Sin dudas, ...¡eres Padre!!..

Sin dudas, ...¡eres Padre!!..
..y maravillosamente sorprendente, siempre eres NOVEDAD!!...SIN DUDA ERES PADRE!!...

jueves, 19 de diciembre de 2024

NOVENA DE NAVIDAD. DÍA 4º. 19 de diciembre




NOVENA DE NAVIDAD
- DÍA 19 DE DICIEMBRE -
  


(Todos:)
1. VILLANCICO

CAMPANA SOBRE CAMPANA

1. Campana sobre campana,
y sobre campana una,
asómate a la ventana,
verás el Niño en la cuna.

BELÉN, CAMPANAS DE BELÉN,
QUE LOS ÁNGELES TOCAN.
QUÉ NUEVA ME TRAÉIS?

2. Recogido tu rebaño
a dónde vas pastorcillo?
Voy a llevar al portal
requesón, manteca y vino.

3. Campana sobre campana,
y sobre campana dos,
asómate a esa ventana,
porque está naciendo Dios.

4. Campana sobre campana,
y sobre campana tres,
en una Cruz a esta hora,
el Niño va a padecer.

VIDEO
VIDEO
VIDEO



(Todos:)

2. ORACIÓN

Llave de David y cetro de la casa de Israel,
tú, que reinas sobre el mundo,
ven a libertar a los que en tinieblas te esperan.
Ven pronto, Señor. ¡Ven Salvador!

¡Oh Sol naciente, Esplendor de la luz eterna
y Sol de justicia,
ven a iluminar a los que yacen en sombras de muerte!
Ven pronto, Señor. ¡Ven Salvador!

Rey de las naciones y Piedra angular de la Iglesia. 

Tú, que unes a los pueblos,
ven a libertar a los hombres que has creado.
Ven pronto, Señor. ¡Ven Salvador!


¡Oh Enmanuel,
nuestro Rey, Salvador de las naciones,
esperanza de los pueblos,
ven a libertarnos, Señor; no tardes ya!
Ven pronto, Señor. ¡Ven Salvador!

(De las antífonas mayores)






(Lector 1:)

3. LECTURA BÍBLICA


Lectura del santo Evangelio según San Lucas. 1, 5-25.

Zacarías replicó al ángel:
- ¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo y mi mujer es de edad avanzada.
El ángel le contestó:
- Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado a hablarte para darte esta buena noticia. Pero, mira: guardarás silencio, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento.





(Lector 2:)

4. PETICIONES A MARÍA Y JOSÉ

Respondemos:

Ven Señor, no tardes que ansiamos tu venida.

- María y José, enséñennos a construir familias en la cotidianidad de la vida...

- María y José, formen nuestros corazones para poder recibir al Niño Dios...

- María y José, consuelen a todos aquellos que han perdido seres queridos...




(Lector 3:)

5. LECTURA ESPIRITUAL

Estamos en la Novena de Navidad, que en muchas comunidades cristianas se celebra con liturgias ricas en texto bíblicos, todos ellos orientados a alimentar la espera del nacimiento del Salvador. En efecto, toda la Iglesia concentra su mirada de fe en esta fiesta, ya cercana, disponiéndose, como cada año, a unirse al canto alegre de los ángeles, que en el corazón de la noche anunciarán a los pastores el extraordinario acontecimiento del nacimiento del Redentor, invitándolos a dirigirse a la cueva de Belén. Allí yace el Emmanuel, el Creador que se ha hecho criatura, envuelto en pañales y acostado en un pobre pesebre (cf. Lc 2, 12-14).

La Navidad, por el clima que la caracteriza, es una fiesta universal. De hecho, incluso quien se dice no creyente puede percibir en esta celebración cristiana anual algo extraordinario y trascendente, algo íntimo que habla al corazón. Es la fiesta que canta el don de la vida. El nacimiento de un niño debería ser siempre un acontecimiento que trae alegría: el abrazo de un recién nacido suscita normalmente sentimientos de atención y de solicitud, de conmoción y de ternura.

La Navidad es el encuentro con un recién nacido que llora en una cueva miserable. Contemplándolo en el pesebre, ¿cómo no pensar en tantos niños que también hoy, en muchas regiones del mundo, nacen en una gran pobreza? ¿Cómo no pensar en los recién nacidos que no son acogidos sino rechazados, en los que no logran sobrevivir por falta de cuidados y atenciones? ¿Cómo no pensar también en las familias que quisieran tener la alegría de un hijo y no ven cumplida esta esperanza? Por desgracia, por el impulso de un consumismo hedonista, la Navidad corre el riesgo de perder su significado espiritual para reducirse a una mera ocasión comercial de compras e intercambio de regalos.

Sin embargo, en realidad, las dificultades, las incertidumbres y la misma crisis económica que en estos meses están viviendo tantas familias, y que afecta a toda la humanidad, pueden ser un estímulo para volver a descubrir el calor de la sencillez, la amistad y la solidaridad, valores típicos de la Navidad. Así, sin las incrustaciones consumistas y materialistas, la Navidad puede convertirse en una ocasión para acoger, como regalo personal, el mensaje de esperanza que brota del misterio del nacimiento de Cristo.

Todo esto, sin embargo, no basta para captar en su plenitud el valor de la fiesta a la que nos estamos preparando. Nosotros sabemos que en ella se celebra el acontecimiento central de la historia: la Encarnación del Verbo divino para la redención de la humanidad. San León Magno, en una de sus numerosas homilías navideñas, exclama: «Exultemos en el Señor, queridos hermanos, y abramos nuestro corazón a la alegría más pura. Porque ha amanecido el día que para nosotros significa la nueva redención, la antigua preparación, la felicidad eterna. Así, en el ciclo anual, se renueva para nosotros el elevado misterio de nuestra salvación, que, prometido al principio y realizado al final de los tiempos, está destinado a durar sin fin» (Homilía XXII). San Pablo comenta muchas veces esta verdad fundamental en sus cartas. Por ejemplo, a los Gálatas escribe: «Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley (...) para que recibiéramos la filiación adoptiva» (Ga 4, 4-5). En la carta a los Romanos pone de manifiesto las lógicas y exigentes consecuencias de este acontecimiento salvador: «Si somos hijos (de Dios), también somos herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados» (Rm 8, 17). Pero es sobre todo san Juan, en el Prólogo del cuarto Evangelio, quien medita profundamente en el misterio de la Encarnación. Y por eso desde los tiempos más antiguos el Prólogo forma parte de la liturgia de la Navidad. En efecto, en él se encuentra la expresión más auténtica y la síntesis más profunda de esta fiesta y del fundamento de su alegría. San Juan escribe: «Et Verbum caro factum est et habitavit in nobis», «Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1, 14).

Así pues, en Navidad no nos limitamos a conmemorar el nacimiento de un gran personaje; no celebramos simplemente y en abstracto el misterio del nacimiento del hombre o en general el misterio de la vida; tampoco celebramos sólo el inicio de la nueva estación. En Navidad recordamos algo muy concreto e importante para los hombres, algo esencial para la fe cristiana, una verdad que san Juan resume en estas pocas palabras: «El Verbo se hizo carne».

Se trata de un acontecimiento histórico que el evangelista san Lucas se preocupa de situar en un contexto muy determinado: en los días en que César Augusto emanó el decreto para el primer censo, cuando Quirino era ya gobernador de Siria (cf. Lc 2, 1-7). Por tanto, en una noche fechada históricamente se verificó el acontecimiento de salvación que Israel esperaba desde hacía siglos. En la oscuridad de la noche de Belén se encendió realmente una gran luz: el Creador del universo se encarnó uniéndose indisolublemente a la naturaleza humana, siendo realmente «Dios de Dios, luz de luz» y al mismo tiempo hombre, verdadero hombre.

