Sin dudas, ...¡eres Padre!!..

Sin dudas, ...¡eres Padre!!..
..y maravillosamente sorprendente, siempre eres NOVEDAD!!...SIN DUDA ERES PADRE!!...

jueves, 25 de enero de 2018

¿Cómo no te voy querer?.. ¿cómo no te voy a querer?... si eres el Papa #Francisco, Vicario de Cristo.... ¡que nos viene a ver!!... #PERÚ


¡Unidos por la esperanza!!..
(LINK)


¿Cómo no te voy querer?..
¿cómo no te voy a querer?...
si eres el Papa Francisco,
Vicario de Cristo....
¡que nos viene a ver!!...



Si querido Papa Francisco,
este es el estribillo que te cantó toda la nación peruana este 18,19,20 y 21 de enero del 2018.
Nuestras retinas,
nuestros oídos,
y yo diría...
nuestros corazones han grabado estos días que son toda una invitación a : 
¡vivir siempre de cara a Dios!!..
¡gracias!!...
porque nos ayudas a vivir nuestra vocación..
porque simplemente...
nos has confirmado en le Fe en el Dios Uno y Trino!!!
y porque...
has evidenciado la unidad de la Iglesia de Cristo,
en sus múltiples diferencias, carencias, errores, triunfos y... 
¡anhelos y luchas por la santidad!!...

La nación peruana de la mano del Cristo de los milagros te dice hoy y siempre:

,TU ES PETRUS!! ...  (LINK)
¡TU ERES PEDRO!!..




I. Lo que dijo Papa Francisco :

A la nación peruana,
a los políticos,
a los jóvenes,
al mundo consagrado,
a la Iglesia del Perú,
a las familias del Perú y del mundo entero...




Fuente bibliográfica:
(Several Languages)


DÍA 18 :
1. Viaje apostólico a Perú: Ceremonia de bienvenida
Aeropuerto Internacional de Lima
17.20 h







DÍA 19 :


2. Viaje apostólico a Perú: Encuentro con los pueblos de la Amazonia
Coliseo Regional Madre de Dios (Puerto Maldonado)
10.30 h






3. Viaje apostólico a Perú: Encuentro con la población
Instituto Jorge Basadre Grohmann (Puerto Maldonado)
11.30 h







4. Viaje apostólico a Perú: Visita a la casa hogar El Principito
Puerto Maldonado
12.15 h





5. Viaje apostólico a Perú: Encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático
Patio de Honor del Palacio de Gobierno (Lima)
16.45 h


6. Viaje apostólico a Perú: Santa Misa
Explanada de la playa de Huanchaco (Trujillo)
10.00 h





7. Viaje apostólico a Perú: Encuentro con sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas de las circunscripciones del norte
Colegio Seminario San Carlos y San Marcelo (Trujillo)
15.30 h





8. Viaje apostólico a Perú: Celebración Mariana en honor de la Virgen de la Puerta
Plaza de Armas (Trujillo)
16.45 h




DÍA 21:

9.Viaje apostólico a Perú: Rezo de la hora tercia con religiosas de vida contemplativa
Santuario del Señor de los Milagros (Lima)
ore 9.15




10. Viaje apostólico a Perú: Oración ante las reliquias de los santos peruanos
Catedral de Lima
10.30 h



11. Viaje apostólico a Perú: Encuentro con los obispos
Palacio Arzobispal (Lima)
10.50 h


12. Viaje apostólico a Perú: Ángelus
Plaza de Armas (Lima)
LINK : Ángelus

Audio - Video . VATICAN NEWS

                     

