedicada ai tria munera, y en la ocasión de la inauguración y de la clausura del Año Sacerdotal y de las recurrencias relacionadas a San Juan María Vianney.  



Particularmente, relevante ha sido el diálogo del Santo Padre con los sacerdotes durante la gran Vigilia de clausura del Año Sacerdotal, cuando interrogado sobre el significado del celibato y sobre las fatigas, que se encuentran para vivirlo en la cultura contemporánea, él ha respondido, partiendo de la centralidad de la Celebración eucarística cotidiana en la vida del Sacerdote, que actuando in Persona Christi, habla en el "Yo" de Cristo, llegando a ser realización de la permanencia en el tiempo de la unicidad de Su Sacerdocio, agregando: 



"Esta unificación de Su "Yo" con el nuestro implica que somos atraídos también en Su realidad de Resucitado, vamos adelante hacia la vida plena de la Resurrección [...]. en este sentido el celibato es una anticipación. 



Trascendemos este tiempo y vamos adelante, y así atraemos nosotros mismos y a nuestro mundo hacia la vita plena de la Resurrección , hacia la novedad de Cristo, hacia la nueva y verdadera vida". 



Y así establecida, por el Magisterio de Benedícto XVI, la relación íntima entre la dimensión eucarística-fontal y la dimensión escatológica anticipada y realizada por el celibato sacerdotal. Superando de un solo golpe, cada reducción funcionalista del Ministerio, el Santo Padre lo re-coloca en su amplia y alto marco teológico, lo ilumina poniendo en evidencia la constitutiva relación, entonces, con la Iglesia y valoriza potentemente toda la fuerza misionera derivada propiamente de aquél "plus" hacia el Reino que el celibato realiza.




En aquella misma circunstancia, con profética audacia, el Santo padre ha afirmado: 
"Para el mundo gnóstico, el mundo en lel cuál Dios no centra, el celibato es un gran escándalo, porque muestra propiamente que Dios es considerado y vivido como realidad. Con la vida escatológica del celibato, el mundo futuro de Dios entra en la realidad de nuestro tiempo".



¿Cómo podría la Iglesia vivir sin el escándalo del celibato? 
¿Sin hombres dispuestos a  afirmar en el presente, también y sobre todo a través de la propia carne, la realidad de Dios? 



Tales afirmaciones han tenido cumplimiento y, en cierto modo, coronamiento en la extraordinaria Homilía pronunciada en la clausura del Año Sacerdotal - que me permito invitarles a releer- en la cuál el Papa ha orado para que , como Iglesia, seamos liberados de los escándalos menores, para que aparezca el verdadero escándalo de la historia que es Cristo Señor.





Conclusiones (en 7 puntos)


Al termino de este camino, que hemos puesto en evidencia algunos pasajes más significativos del Magisterio pontificio sobre el celibato, desde Pío XI al Santo Padre Benedícto XVI, intentamos señalar un balance inicial conclusivo, que pueda representar una primera plataforma de trabajo para la formación de los Sacerdotes y acoger y vivir plenamente este don del Señor.



1. Emerge sobre todo, la radical continuidad entre el Magisterio que ha precedido el Concilio Vaticano II y aquél sucesivo a él, pero con acentos ahora sensiblemente diferentes, más litúrgico-sacrales o más cristólogico-pastorales, el ininterrumpido Magisterio de los mencionados Pontífices es concorde en fundar el celibato sobre la realidad teológica del Sacerdocio Ministerial, sobre la configuración ontológica-sacramental a Cristo Señor, sobre la participación a su único Sacerdocio y sobre la imitatio Christi, que ello implica. 


Solo una incorrecta hermenéutica de los textos del Concilio, podría conducir a ver en el celibato un residuo del pasado, del cuál liberarse lo más rápido. Una tal posición, más allá que equivocada históricamente, doctrinalmente y teológicamnete, y también dañosísima bajo el perfil espiritual, pastoral, misionero y vocacional.

2. Es de superar, a la luz del examinado Magisterio Pontificio, la reducción, en algunos ambientes así difusa, del celibato como mera ley eclesiástica. Ello es una ley solo porque es una exigencia intrínseca del Sacerdocio y de la configuración a Cristo que el Sacramento determina.
En tal sentido la formación al celibato, más allá que todo aspecto humano y espiritual, debe incluir una sólida dimensión doctrinal, porque ¡no se puede vivir aquello de lo cuál no se comprenda la razón!