Aquel a quien san Juan llama en griego “ho Logos” —traducido en latín «Verbum» y en español «el Verbo» — significa también «el Sentido». Por tanto, la expresión de san Juan se puede entender así: el «Sentido eterno» del mundo se ha hecho perceptible a nuestros sentidos y a nuestra inteligencia: ahora podemos tocarlo y contemplarlo (cf. I Jn 1, 1). El «Sentido» que se ha hecho carne no es simplemente una idea general inscrita en el mundo; es una «Palabra» dirigida a nosotros. El Logos nos conoce, nos llama, nos guía. No es una ley universal, en la que nosotros desarrollamos algún papel; es una Persona que se interesa por cada persona: es el Hijo del Dios vivo, que se ha hecho hombre en Belén.

A muchos hombres, y de algún modo a todos nosotros, esto parece demasiado hermoso para ser cierto. En efecto, aquí se nos reafirma: sí, existe un sentido, y el sentido no es una protesta impotente contra lo absurdo. El Sentido tiene poder: es Dios. Un Dios bueno, que no se confunde con un poder excelso y lejano, al que nunca se podría llegar, sino un Dios que se ha hecho nuestro prójimo, muy cercano a nosotros, que tiene tiempo para cada uno de nosotros y que ha venido a quedarse con nosotros.

Entonces surge espontáneamente la pregunta: «¿Cómo es posible algo semejante? ¿Es digno de Dios hacerse niño?». Para intentar abrir el corazón a esta verdad que ilumina toda la existencia humana, es necesario plegar la mente y reconocer la limitación de nuestra inteligencia. En la cueva de Belén Dios se nos muestra «niño» humilde para vencer nuestra soberbia. Tal vez nos habríamos rendido más fácilmente frente al poder, frente a la sabiduría; pero él no quiere nuestra rendición; más bien apela a nuestro corazón y a nuestra decisión libre de aceptar su amor. Se ha hecho pequeño para liberarnos de la pretensión humana de grandeza que brota de la soberbia; se ha encarnado libremente para hacernos a nosotros verdaderamente libres, libres de amarlo.

Queridos hermanos y hermanas, la Navidad es una oportunidad privilegiada para meditar en el sentido y en el valor de nuestra existencia. La proximidad de esta solemnidad nos ayuda a reflexionar, por una parte, en el dramatismo de la historia en la que los hombres, heridos por el pecado, buscan permanentemente la felicidad y el sentido pleno de la vida y de la muerte; y, por otra, nos exhorta a meditar en la bondad misericordiosa de Dios, que ha salido al encuentro del hombre para comunicarle directamente la Verdad que salva y para hacerlo partícipe de su amistad y de su vida.

Preparémonos, por tanto, para la Navidad con humildad y sencillez, disponiéndonos a recibir el don de la luz, la alegría y la paz que irradian de este misterio. Acojamos el Nacimiento de Cristo como un acontecimiento capaz de renovar hoy nuestra vida. Que el encuentro con el Niño Jesús nos haga personas que no piensen sólo en sí mismas, sino que se abran a las expectativas y necesidades de los hermanos. De esta forma nos convertiremos también nosotros en testigos de la luz que la Navidad irradia sobre la humanidad del tercer milenio.

Pidamos a María santísima, tabernáculo del Verbo encarnado, y a san José, testigo silencioso de los acontecimientos de la salvación, que nos comuniquen los sentimientos que ellos tenían mientras esperaban el nacimiento de Jesús, de modo que podamos prepararnos para celebrar santamente la próxima Navidad, en el gozo de la fe y animados por el compromiso de una conversión sincera.
(Benedícto XVI
La Santa Navidad, fiesta universal









(Lector 4:)

6. REFLEXIÓN

Que este 4º día de nuestra novena de Navidad, sea para crecer en amor a Cristo Jesús. Que podamos manifestar ese amor a través de nuestra comunión diaria, pues solo su Sagrado Cuerpo fortalece nuestras personas y nos incita a caminar siempre bajo su Luz de santidad.






(Todos:)

7. ORACIÓN AL NIÑO

Niñito Jesús,
ven, no tardes más,
purifica nuestros corazones,
aleja las insidias del maligno que azotan a nuestro mundo.
Baja del cielo a mi corazón.







(Todos:)

8. ORACIÓN FINAL

Al darte gracias por los dones recibidos, te rogamos, Padre todopoderoso, que avives en nosotros el deseo de salir al encuentro de Cristo, ya cercano, para que así podamos, con limpieza de espíritu, celebrar el nacimiento de tu Hijo.
Que vive y reina en unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén. 


(Misal romano. 
Oración después de la comunión. 
Día 19 diciembre)




(Todos:)

9. CANTO DE ADVIENTO

¡Oh, ven! ¡Oh, ven, Emmanuel!
(Himno de Adviento inspirado en las siete antífonas de la "O").


1. ¡Oh, ven! ¡Oh, ven, Emmanuel!
Libra al cautivo Israel,
Que sufre desterrado aquí
Y espera al Hijo de David,
Alégrate, ¡oh Israel!
Vendrá, ya viene Emmanuel.


2. ¡Oh, ven Tú, Vara de Isaí!
Redime al pueblo infeliz
Del poderío infernal,
Y dale vida celestial.
Alégrate, ¡oh Israel!
Vendrá, ya viene Emmanuel.


3. ¡Oh, ven Tú, Aurora celestial!
Alúmbranos con tu verdad;
Disipa toda oscuridad
Y danos días de solaz.
Alégrate, ¡oh Israel!
Vendrá, ya viene Emmanuel.


4. ¡Oh, ven Tú, Llave de David!
Abre el celeste hogar feliz;
Haz que lleguemos bien allá,
Y cierra el paso a la maldad.
Alégrate, ¡oh Israel!
Vendrá, ya viene Emmanuel.

VIDEO
VIDEO
VIDEO


Pd:
Te dejo otros cantos de Adviento y Navidad, por si quieres elegir otros...

- CANTI. AVVENTO !! CANTOS : ADVIENTO (several languages)


- CANTOS. VILLANCICOS (Several languages)














NOVENA DE NAVIDAD. DÍA 9º. Día 24 de diciembre




NOVENA DE NAVIDAD
- DÍA 24 DE DICIEMBRE -
  


(Todos:)
1. VILLANCICO

Adeste fideles
(Latín)

1. Adeste fideles læti triumphantes,

venite, venite in Bethlehem.

Natum videte Regem angelorum.

VENITE ADOREMUS,
VENITE ADOREMUS,

VENITE ADOREMUS DOMINUM.

2. En, grege relicto, humiles ad cunas,

vocati pastores adproperant.

Et nos ovanti gradu festinemus.

3. Æterni Parentis splendorem æternum,

velatum sub carne videbimus,

Deum infantem pannis involutum.

4. Pro nobis egenum et fœno cubantem

piis foveamus amplexibus;

sic nos amantem quis non redamaret?

VIDEO
VIDEO
VIDEO



(Todos:)

2. ORACIÓN

Llave de David y cetro de la casa de Israel,
tú, que reinas sobre el mundo,
ven a libertar a los que en tinieblas te esperan.
Ven pronto, Señor. ¡Ven Salvador!

¡Oh Sol naciente, Esplendor de la luz eterna
y Sol de justicia,
ven a iluminar a los que yacen en sombras de muerte!
Ven pronto, Señor. ¡Ven Salvador!

Rey de las naciones y Piedra angular de la Iglesia. 

Tú, que unes a los pueblos,
ven a libertar a los hombres que has creado.
Ven pronto, Señor. ¡Ven Salvador!