13. Viaje apostólico a Perú: Santa Misa
Base Aérea de Las Palmas (Lima)
16.15 h
LINK : Santa Misa.


Audio .VATICAN NEWS


14. Viaje apostólico a Perú: Ceremonia de despedida
Aeropuerto de Lima
18.30 h

LINK: DESPEDIDA







15. Viaje apostólico a Chile y Perú: Conferencia de prensa del Santo Padre durante el vuelo de regreso a Roma









16. LINK : Il Papa rientrato dopo il viaggio in Cile e Perù. Subito il ringraziamento alla Salus Populi Romani




17. LINK : Pope Francis General Audience 2018-01-24




18. Links de interés:
Conferencia Episcopal Peruana
Arzobispado de Lima




II. Twitts de Papa FRANCISCO en estos días :

















III. VATICAN NEWS :

LINKS : VIDEOS














IV. Los grandes detalles de FRANCISCO :

1. News Tv2000 :



2. Oración en la Capilla Militar del Aeropuerto de Lima.

ZENIT : Perú: Francisco aprovecha cada ocasión para rezar





3. Zenit :

4. News Tv2000 :
La storia di Danielita e del suo incontro con Papa Francesco durante il viaggio in Perù 








V. Lo que dijo la prensa nacional sobre la Visita Papal :


 










VI. Lo que dijo la prensa internacional de esta visita :


Tg2000 il Post:
"Le più belle immagini del viaggio in Cile e Perù di Papa Francesco"













Speciale Diario di Papa Francesco :
Viaggio in Cile e Perù 18/01/2018



Speciale Diario di Papa Francesco – Viaggio in Cile e Perù 7° Giorno 21/01/2018




Speciale Diario di Papa Francesco – Viaggio in Cile e Perù 6° Giorno 20/01/2018




Speciale Diario di Papa Francesco – Viaggio in Cile e Perù 5° Giorno 19/01/2018





Speciale Diario di Papa Francesco – Viaggio in Cile e Perù 4° Giorno 18/01/2018





VATICAN NEWS :

El Papa en Perú, un tsunami espiritual. Entrevista al padre Campos Aguilar




VII. Periodismo de investigación :

News Tv2000 :


News Tv2000 :



News Tv2000 :




News Tv2000 :



News Tv2000 :



News Tv2000 :



News Tv2000 :




Today - Perù, la fatica di crescere - Puntata del 22 gennaio 2018 :


VIII. Tweeter :




















Queridos amigos :
¡Un gracias profundo!!..:



a todos y a cada uno de ustedes que hicieron posible esta hermosa e inolvidable manifestación de la fe del pueblo peruano...



fue hermoso ver a tantos jóvenes....



pero no sólo jóvenes sino ancianos de más de 80 años..que llegaban a escuchar el mensaje del Vicario de Cristo...


- a ti pueblo peruano, que desde la noche anterior a la Santa Misa Papal en la Base Aérea de las Palmas... ibas llegando paulatinamente sorprendiéndome en cada momento y completamente extasiada por vuestra FE.






- a todos los alcaldes del país que evidenciaron su fe con una cooperación plena en esta Visita Papal. No puedo dejar de mencionar al sr. alcalde Eduardo Bless, del distrito de San Miguel, del cuál todos conocemos su amor a Dios, al sr. alcalde de Magdalena del Mar, al sr. alcalde del distrito de Surco, al sr. alcalde de la ciudad de Lima, de la ciudad de Trujillo, Puerto Maldonado, etc.



- al Gobierno del país que han contribuido para vivir hermosamente este fin de semana Papal.


- ¡y mil gracias!!..
a las Fuerzas Armadas y Policiales del país, y a todas sus instancias, 

                   




fue hermoso ver vuestra presencia en todos los actos del Santo Padre,..



fue hermoso verlos allí,..

- y a todo el mundo consagrado del país :






a la Conferencia Episcopal Peruana,
al arzobispado de Lima, Trujillo y al vicariato apostólico de Puerto Maldonado,
a todo el clero diocesano,
a todos los institutos de vida consagrada..
que con sus detalles hicieron inolvidable estos días con Papa Francisco entre nosotros...




- y bueno,
a P. Luis Gaspar, sacerdote diocesano, responsable general de la organización de esta visita y a todo el equipo organizador...
¡los acompañamos con nuestras oraciones!!..