3. El "debate" sobre el celibato, que periódicamente a través de los siglos se ha reabierto, no favorece la serenidad de las jóvenes generaciones para comprender un dato así tan determinante en la vida sacerdotal. Valga para todos cuanto con autoridad se ha expreso en la Pastores dabo vobis, que en el número 29. reportando íntegramente el voto  de la entera Asamblea Sinodal, afirma : 
"El Sínodo no quiere dejar ninguna duda en la mente de todos sobre la firme voluntad de la Iglesia de mantener la ley que exige el celibato libremente elegido y perpetuo para los candidatos a la Ordenación Sacerdotal en el Rito latino.



El Sínodo solicita que el celibato sea presentado y explicado en su plena riqueza bíblica, teológica y espiritual, como don precioso dado por Dios a su Iglesia y como signo del Reino que no es de este mundo, signo del amor de Dios hacia este mundo no solo del amor indiviso del Sacerdote hacia Dios y el Pueblo de Dios".




4. ¡El celibato es cuestión de radicalidad evangélica! Pobreza, castidad y obediencia no son consejos reservados en modo exclusivo a los religiosos, son virtudes para vivir con intensa pasión misionera. 
¡No podemos traicionar a nuestros jóvenes! 
¡No podemos rebajar el nivel de la formación y. de hecho, de la propuesta de fe! 
¡No podemos traicionar al pueblo santo de Dios, que espera pastores santos, como el Cura de Ars! 



¡Debemos ser radicales en la sequela Christi
Y no temamos la baja del número de los clérigos. El número decrece cuando se rebaja la temperatura de la fe, porque las vocaciones son "acción" divina y no humana, ¡y siguen la lógica divina que es locura humana!¡Se necesita !

5. En un modo gravemente secularizado, es siempre más difícil comprender las razones del celibato. Aún, debemos tener el coraje, como Iglesia, de preguntarnos si entendemos a resignarnos a una tal situación, aceptando como hecho con el cuál no se puede luchar la progresiva secularización de la sociedad y de las culturas, o si somos prontos a una obra de profunda y real evangelización, al servicio del Evangelio y,  por lo cuál de la verdad del hombre. 



Expongo en tal sentido, que el motivado mantenimiento del celibato y su adecuada valorización en la vida de la Iglesia y del mundo, puedan representar algunas entre las vías más eficaces para superar la secularización. 
¿Qué cosa intentaría, de igual modo, el Santo Padre Benedícto XVI, cuando afirma que el Celibato " muestra propiamente que Dios está considerado y vivido como realidad"?




6. La raíz teológica del celibato es de reencontrar en la nueva identidad que viene donada a aquél que es adornado del Orden sacerdotal. La centralidad de la dimensión escatológica-sacramental y la consiguiente estructural dimensión eucarística del Sacerdocio representan los ámbitos de natural comprensión, desarrollo y existencial fidelidad al al celibato.



La cuestión esencial. ahora, no es hacer referencia tanto en el debato sobre el celibato, cuanto sobre la calidad de la fe de nuestras comunidades



Una comunidad que no tuviera una gran estima al celibato, 
¿Cuál espera del Reino o cuál tensión eucarística podría vivir?




7. Vuestro Coloquio tiene como título : "Fundamentos, alegrías, desafíos". 
Estoy persuadido que las primeras dos, el conocimiento de los fundamentos y la gloriosa experiencia de un celibato plenamente vivido es, entonces, profundamente humanizante, permiten no solo de responder a todos los desafíos que el mundo, desde siempre pone al celibato, pero también el de transformar el celibato en un desafío para el mundo. 



Como he señalado en el primer punto de estas conclusiones, no debemos dejarnos condicionar o intimidar de un mundo sin Dios, que no comprende el celibato y quisiera eliminarlo, pero al contrario, debemos recuperar la motivada conciencia de que nuestro celibato desafía al mundo, metiendo en profunda crisis su secularismo y su agnosticismo y gritando por los siglos que Dios está y es Presente !






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