¡Oh Enmanuel,
nuestro Rey, Salvador de las naciones,
esperanza de los pueblos,
ven a libertarnos, Señor; no tardes ya!
Ven pronto, Señor. ¡Ven Salvador!

(De las antífonas mayores)






(Lector 1:)

3. LECTURA BÍBLICA


Lectura del santo Evangelio según San Lucas. 1, 67-79.

En aquél tiempo, Zacarías, padre de Juan, lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo:
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.




(Lector 2:)

4. PETICIONES A MARÍA Y JOSÉ

Respondemos:

Ven Señor, no tardes que ansiamos tu venida.

- María y José, enséñennos a construir familias en la cotidianidad de la vida...

- María y José, formen nuestros corazones para poder recibir al Niño Dios...

- María y José, consuelen a todos aquellos que han perdido seres queridos...




(Lector 3:)

5. LECTURA ESPIRITUAL













Luz en las tinieblas
Jesús de Nazaret. Escritos de cristología
Joseph Ratzinger
B.A.C Madrid.  pgs. 1114-1118






(Lector 4:)

6. REFLEXIÓN

Y bueno, en nuestro último día de la novena de Navidad, el regalo más grande es el tierno y entrañable Niño Dios de Belén. Que cada uno de nuestros corazones sea un pesebre donde Él pueda habitar...para luego verlo en la gran Parusía triunfal, luminosa y escatológica...y juntos repetir la famosísima expresión del capítulo 22 del último Libro de la Biblia, el Apocalipsis :


(12) Pronto regresaré trayendo mi recompensa, 
para dar a cada uno según sus obras.

(13) Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero 
y el Ultimo, el Principio y el Fin.

(14) ¡Felices los que lavan sus vestiduras para tener derecho a participar del árbol de la vida 
y a entrar por las puertas de la Ciudad!

(15) Afuera quedarán los perros y los hechiceros, 
los lujuriosos, los asesinos, los idólatras 
y todos aquellos que aman 
y practican la falsedad».

(16) Yo Jesús, he enviado a mi mensajero para dar testimonio de estas cosas a las Iglesias. 
Yo soy el Retoño de David y su descendencia, 
la Estrella radiante.

(17) El Espíritu y la Esposa dicen: 
«¡Ven!», y el que escucha debe decir: 
«¡Ven!». Que venga el que tiene sed, 
y el que quiera, 
que beba gratuitamente del agua de la vida.

(18) Yo advierto a todos los que escuchan las palabras proféticas de este Libro: 
«Si alguien pretende agregarles algo, 
Dios descargará sobre él las plagas 
descritas en este Libro.

(19) Y al que se atreva a quitar alguna 
palabra de este Libro profético, 
Dios le quitará su parte del árbol de la vida 
y de la Ciudad santa, 
que se describen en este Libro».

(20) El que garantiza estas cosas afirma: 
«¡Sí, volveré pronto!». 
¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!

(21) Que la gracia del Señor Jesús 
permanezca con todos. Amén.











(Todos:)

7. ORACIÓN AL NIÑO

Niñito Jesús,
ven, no tardes más,
purifica nuestros corazones,
aleja las insidias del maligno que azotan a nuestro mundo.
Baja del cielo a mi corazón.







(Todos:)

8. ORACIÓN FINAL


Tú, que nos has renovado con la Eucaristía, ayúdanos Señor, para que nos preparemos al nacimiento de tu Hijo y recibamos con gozo la abundancia de sus dones eternos.

Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(Misal romano. 
Oración después de la comunión. 
Día 24 diciembre)




(Todos:)

9. VILLANCICO

Venid fieles todos
(Traducción: Cesáreo Gabaraín)

1. Venid fieles todos, llenos de contento,
Venid presurosos, a Belén llegad.
Hoy ha nacido el Rey de los cielos.

VENID Y ADOREMOS,
VENID Y ADOREMOS,
VENID Y ADOREMOS AL REY DE PAZ.

2. Ved cómo de noche unos pastorcillos,
dejando el ganado, vienen al portal.
También nosotros, al recién nacido.

3. Al verbo Divino, Esplendor del Padre,
por nos hecho hombre, vamos adorar.
Al Rey del cielo envuelto en pañales.

4. Por nosotros pobre, nace en un pesebre,
y sobre las pajas reclinado está.
¿Quién contemplarle podrá sin quererle?

VIDEO
VIDEO
VIDEO



Pd:
Te dejo otros cantos de Adviento y Navidad, por si quieres elegir otros...

- CANTI. AVVENTO !! CANTOS : ADVIENTO (several languages)


- CANTOS. VILLANCICOS (Several languages)












NOVENA DE NAVIDAD. DÍA 8º. 23 de diciembre

 




NOVENA DE NAVIDAD
- DÍA 23 DE DICIEMBRE -
  


(Todos:)
1. VILLANCICO

Soy un pobre pastorcito
(Coral cordobesa De Los Pedroches)


1. Soy un pobre pastorcito,
que camina hacia Belén.
Voy buscando al que ha nacido
Dios con nosotros, Manuel.


CAMINANDO, CAMINA LIGERO.
NO TE CANSES, NO DE CAMINAR.
QUE TE ESPERA JOSÉ Y MARÍA
CON EL NIÑO EN PORTAL.


2. Aunque soy pobre le llevo,
un blanquísimo vellón,
para que le haga su Madre,
un pellico de pastor.


3. Guardadito aquí en el pecho,
yo le llevo el mejor don.
Al niñito que ha nacido,
le llevo mi corazón.


4. Cansadito, no me canso.
Yo no me canso de andar.
Voy buscando al Rey del cielo,
voy buscando al mayoral.
VIDEO
VIDEO
VIDEO



(Todos:)

2. ORACIÓN

Llave de David y cetro de la casa de Israel,
tú, que reinas sobre el mundo,
ven a libertar a los que en tinieblas te esperan.
Ven pronto, Señor. ¡Ven Salvador!

¡Oh Sol naciente, Esplendor de la luz eterna
y Sol de justicia,
ven a iluminar a los que yacen en sombras de muerte!
Ven pronto, Señor. ¡Ven Salvador!

Rey de las naciones y Piedra angular de la Iglesia. 

Tú, que unes a los pueblos,
ven a libertar a los hombres que has creado.
Ven pronto, Señor. ¡Ven Salvador!


¡Oh Enmanuel,
nuestro Rey, Salvador de las naciones,
esperanza de los pueblos,
ven a libertarnos, Señor; no tardes ya!
Ven pronto, Señor. ¡Ven Salvador!

(De las antífonas mayores)






(Lector 1:)

3. LECTURA BÍBLICA


Lectura del santo Evangelio según San Lucas. 1, 57-66.


A Isabel se le cumplió el tiempo y dio a luz un hijo.
Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban.
A los ocho días fuero a circundar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. 
La Madre intervino diciendo:
- ¡No! Se va a llamar Juan.




(Lector 2:)

4. PETICIONES A MARÍA Y JOSÉ

Respondemos:

Ven Señor, no tardes que ansiamos tu venida.

- María y José, enséñennos a construir familias en la cotidianidad de la vida...

- María y José, formen nuestros corazones para poder recibir al Niño Dios...

- María y José, consuelen a todos aquellos que han perdido seres queridos...




(Lector 3:)

5. LECTURA ESPIRITUAL


En el camino de Adviento la Virgen María ocupa un lugar especial como aquella que ha esperado de modo único la realización de las promesas de Dios, acogiendo en la fe y en la carne a Jesús, el Hijo de Dios, en plena obediencia a la voluntad divina. Hoy quisiera reflexionar brevemente con vosotros sobre la fe de María a partir del gran misterio de la Anunciación.

