Sin dudas, ...¡eres Padre!!..

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miércoles, 31 de marzo de 2021

# 8. CONCLUSIÓN. "Salvifici doloris". JUAN PABLO II





CARTA APOSTÓLICA

SALVIFICI DOLORIS

DEL SUMO PONTÍFICE
JUAN PABLO II

A LOS OBISPOS, SACERDOTES,
FAMILIAS RELIGIOSAS
Y FIELES DE LA IGLESIA CATÓLICA
SOBRE EL SENTIDO CRISTIANO
DEL SUFRIMIENTO HUMANO


VIII

CONCLUSIÓN


31. Este es el sentido del sufrimiento, verdaderamente sobrenatural y a la vez humano. 






Es sobrenatural, porque se arraiga en el misterio divino de la redención del mundo, y es también profundamente humano, porque en él el hombre se encuentra a sí mismo, su propia humanidad, su propia dignidad y su propia misión.






El sufrimiento ciertamente pertenece al misterio del hombre. 





Quizás no está rodeado, como está el mismo hombre, por ese misterio que es particularmente impenetrable. 






El Concilio Vaticano II ha expresado esta verdad: « En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. 






Porque ... Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al hombre y le descubre la sublimidad de su vocación »[100]. 





Si estas palabras se refieren a todo lo que contempla el misterio del hombre, entonces ciertamente se refieren de modo muy particular al sufrimiento humano. 






Precisamente en este punto el « manifestar el hombre al hombre y descubrirle la sublimidad de su vocación » es particularmente indispensable. 






Sucede también —como lo prueba la experiencia— que esto es particularmente dramático. 






Pero cuando se realiza en plenitud y se convierte en luz para la vida humana, esto es también particularmente alegre. 





« Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte »[101].






Concluimos las presentes consideraciones sobre el sufrimiento en el año en el que la Iglesia vive el Jubileo extraordinario relacionado con el aniversario de la Redención.






El misterio de la redención del mundo está arraigado en el sufrimiento de modo maravilloso, y éste a su vez encuentra en ese misterio su supremo y más seguro punto de referencia.







Deseamos vivir este Año de la Redención unidos especialmente a todos los que sufren. 







Es menester pues que a la cruz del Calvario acudan idealmente todos los creyentes que sufren en Cristo —especialmente cuantos sufren a causa de su fe en El Crucificado y Resucitado— para que el ofrecimiento de sus sufrimientos acelere el cumplimiento de la plegaria del mismo Salvador por la unidad de todos[102]. 






Acudan también allí los hombres de buena voluntad, porque en la cruz está el « Redentor del hombre », 







el Varón de dolores, que ha asumido en sí mismo los sufrimientos físicos y morales de los hombres de todos los tiempos, 





para que en el amor puedan encontrar el sentido salvífico de su dolor y las respuestas válidas a todas sus preguntas.






Con María, Madre de Cristo, que estaba junto a la Cruz[103], nos detenemos ante todas las cruces del hombre de hoy.






Invoquemos a todos los Santos que a lo largo de los siglos fueron especialmente partícipes de los sufrimientos de Cristo. Pidámosles que nos sostengan.






Y os pedimos a todos los que sufrís, que nos ayudéis. 






Precisamente a vosotros, que sois débiles, pedimos que seáis una fuente de fuerza para la Iglesia y para la humanidad. 





En la terrible batalla entre las fuerzas del bien y del mal, que nos presenta el mundo contemporáneo, 





venza vuestro sufrimiento en unión con la cruz de Cristo.













A todos, queridos hermanos y hermanas, os envío mi Bendición Apostólica.






Dado en Roma, junto a San Pedro, en la memoria litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes, el día 11 de febrero del año 1984, sexto de mi Pontificado.


JOANNES PAULUS PP. II

Notas

[1] Col 1, 24.

[2] Ibíd.

[3] Rom 8, 22.

[4] Cf. nn. 14; 18; 21; 22: AAS 71 (1979) 284 s.; 304; 320; 323.

[5] Como lo probó Ezequías (cf. Is 38, 1-3).

[6] Como temía Agar (cf. Gén 15-16), como imaginaba Jacob (cf. Gén 37, 33-35), como experimentó David (cf. 2 Sam 19, 1).

[7] Como temía Ana, la madre de Tobías (cf. Tob 10, 1-7; cf. también Jer 6, 26; Am 8, 10; Zac 12, 10).

[8] Tal fue la prueba de Abraham (cf. Gén 15, 2), de Raquel (cf. Gén 30, 1), o de Ana, la madre de Samuel (cf. 1 Sam 1, 6-10)

[9] Como el lamento de los exiliados en Babilonia (cf. Sal 137 [136])

[10] Sufridas, por ejemplo, por el salmista (cf. Sal 22 <21>, 17-21) o por Jeremías (cf. Jer 18, 18).

[11] Esta fue la prueba de Job (cf. Job 19, 18; 30, 1. 9), de algunos salmistas (cf. Sal 22 [21], 7-9; 42 [41], 11; 44 [43], 16-17), de Jeremías (cf. Jer 20, 7), del Siervo doliente (cf. Is 53, 3).

[12] Por lo que hubieron de sufrir también ciertos salmistas (cf. Sal 22 [21], 2-3; 31 [30], 13; 38 [37], 12; 88 [87], 9. 19), Jeremías (cf. Jer 15, 17) o el Siervo doliente (cf. Is 53, 3).

[13] Del salmista (cf. Sal 51 [50], 5, de los testigos de los sufrimientos del Siervo (cf. Is 53, 3-6), del profeta Zacarías (cf. Zac 12, 10).

[14] Esto lo sentían vivamente el salmista (cf. Sal 73 [72], 3-14) y el Cohelet (cf. Ecl 4, 1-3).