«Chaîre kecharitomene, ho Kyrios meta sou», «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1, 28). Estas son las palabras —citadas por el evangelista Lucas— con las que el arcángel Gabriel se dirige a María. A primera vista el término chaîre, «alégrate», parece un saludo normal, usual en el ámbito griego; pero esta palabra, si se lee sobre el trasfondo de la tradición bíblica, adquiere un significado mucho más profundo. Este mismo término está presente cuatro veces en la versión griega del Antiguo Testamento y siempre como anuncio de alegría por la venida del Mesías (cf. Sof 3, 14; Jl 2, 21; Zac 9, 9; Lam 4, 21). El saludo del ángel a María es, por lo tanto, una invitación a la alegría, a una alegría profunda, que anuncia el final de la tristeza que existe en el mundo ante el límite de la vida, el sufrimiento, la muerte, la maldad, la oscuridad del mal que parece ofuscar la luz de la bondad divina. Es un saludo que marca el inicio del Evangelio, de la Buena Nueva.

Pero, ¿por qué se invita a María a alegrarse de este modo? La respuesta se encuentra en la segunda parte del saludo: «El Señor está contigo». También aquí para comprender bien el sentido de la expresión, debemos recurrir al Antiguo Testamento. En el Libro de Sofonías encontramos esta expresión «Alégrate, hija de Sión... El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti... El Señor tu Dios está en medio de ti, valiente y salvador» (3, 14-17). En estas palabras hay una doble promesa hecha a Israel, a la hija de Sión: Dios vendrá como salvador y establecerá su morada precisamente en medio de su pueblo, en el seno de la hija de Sión. En el diálogo entre el ángel y María se realiza exactamente esta promesa: María se identifica con el pueblo al que Dios tomó como esposa, es realmente la Hija de Sión en persona; en ella se cumple la espera de la venida definitiva de Dios, en ella establece su morada el Dios viviente.

En el saludo del ángel, se llama a María «llena de gracia»; en griego el término «gracia», charis, tiene la misma raíz lingüística de la palabra «alegría». También en esta expresión se clarifica ulteriormente la fuente de la alegría de María: la alegría proviene de la gracia; es decir, proviene de la comunión con Dios, del tener una conexión vital con Él, del ser morada del Espíritu Santo, totalmente plasmada por la acción de Dios. María es la criatura que de modo único ha abierto de par en par la puerta a su Creador, se puso en sus manos, sin límites. Ella vive totalmente de la y en relación con el Señor; está en actitud de escucha, atenta a captar los signos de Dios en el camino de su pueblo; está inserta en una historia de fe y de esperanza en las promesas de Dios, que constituye el tejido de su existencia. Y se somete libremente a la palabra recibida, a la voluntad divina en la obediencia de la fe.

El evangelista Lucas narra la vicisitud de María a través de un fino paralelismo con la vicisitud de Abrahán. Como el gran Patriarca es el padre de los creyentes, que ha respondido a la llamada de Dios para que saliera de la tierra donde vivía, de sus seguridades, a fin de comenzar el camino hacia una tierra desconocida y que poseía sólo en la promesa divina, igual María se abandona con plena confianza en la palabra que le anuncia el mensajero de Dios y se convierte en modelo y madre de todos los creyentes.

Quisiera subrayar otro aspecto importante: la apertura del alma a Dios y a su acción en la fe incluye también el elemento de la oscuridad. La relación del ser humano con Dios no cancela la distancia entre Creador y criatura, no elimina cuanto afirma el apóstol Pablo ante las profundidades de la sabiduría de Dios: «¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!» (Rm 11, 33). Pero precisamente quien —como María— está totalmente abierto a Dios, llega a aceptar el querer divino, incluso si es misterioso, también si a menudo no corresponde al propio querer y es una espada que traspasa el alma, como dirá proféticamente el anciano Simeón a María, en el momento de la presentación de Jesús en el Templo (cf. Lc 2, 35). El camino de fe de Abrahán comprende el momento de alegría por el don del hijo Isaac, pero también el momento de la oscuridad, cuando debe subir al monte Moria para realizar un gesto paradójico: Dios le pide que sacrifique el hijo que le había dado. En el monte el ángel le ordenó: «No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo» (Gn 22, 12). La plena confianza de Abrahán en el Dios fiel a las promesas no disminuye incluso cuando su palabra es misteriosa y difícil, casi imposible, de acoger. Así es para María; su fe vive la alegría de la Anunciación, pero pasa también a través de la oscuridad de la crucifixión del Hijo para poder llegar a la luz de la Resurrección.

No es distinto incluso para el camino de fe de cada uno de nosotros: encontramos momentos de luz, pero hallamos también momentos en los que Dios parece ausente, su silencio pesa en nuestro corazón y su voluntad no corresponde a la nuestra, a aquello que nosotros quisiéramos. Pero cuanto más nos abrimos a Dios, acogemos el don de la fe, ponemos totalmente en Él nuestra confianza —como Abrahán y como María—, tanto más Él nos hace capaces, con su presencia, de vivir cada situación de la vida en la paz y en la certeza de su fidelidad y de su amor. Sin embargo, esto implica salir de uno mismo y de los propios proyectos para que la Palabra de Dios sea la lámpara que guíe nuestros pensamientos y nuestras acciones.

Quisiera detenerme aún sobre un aspecto que surge en los relatos sobre la Infancia de Jesús narrados por san Lucas. María y José llevan al hijo a Jerusalén, al Templo, para presentarlo y consagrarlo al Señor como prescribe la ley de Moisés: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor» (cf. Lc 2, 22-24). Este gesto de la Sagrada Familia adquiere un sentido aún más profundo si lo leemos a la luz de la ciencia evangélica de Jesús con doce años que, tras buscarle durante tres días, le encuentran en el Templo mientras discutía entre los maestros. A las palabras llenas de preocupación de María y José: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados», corresponde la misteriosa respuesta de Jesús: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?» (Lc 2, 48-49). Es decir, en la propiedad del Padre, en la casa del Padre, como un hijo. María debe renovar la fe profunda con la que ha dicho «sí» en la Anunciación; debe aceptar que el verdadero Padre de Jesús tenga la precedencia; debe saber dejar libre a aquel Hijo que ha engendrado para que siga su misión. Y el «sí» de María a la voluntad de Dios, en la obediencia de la fe, se repite a lo largo de toda su vida, hasta el momento más difícil, el de la Cruz.

Ante todo esto, podemos preguntarnos: ¿cómo pudo María vivir este camino junto a su Hijo con una fe tan firme, incluso en la oscuridad, sin perder la plena confianza en la acción de Dios? Hay una actitud de fondo que María asume ante lo que sucede en su vida. En la Anunciación ella queda turbada al escuchar las palabras del ángel —es el temor que el hombre experimenta cuando lo toca la cercanía de Dios—, pero no es la actitud de quien tiene miedo ante lo que Dios puede pedir. María reflexiona, se interroga sobre el significado de ese saludo (cf. Lc 1, 29). La palabra griega usada en el Evangelio para definir «reflexionar», «dielogizeto», remite a la raíz de la palabra «diálogo». Esto significa que María entra en íntimo diálogo con la Palabra de Dios que se le ha anunciado; no la considera superficialmente, sino que se detiene, la deja penetrar en su mente y en su corazón para comprender lo que el Señor quiere de ella, el sentido del anuncio. Otro signo de la actitud interior de María ante la acción de Dios lo encontramos, también en el Evangelio de san Lucas, en el momento del nacimiento de Jesús, después de la adoración de los pastores. Se afirma que María «conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lc 2, 19); en griego el término es symballon. Podríamos decir que ella «mantenía unidos», «reunía» en su corazón todos los acontecimientos que le estaban sucediendo; situaba cada elemento, cada palabra, cada hecho, dentro del todo y lo confrontaba, lo conservaba, reconociendo que todo proviene de la voluntad de Dios. María no se detiene en una primera comprensión superficial de lo que acontece en su vida, sino que sabe mirar en profundidad, se deja interpelar por los acontecimientos, los elabora, los discierne, y adquiere aquella comprensión que sólo la fe puede garantizar. Es la humildad profunda de la fe obediente de María, que acoge en sí también aquello que no comprende del obrar de Dios, dejando que sea Dios quien le abra la mente y el corazón. «Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá» (Lc 1, 45), exclama su pariente Isabel. Es precisamente por su fe que todas las generaciones la llamarán bienaventurada.

Queridos amigos, la solemnidad del Nacimiento del Señor que dentro de poco celebraremos, nos invita a vivir esta misma humildad y obediencia de fe. La gloria de Dios no se manifiesta en el triunfo y en el poder de un rey, no resplandece en una ciudad famosa, en un suntuoso palacio, sino que establece su morada en el seno de una virgen, se revela en la pobreza de un niño. La omnipotencia de Dios, también en nuestra vida, obra con la fuerza, a menudo silenciosa, de la verdad y del amor. La fe nos dice, entonces, que el poder indefenso de aquel Niño al final vence el rumor de los poderes del mundo.
(Benedícto XVI
La Virgen María: ícono de la FE obediente







(Lector 4:)

6. REFLEXIÓN


Hoy día 8º de nuestra novena navideña, vemos que todo llega en el tiempo preciso. Y así, como Dios es el Señor del tiempo y del cosmos, también cuida de cada uno de nosotros. Que todas nuestras ilusiones y ansias estén solamente en Él, esto implica un proceso, un camino. Sí, precisamente "el camino a Belén"... su música, su magia y su santidad...están ahí para cada uno de nosotros...











(Todos:)

7. ORACIÓN AL NIÑO

Niñito Jesús,
ven, no tardes más,
purifica nuestros corazones,
aleja las insidias del maligno que azotan a nuestro mundo.
Baja del cielo a mi corazón.







(Todos:)

8. ORACIÓN FINAL

A los que has alimentado con el don del cielo dales tu paz, Señor, para que puedan salir sin temor, con las lámparas encendidas, al encuentro de Cristo que llega.
Y vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
(Misal romano. 
Oración después de la comunión. 
Día 23 diciembre)




(Todos:)

9. CANTO DE ADVIENTO

Alma Redemptóris Mater

Alma Redemptóris Mater, quae pérvia caeli 
porta manes, et stella maris, succúrre cadénti,
súrgere qui curat, pópulo: tu quae genuísti, 
natúra mirante, tuum sanctum Genitórem,
Virgo prius ac postérius, Gabriélis ab ore 
sumens illud Ave, peccatórum miserére.

VIDEO
VIDEO
VIDEO


Pd:
Te dejo otros cantos de Adviento y Navidad, por si quieres elegir otros...

- CANTI. AVVENTO !! CANTOS : ADVIENTO (several languages)


- CANTOS. VILLANCICOS (Several languages)












NOVENA DE NAVIDAD. DÍA 7º. 22 de diciembre

 




NOVENA DE NAVIDAD
- DÍA 22 DE DICIEMBRE -
  


(Todos:)
1. VILLANCICO

Navidad sin pandereta
(Miguel Manzano / José Antonio Olivar)


A BELÉN SE VA Y SE VIENE
POR CAMINOS DE ALEGRÍA,
Y DIOS NACE EN CADA HOMBRE
QUE SE ENTREGA A LOS DEMÁS.
A BELÉN SE VA Y SE VIENE
POR CAMINOS DE JUSTICIA,
Y EN BELÉN NACEN LOS HOMBRES,
CUANDO APRENDEN A ESPERAR.


1. Lo esperaban como rico y habitó entre la pobreza;
lo esperaban poderoso y un pesebre fue su hogar.
Lo esperaban un guerrero y fue paz toda su guerra;
lo esperaban rey de reyes y servir fue su reinar.


2. Lo esperaban sometido y quebró toda soberbia,
denunció las opresiones, predicó la libertad.
Lo esperaban silencioso; su palabra fue la puerta
por donde entran los que gritan con su vida la verdad.


3. Navidad es un camino que no tiene pandereta,
porque Dios resuena dentro de quien va en fraternidad.
Navidad es el milagro de pararse en cada puerta
y saber si nuestro hermano necesita nuestro pan.


4. Navidad es un camino que no tiene más estrella,
que alumbrar el extravío del que olvida a los demás.
Navidad es el milagro de llegar a la evidencia
de que Dios sigue naciendo en quien vive sin hogar.
VIDEO
VIDEO
VIDEO



(Todos:)

2. ORACIÓN

Llave de David y cetro de la casa de Israel,
tú, que reinas sobre el mundo,
ven a libertar a los que en tinieblas te esperan.
Ven pronto, Señor. ¡Ven Salvador!

¡Oh Sol naciente, Esplendor de la luz eterna
y Sol de justicia,
ven a iluminar a los que yacen en sombras de muerte!
Ven pronto, Señor. ¡Ven Salvador!

Rey de las naciones y Piedra angular de la Iglesia. 

Tú, que unes a los pueblos,
ven a libertar a los hombres que has creado.
Ven pronto, Señor. ¡Ven Salvador!


¡Oh Enmanuel,
nuestro Rey, Salvador de las naciones,
esperanza de los pueblos,
ven a libertarnos, Señor; no tardes ya!
Ven pronto, Señor. ¡Ven Salvador!

(De las antífonas mayores)






(Lector 1:)

3. LECTURA BÍBLICA


Lectura del santo Evangelio según San Lucas. 1, 46-56.


En aquel tiempo, María dijo:
- Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.





(Lector 2:)

4. PETICIONES A MARÍA Y JOSÉ

Respondemos:

Ven Señor, no tardes que ansiamos tu venida.

- María y José, enséñennos a construir familias en la cotidianidad de la vida...

- María y José, formen nuestros corazones para poder recibir al Niño Dios...

- María y José, consuelen a todos aquellos que han perdido seres queridos...




(Lector 3:)

5. LECTURA ESPIRITUAL

El saludo que circula en estos días por los labios de todos es «¡Feliz Navidad! ¡Felices fiestas navideñas!». Procuremos que, también en la sociedad actual, el intercambio de felicitaciones no pierda su profundo valor religioso, y que la fiesta no quede absorbida por los aspectos exteriores, que tocan las cuerdas del corazón. Ciertamente, los signos exteriores son hermosos e importantes, con tal de que no nos distraigan, sino que más bien nos ayuden a vivir la Navidad en el sentido más auténtico, el sentido sagrado y cristiano, de modo que también nuestra alegría no sea superficial, sino profunda.

Con la liturgia navideña la Iglesia nos introduce en el gran Misterio de la Encarnación. De hecho, la Navidad no es un simple aniversario del nacimiento de Jesús; también es esto, pero es algo más: es celebrar un Misterio que ha marcado y sigue marcando la historia del hombre —Dios mismo vino a habitar entre nosotros (cf. Jn 1, 14), se hizo uno de nosotros—; un Misterio que afecta a nuestra fe y a nuestra existencia; un Misterio que vivimos concretamente en las celebraciones litúrgicas, especialmente en la santa misa. Alguien podría preguntarse: ¿Cómo puedo vivir yo ahora este acontecimiento tan lejano en el tiempo? ¿Cómo puedo participar fructuosamente en el nacimiento del Hijo de Dios, que tuvo lugar hace más de dos mil años? En la santa misa de la Noche de Navidad, repetiremos como estribillo del Salmo responsorial estas palabras: «Hoy nos ha nacido el Salvador». Este adverbio de tiempo, «hoy», aparece con frecuencia en todas las celebraciones navideñas y se refiere al acontecimiento del nacimiento de Jesús y a la salvación que la Encarnación del Hijo de Dios viene a traer. En la liturgia ese acontecimiento supera los límites del espacio y del tiempo, y se vuelve actual, presente; su efecto perdura, a pesar del paso de los días, de los años y de los siglos. Al indicar que Jesús nace «hoy», la liturgia no usa una frase sin sentido, sino que subraya que este Nacimiento afecta e impregna toda la historia, sigue siendo también hoy una realidad, a la que podemos llegar precisamente en la liturgia. A nosotros, los creyentes, la celebración de la Navidad nos renueva la certeza de que Dios está realmente presente con nosotros, todavía «carne» y no sólo lejano: aun estando con el Padre, está cercano a nosotros. En ese Niño nacido en Belén, Dios se ha acercado al hombre: nosotros lo podemos encontrar ahora, en un «hoy» que no tiene ocaso.