[15] Este fue el sufrimiento de Job (cf. Job 19, 19), de ciertos salmistas (cf. Sal 41 [40], 10-55 [54], 13-15), de Jeremías (cf. Jer 20, 10); mientras que en el libro del Eclesiástico se medita sobre tal miseria (cf. Eclo 37, 1-6).

[16] Además de los numerosos pasajes del Libro de las Lamentaciones, cf. los lamentos de los salmistas (cf. Sal 44 [43], 10-17; 77 [76], 3-11; 79 [78], 11; 89 [88], 51), o de los profetas (cf. Is 22, 4; Jer 4, 8; 13, 17; 14, 17-18; Ez 9, 8; 21, 11-12); cf. también las plegarias de Azarías (cf. Dan 3, 31-40) y de Daniel (cf. Dan 9, 16-19).

[17] Por ej. Is 38, 13; Jer 23, 9; Sal 31 [30]> 10-11; Sal 42 [41], 10-11

[18] Por ej. Sal 73 [72], 21; Job 16, 13, Lam 3, 13.

[19] Por ej. Lam 2, 11.

[20] Por ej. Is 16, 11; Jer 4, 19; Job 30, 27; Lam 1, 20.

[21] Por ej. 1 Sam 1, 8; Jer 4, 19; 8, 18; Lam 1, 20. 22; Sal 38 [37], 9.11.

[22] A este propósito es oportuno recordar que la raíz hebrea r''' designa globalmente lo que es mal, en contraposición a lo que es bien (tôb), sin distinguir entre sentido físico, psíquico y ético. Aquella se encuentra en la forma sustantiva ra' y rā'ā que indica indiferentemente el mal en sí mismo, la acción mala o aquel que la realiza. En las formas verbales, además de la forma simple (qal), que designa de manera variada «el ser mal», se encuentran la forma reflexiva-pasiva (niphal) «sufrir el mal», «ser afectado por el mal» y la forma causativa (hiphil) «hacer el mal», «infligir el mal» a alguno. Dado que falta en el hebreo una verdadera correspondencia con el griego πάσχω = «sufro», también este verbo se halla raramente en la versión de los Setenta.

[23] Dan 3, 27s.; cf. Sal 19 [18], 10; 36 [35], 7; 48 [47], 12; 51 [50], 6; 99 [98], 4; 119 [118], 75; Mal 3, 16-21; Mt 20, 16; Mc 10, 31; Lc 17, 34; Jn 5, 30; Rom 2, 2.

[24] Job 4, 8.

[25] Job 1, 9-11.

[26] 2 Mac 6, 12.

[27] Jn 3, 16.

[28] Job 19, 25-26.

[29] Jn 1, 29

[30] Gén 3, 19.

[31] Jn 3, 16.

[32] Hch 10, 38.

[33] Cf. Mt 5, 3-11.

[34] Cf. Lc 6, 21.

[35] Mc 10, 33-34.

[36] Cf. Mt 16, 33.

[37] Mt 26, 52. 54.

[38] Jn 18, 11.

[39] Jn 3, 16.

[40] Gál 2, 20.

[41] Is 53, 2-6.

[42] Jn 1, 29.

[43] Is 53, 7-9.

[44] Cf. 1 Cor 1, 18.

[45] Mt 26, 39.

[46] Mt 26, 42.

[47] Sal 22 [21], 2.

[48] Is 53, 6.

[49] 2 Cor 5, 21.

[50] Jn 19, 30.

[51] Is 53, 10.

[52] Cf. Jn 7, 37-38.

[53] Is 53, 10-12.

[54] Job 19, 25.

[55] 1 Pe 1, 18-19.

[56] Gál 1, 4.

[57] 1 Cor 6, 20.

[58] 2 Cor 4, 8-11. 14

[59] 2 Cor 1, 5.

[60] 2 Tes 3, 5.

[61] Rom 12, 1.

[62] Gál 2, 19-20.

[63] Gál 6, 14.

[64] Flp 3, 10-11

[65] Hch 14, 22.

[66] 2 Tes 1, 4-5.

[67] Rom 8, 17-18

[68] 2 Cor 4, 17-18.

[69] 1 Pe 4, 13.

[70] Lc 23, 34

[71] Mt 10, 28.

[72] 2 Cor 12, 9.

[73] 2 Tim 1, 12.

[74] Flp 4, 13.

[75] 1 Pe 4, 16

[76] Rom 5, 3-5.

[77] Cf. Mc 8, 35; Lc 9, 24; Jn 12, 25.

[78] Col 1, 24.

[79] 1 Cor 6, 15.

[80] Jn 3, 16.

[81] Lc 9, 23.

[82] Cf. Lc 9, 23.

[83] Cf. Mt 7, 13-14.

[84] Lc 21, 12-19.

[85] Jn 15, 18-21.

[86] Jn 16, 33.

[87] 2 Tim 3, 12

[88] Col 1, 24.

[89] Cf. Ef 6, 12.

[90] Lc 10, 29.

[91] Lc 10, 33-34.

[92] Conc. Ecum. Vat. II, Constitución pastoral sobre la iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes, 24.

[93] Lc 4, 18-19; cf Is 61, 1-2.

[94] Hch 10, 38.

[95] Mt 25, 34-36.

[96] Mt 25, 40.

[97] Mt 25, 45.

[98] 1 Pe 4, 13.

[99] Col 1, 24.

[100] Conc. Ecum. Vat. II, Constitución pastoral sobre la iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes, 22.

[101] Ibíd.

[102] Cf Jn 17, 11. 21-22.

[103] Cf Jn 19, 25.


















¡SAN JOSE, ruega por nosotros !!!..