Quiero insistir en este punto, porque al hombre contemporáneo, hombre de lo «sensible», de lo experimentable empíricamente, siempre le cuesta mucho abrir los horizontes y entrar en el mundo de Dios. Desde luego, la redención de la humanidad tuvo lugar en un momento preciso e identificable de la historia: en el acontecimiento de Jesús de Nazaret; pero Jesús es el Hijo de Dios, es Dios mismo, que no sólo ha hablado al hombre, le ha mostrado signos admirables, lo ha guiado a lo largo de toda la historia de la salvación, sino que también se hizo hombre, y sigue siendo hombre. El Eterno entró en los límites del tiempo y del espacio, para hacer posible «hoy» el encuentro con él. Los textos litúrgicos navideños nos ayudan a comprender que los acontecimientos de la salvación realizada por Cristo siempre son actuales, afectan a cada hombre y a todos los hombres. Cuando escuchamos y pronunciamos, en las celebraciones litúrgicas, la frase «hoy nos ha nacido el Salvador», no estamos utilizando una expresión convencional vacía, sino que queremos decir que Dios nos ofrece «hoy», ahora, a mí, a cada uno de nosotros, la posibilidad de reconocerlo y de acogerlo, como hicieron los pastores en Belén, para que él nazca también en nuestra vida y la renueve, la ilumine, la transforme con su Gracia, con su Presencia.

La Navidad, por tanto, a la vez que conmemora el nacimiento de Jesús en la carne, de la Virgen María —y numerosos textos litúrgicos nos hacen revivir ante nuestros ojos este o aquel episodio—, es un acontecimiento eficaz para nosotros. El Papa san León Magno, presentando el sentido profundo de la fiesta de la Navidad, invitaba a sus fieles con estas palabras: «Exultemos en el Señor, queridos hermanos, y abramos nuestro corazón a la alegría más pura, porque ha llegado el día que para nosotros significa la nueva redención, la antigua preparación, la felicidad eterna. En efecto, al cumplirse el ciclo anual, se renueva para nosotros el elevado misterio de nuestra salvación, que, prometido al principio y acordado al final de los tiempos, está destinado a durar para siempre» (Sermo 22, In Nativitate Domini, 2, 1: PL 54, 193). Y el mismo san León Magno, en otra de sus homilías navideñas, afirmaba: «Hoy el autor del mundo ha nacido del seno de una virgen: aquel que había hecho todas las cosas se ha hecho hijo de una mujer que él mismo había creado. Hoy el Verbo de Dios se ha manifestado revestido de carne y, mientras que antes nunca había sido visible a ojos humanos, ahora incluso se ha hecho visiblemente palpable. Hoy los pastores han escuchado la voz de los ángeles anunciando que había nacido el Salvador en la sustancia de nuestro cuerpo y de nuestra alma» (Sermo 26, In Nativitate Domini, 6, 1: PL 54, 213).

Hay un segundo aspecto, al que quiero aludir brevemente: el acontecimiento de Belén se debe considerar a la luz del Misterio pascual: tanto uno como otro forman parte de la única obra redentora de Cristo. La Encarnación y el Nacimiento de Jesús nos invitan ya a dirigir nuestra mirada hacia su muerte y su resurrección. Tanto la Navidad como la Pascua son fiestas de la redención. La Pascua la celebra como victoria sobre el pecado y sobre la muerte: marca el momento final, cuando la gloria del Hombre-Dios resplandece como la luz del día; la Navidad la celebra como el ingreso de Dios en la historia haciéndose hombre para llevar al hombre a Dios: marca, por decirlo así, el momento inicial, cuando se vislumbra el resplandor del alba. Pero precisamente como el alba precede y ya hace presagiar la luz del día, así la Navidad anuncia ya la cruz y la gloria de la Resurrección. También los dos períodos del año en los que se sitúan las dos grandes fiestas, al menos en algunas regiones del mundo, pueden ayudar a comprender este aspecto. En efecto, mientras la Pascua cae al inicio de la primavera, cuando el sol vence las densas y frías nieblas y renueva la faz de la tierra, la Navidad cae precisamente al inicio del invierno, cuando la luz y el calor del sol no logran despertar la naturaleza, envuelta por el frío, bajo cuyo manto, sin embargo, palpita la vida y comienza de nuevo la victoria del sol y del calor.

Los Padres de la Iglesia leían siempre el nacimiento de Cristo a la luz de toda la obra redentora, que tiene su culmen en el Misterio pascual. La Encarnación del Hijo de Dios se presenta no sólo como el principio y la condición de la salvación, sino también como la presencia misma del Misterio de nuestra salvación: Dios se hace hombre, nace niño como nosotros, toma nuestra carne para vencer la muerte y el pecado. Dos textos significativos de san Basilio lo ilustran bien. San Basilio decía a los fieles: «Dios asume la carne precisamente para destruir la muerte escondida en ella. Como los antídotos de un veneno, una vez ingeridos, anulan sus efectos, y como las tinieblas de una casa se disipan a la luz del sol, así la muerte que dominaba sobre la naturaleza humana fue destruida por la presencia de Dios. Y como el hielo permanece sólido en el agua mientras dura la noche y reinan las tinieblas, pero al calor del sol inmediatamente se deshace, así la muerte que había reinado hasta la venida de Cristo, en cuanto apareció la gracia de Dios Salvador y surgió el sol de justicia, “fue absorbida en la victoria” (1 Co 15, 54), al no poder coexistir con la Vida» (Homilía sobre el nacimiento de Cristo, 2: PG 31, 1461). El mismo san Basilio, en otro texto, dirigía esta invitación: «Celebremos la salvación del mundo, el nacimiento del género humano. Hoy quedó perdonada la culpa de Adán. Ya no debemos decir: “Eres polvo y al polvo volverás” (Gn 3, 19), sino: “unido a aquel que ha venido del cielo, serás admitido en el cielo”» (Homilía sobre el nacimiento de Cristo, 6: PG 31, 1473).

En la Navidad encontramos la ternura y el amor de Dios que se inclina hasta nuestros límites, hasta nuestras debilidades, hasta nuestros pecados, y se abaja hasta nosotros. San Pablo afirma que Jesucristo «siendo de condición divina, (...) se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres» (Flp 2, 6-7). Contemplemos la cueva de Belén: Dios se abaja hasta ser recostado en un pesebre, que ya es preludio del abajamiento en la hora de su pasión. El culmen de la historia de amor entre Dios y el hombre pasa a través del pesebre de Belén y el sepulcro de Jerusalén.


Queridos hermanos y hermanas, vivamos con alegría la Navidad que se acerca. Vivamos este acontecimiento maravilloso: el Hijo de Dios nace también «hoy»; Dios está verdaderamente cerca de cada uno de nosotros y quiere encontrarnos, quiere llevarnos a él. Él es la verdadera luz, que disipa y disuelve las tinieblas que envuelven nuestra vida y la humanidad. Vivamos el Nacimiento del Señor contemplando el camino del inmenso amor de Dios que nos la elevado hasta él a través del Misterio de Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección de su Hijo, pues, como afirma san Agustín, «en [Cristo] la divinidad del Unigénito se hizo partícipe de nuestra mortalidad, para que nosotros fuéramos partícipes de su inmortalidad» (Epistola 187, 6, 20: PL 33, 839-840). Sobre todo contemplemos y vivamos este Misterio en la celebración de la Eucaristía, centro de la Santa Navidad; en ella se hace presente de modo real Jesús, verdadero Pan bajado del cielo, verdadero Cordero sacrificado por nuestra salvación.

A todos vosotros y a vuestras familias deseo que celebréis una Navidad verdaderamente cristiana, de modo que incluso las felicitaciones que os intercambiéis en ese día sean expresión de la alegría de saber que Dios está cerca de nosotros y quiere recorrer con nosotros el camino de la vida.
(Benedícto XVI
La santa Navidad







(Lector 4:)

6. REFLEXIÓN

Siempre hay tiempo para evangelizar, para transmitir la Buena Nueva. Busca que los regalos que realices sean siempre para sembrar y hacer crecer en don de la fe en las personas. Regala un Misterio (imágenes de María, José y el Niño), o piezas del Nacimiento (Belén), una decoración navideña, especialmente con los hogares jóvenes que se van formando.








(Todos:)

7. ORACIÓN AL NIÑO

Niñito Jesús,
ven, no tardes más,
purifica nuestros corazones,
aleja las insidias del maligno que azotan a nuestro mundo.
Baja del cielo a mi corazón.







(Todos:)

8. ORACIÓN FINAL

La comunión que hemos recibido, Señor, sea para nosotros fuerza de fortaleza; así, enriquecidos por nuestras buenas obras, podremos salir al encuentro de Cristo y recibir un día de sus manos el premio de los gozos eternos.

Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(Misal romano. 
Oración después de la comunión. 
Día 22 diciembre)




(Todos:)

9. VILLANCICO

Levántate, que está llegando
(Cesáreo Gabaráin)

Levántate, que está llegando... El Señor viene ya.
Levántate, que está llegando... El Señor viene ya.

1. Nos traerá su resplandor, nos traerá la luz la paz.
Nos traerá su resplandor, nos traerá la luz la paz.

2. En el Señor confiare, Él nos dará la salvación.
En el Señor confiare, Él nos dará la salvación.

3. Al mismo Dios recibiré, en mi interior se sembrará.
Al mismo Dios recibiré, en mi interior se sembrará.

4. Lo prometió, lo cumplirá... El Dios de amor nos salvará.
Lo prometió, lo cumplirá... El Dios de amor nos salvará.



Pd:
Te dejo otros cantos de Adviento y Navidad, por si quieres elegir otros...

- CANTI. AVVENTO !! CANTOS : ADVIENTO (several languages)


- CANTOS. VILLANCICOS (Several languages)











NOVENA DE NAVIDAD. DÍA 6º. 21 de diciembre

 




NOVENA DE NAVIDAD
- DÍA 21 DE DICIEMBRE -
  


(Todos:)
1. VILLANCICO

Oh! blanca Navidad

OH, BLANCA NAVIDAD, SUEÑO,
Y CON LA NIEVE ALREDEDOR.
BLANCA ES MI QUIMERA,
Y ES MENSAJERA DE PAZ 
Y DE PURO AMOR.

2. Oh, blanca Navidad, nieve,
un blanco sueño y un cantar.
Recordar tu infancia, podrás
Al llegar la blanca Navidad.

VIDEO
VIDEO
VIDEO



(Todos:)

2. ORACIÓN

Llave de David y cetro de la casa de Israel,
tú, que reinas sobre el mundo,
ven a libertar a los que en tinieblas te esperan.
Ven pronto, Señor. ¡Ven Salvador!

¡Oh Sol naciente, Esplendor de la luz eterna
y Sol de justicia,
ven a iluminar a los que yacen en sombras de muerte!
Ven pronto, Señor. ¡Ven Salvador!

Rey de las naciones y Piedra angular de la Iglesia. 

Tú, que unes a los pueblos,
ven a libertar a los hombres que has creado.
Ven pronto, Señor. ¡Ven Salvador!


¡Oh Enmanuel,
nuestro Rey, Salvador de las naciones,
esperanza de los pueblos,
ven a libertarnos, Señor; no tardes ya!
Ven pronto, Señor. ¡Ven Salvador!

(De las antífonas mayores)






(Lector 1:)

3. LECTURA BÍBLICA


Lectura del santo Evangelio según San Lucas. 1, 39-45.

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú, que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.





(Lector 2:)

4. PETICIONES A MARÍA Y JOSÉ

Respondemos:

Ven Señor, no tardes que ansiamos tu venida.

- María y José, enséñennos a construir familias en la cotidianidad de la vida...

- María y José, formen nuestros corazones para poder recibir al Niño Dios...

- María y José, consuelen a todos aquellos que han perdido seres queridos...






(Lector 3:)

5. LECTURA ESPIRITUAL

Nos acercamos, llenos de emoción y de estupor, al «lugar» donde para nosotros y para nuestra salvación comenzó todo, donde todo encontró cumplimiento, donde se encontraron y cruzaron las expectativas del mundo y del corazón humano con la presencia de Dios. Ya podemos saborear desde ahora la alegría por esa pequeña luz que se vislumbra, que desde la cueva de Belén comienza a irradiarse por el mundo. En el camino del Adviento, que la liturgia nos ha invitado a vivir, hemos sido acompañados a acoger con disponibilidad y reconocimiento el gran acontecimiento de la venida del Salvador y a contemplar llenos de admiración su entrada en el mundo.

La espera gozosa, característica de los días que preceden la santa Navidad, ciertamente es la actitud fundamental del cristiano que desea vivir con fruto el renovado encuentro con Aquel que viene a poner su morada entre nosotros: Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre. Encontramos esta disposición del corazón, y la hacemos nuestra, en aquellos que fueron los primeros en acoger la venida del Mesías: Zacarías e Isabel, los pastores, el pueblo sencillo y especialmente, María y José, quienes experimentaron en primera persona la conmoción, pero sobre todo la alegría por el misterio de ese nacimiento. Todo el Antiguo Testamento constituye una única gran promesa, que debía cumplirse con la venida de un salvador poderoso. Nos da testimonio de ello en particular el libro del profeta Isaías, el cual nos habla del sufrimiento de la historia y de toda la creación por una redención destinada a dar nuevas energías y nueva orientación al mundo entero. Así, junto a la espera de los personajes de las Sagradas Escrituras, encuentra espacio y significado, a lo largo de los siglos, también nuestra espera, la que en estos días estamos experimentando y la que nos mantiene despiertos durante todo el camino de nuestra vida. En efecto, toda la existencia humana está animada por este profundo sentimiento, por el deseo de que lo más verdadero, lo más bello y lo más grande que hemos vislumbrado e intuido con la mente y el corazón, nos salga al encuentro y ante nuestros ojos se haga concreto y nos vuelva a levantar.

«Muy pronto vendrá el Señor, que domina los pueblos, y se llamará Emmanuel, porque tenemos a Dios con nosotros» (Antífona de entrada, santa misa del 21 de diciembre). En estos días repetimos con frecuencia estas palabras. En el tiempo de la liturgia, que actualiza el Misterio, ya está a las puertas Aquel que viene a salvarnos del pecado y de la muerte, Aquel que, después de la desobediencia de Adán y Eva, nos abraza de nuevo y nos abre de par en par el acceso a la vida verdadera. Lo explica san Ireneo, en su tratado «Contra las herejías», cuando afirma: «El Hijo mismo de Dios entró “en una carne semejante a la del pecado” (Rm 8, 3) para condenar el pecado, y, una vez condenado, excluirlo completamente del género humano. Llamó al hombre a ser semejante a él, lo hizo imitador de Dios, lo puso en el camino que indicó el Padre a fin de que pudiera ver a Dios, y le dio como don al Padre mismo» (III, 20, 2-3).

Se nos presentan algunas de las ideas preferidas de san Ireneo: Dios con el Niño Jesús nos llama a ser semejantes a él. Vemos cómo es Dios. Y así nos recuerda que deberíamos ser semejantes a Dios. Y debemos imitarlo. Dios se ha donado, Dios se ha dado en nuestras manos. Debemos imitar a Dios. Y, por último, la idea de que así podemos ver a Dios. Una idea central de san Ireneo: el hombre no ve a Dios, no puede verlo, y así está en la oscuridad sobre la verdad, sobre sí mismo. Pero el hombre, que no puede ver a Dios, puede ver a Jesús. Y así ve a Dios, así comienza a ver la verdad, así comienza a vivir.

El Salvador, por tanto, viene para reducir a la impotencia la obra del mal y todo lo que todavía puede mantenernos alejados de Dios, para devolvernos al antiguo esplendor y a la primitiva paternidad. Con su venida entre nosotros Dios nos indica y nos asigna también una tarea: precisamente la de ser semejantes a él y tender a la verdadera vida, la de llegar a la visión de Dios, en el rostro de Cristo. Afirma también san Ireneo: «El Verbo de Dios puso su morada entre los hombres y se hizo Hijo del hombre, para acostumbrar al hombre a percibir a Dios y para acostumbrar a Dios a poner su morada en el hombre según la voluntad del Padre. Por esto, Dios nos dio como “signo” de nuestra salvación a Aquel que, nacido de la Virgen, es el Emmanuel» (ib.). También aquí tenemos una idea central muy hermosa de san Ireneo: debemos acostumbrarnos a percibir a Dios. Dios normalmente está lejos de nuestra vida, de nuestras ideas, de nuestro actuar. Se ha acercado a nosotros y debemos acostumbrarnos a estar con Dios. San Ireneo con audacia se atreve a decir que también Dios debe acostumbrarse a estar con nosotros y en nosotros. Y que quizá Dios debería acompañarnos en Navidad; debemos acostumbrarnos a Dios, como Dios se debe acostumbrar a nosotros, a nuestra pobreza y fragilidad. Por eso, la venida del Señor no puede tener otro objetivo que el de enseñarnos a ver y a amar los acontecimientos, el mundo y todo lo que nos rodea, con los ojos mismos de Dios. El Verbo hecho niño nos ayuda a comprender el modo de actuar de Dios, para que seamos capaces de dejarnos transformar cada vez más por su bondad y por su infinita misericordia.

En la noche del mundo, dejémonos sorprender e iluminar de nuevo por este acto de Dios, totalmente inesperado: Dios se hace Niño. Dejémonos sorprender, iluminar por la Estrella que ha inundado de alegría el universo. Que el Niño Jesús, al llegar hasta nosotros, no nos encuentre desprevenidos, empeñados sólo en embellecer la realidad exterior. Que el cuidado que ponemos para que nuestras calles y nuestras casas sean más resplandecientes nos impulse todavía más a preparar nuestra alma para encontrarnos con Aquel que vendrá a visitarnos, que es la verdadera belleza y la verdadera luz. Purifiquemos, pues, nuestra conciencia y nuestra vida de lo que es contrario a esta venida: pensamientos, palabras, actitudes y acciones, espoleándonos a hacer el bien y a contribuir a realizar en nuestro mundo la paz y la justicia para cada hombre y a caminar así hacia el encuentro con el Señor.

El belén es un signo característico del tiempo navideño. También en la plaza de San Pedro, como es tradición, ya casi está listo e idealmente se asoma a Roma y a todo el mundo, representando la belleza del Misterio del Dios que se ha hecho hombre y ha puesto su morada entre nosotros (cf. Jn 1, 14). El belén es expresión de nuestra espera, que Dios se acerca a nosotros, que Cristo se acerca a nosotros, pero también es expresión de la acción de gracias a Aquel que ha decidido compartir nuestra condición humana, en la pobreza y en la sencillez. Me alegro porque permanece viva y, más aún, se renueva la tradición de preparar el belén en las casas, en los ambientes de trabajo, en los lugares de encuentro. Que este genuino testimonio de fe cristiana ofrezca también hoy a todos los hombres de buena voluntad un sugestivo icono del amor infinito del Padre hacia todos nosotros. Que los corazones de los niños y de los adultos se sorprendan de nuevo frente a él.

Queridos hermanos y hermanas, que la Virgen María y san José nos ayuden a vivir el Misterio de la Navidad con renovada gratitud al Señor. Que en medio de la actividad frenética de nuestros días, este tiempo nos dé un poco de calma y de alegría, y nos haga palpar la bondad de nuestro Dios, que se hace Niño para salvarnos y dar nueva valentía y nueva luz a nuestro camino. Este es mi deseo para una santa y feliz Navidad: lo dirijo con afecto a vosotros, aquí presentes, a vuestros familiares, en particular a los enfermos y a los que sufren, así como a vuestras comunidades y a vuestros seres queridos.
(Benedícto XVI
En el camino de Adviento








(Lector 4:)

6. REFLEXIÓN

Ya en nuestro 6º día de la novena de Navidad, las ciudades de nuestro mundo están llenas de luces navideñas. Es hermoso verlas y recrearnos en ellas. En un hemisferio de nuestro mundo habrá mucho frío y por el otro calor, pues, precisamente el Divino Niño, nos trae lo que cada uno necesita para ser mejor y más feliz. Si dejamos que nuestros corazones lo busquen y lo elijan siempre en nuestras vidas, es seguro que lo irradiaremos tanto como esas bellas luces navideñas que ya nos circundan e inundan.









(Todos:)

7. ORACIÓN AL NIÑO

Niñito Jesús,
ven, no tardes más,
purifica nuestros corazones,
aleja las insidias del maligno que azotan a nuestro mundo.
Baja del cielo a mi corazón.







(Todos:)

8. ORACIÓN FINAL

Que la participación en los divinos misterios sirva, Señor, de protección a tu pueblo, para que, entregado a tu servicio, obtenga en plenitud la salvación de alma y cuerpo. 

Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(Misal romano. 
Oración después de la comunión. 
Día 21 diciembre)




(Todos:)

9. CANTO DE ADVIENTO

Abre tu tienda al Señor
(P. Carmelo Erdozaín Gil)


ABRE TU TIENDA AL SEÑOR.
RECÍBELE DENTRO,
ESCUCHA SU VOZ.
ABRE TU TIENDA AL SEÑOR,
PREPARA TU FUEGO,
QUE LLEGA EL AMOR.


1. El Adviento es esperanza,
la esperanza, salvación,
ya se acerca el Señor.
Preparemos los caminos,
los caminos del amor,
escuchemos su voz.


2. Que se rompan las cadenas,
que se cante libertad,
el Señor nos va a salvar.
Sanará nuestras heridas,
nuestro miedo y soledad,
Él será nuestra paz.


3. Por la ruta de los pobres,
va María, va José,
van camino de Belén.
En sus ojos mil estrellas,
en su seno Emmanuel,
Él será nuestro Rey.
VIDEO
VIDEO
VIDEO


Pd:
Te dejo otros cantos de Adviento y Navidad, por si quieres elegir otros...

- CANTI. AVVENTO !! CANTOS : ADVIENTO (several languages)


- CANTOS. VILLANCICOS (Several languages)