Y a ti Padre Dios...
gracias, gracias por tu ayuda,
por tu mirada constante que cuida de nosotros..
y por esta gran oportunidad de fortalecernos en la FE...
a través del "Dulce Cristo"...
entre nosotros...
y especialmente por cada una de sus palabras...





¿Cómo no te voy querer?..
¿cómo no te voy a querer?...
si eres el Papa Francisco,
Vicario de Cristo....

¡que nos viene a ver!!...


A los pies de esta imagen de la Madre de Dios, Papa Francisco,
se cambia del auto que lo traía del aeropuerto y toma el papamóvil
y así iniciar su saludo oficial al pueblo peruano

Queridos amigos:
a continuación les dejo las palabras de Papa Francisco en texto,
ruego a Dios que tengan una santa, hermosa y audaz lectura espiritual...
para que motivados por sus mensajes,
luchemos por alcanzar sociedades justas y saludables...
que precisamente son justas y saludables...
porque supieron descubrir y acoger
el Amor de Dios Padre...
que se hace presente en cada uno de nuestros días..
¡qué sepan disfrutar este don!!!...

Con el inmenso cariño de siempre..

vuestra hermana... María Gladys.vc

TEXTOS :


VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD FRANCISCO A CHILE Y PERÚ
(15-22 DE ENERO DE 2018)

1. ENCUENTRO CON LOS PUEBLOS DE LA AMAZONIA

DISCURSO DEL SANTO PADRE

Coliseo Madre de Dios (Puerto Maldonado)
Viernes, 19 de enero de 2018

Queridos hermanos y hermanas:

Junto a ustedes me brota el canto de san Francisco: «Alabado seas, mi Señor». Sí, alabado seas por la oportunidad que nos regalas con este encuentro. Gracias Mons. David Martínez de Aguirre Guinea, señorHéctor, señora Yésica y señora María Luzmila por sus palabras de bienvenida y por sus testimonios. En ustedes quiero agradecer y saludar a todos los habitantes de Amazonia.

Veo que han venido de los diferentes pueblos originarios de la Amazonia: Harakbut, Esse-ejas, Matsiguenkas, Yines, Shipibos, Asháninkas, Yaneshas, Kakintes, Nahuas, Yaminahuas, Juni Kuin, Madijá, Manchineris, Kukamas, Kandozi, Quichuas, Huitotos, Shawis, Achuar, Boras, Awajún, Wampís, entre otros. También veo que nos acompañan pueblos procedentes del Ande que se han venido a la selva y se han hecho amazónicos. He deseado mucho este encuentro. Quise empezar por aquí la visita a Perú. Gracias por vuestra presencia y por ayudarnos a ver más de cerca, en vuestros rostros, el reflejo de esta tierra. Un rostro plural, de una variedad infinita y de una enorme riqueza biológica, cultural, espiritual. Quienes no habitamos estas tierras necesitamos de vuestra sabiduría y conocimiento para poder adentrarnos, sin destruir, el tesoro que encierra esta región, y se hacen eco las palabras del Señor a Moisés: «Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa» (Ex 3,5).

Permítanme una vez más decir: ¡Alabado seas Señor por esta obra maravillosa de tus pueblos amazónicos y por toda la biodiversidad que estas tierras envuelven!

Este canto de alabanza se entrecorta cuando escuchamos y vemos las hondas heridas que llevan consigo la Amazonia y sus pueblos. Y he querido venir a visitarlos y escucharlos, para estar juntos en el corazón de la Iglesia, unirnos a sus desafíos y con ustedes reafirmar una opción sincera por la defensa de la vida, defensa de la tierra y defensa de las culturas.

Probablemente los pueblos originarios amazónicos ORIGINARIOS nunca hayan estado tan amenazados en sus territorios como lo están ahora. La Amazonia es tierra disputada desde varios frentes: por una parte, el neo-extractivismo y la fuerte presión por grandes intereses económicos que apuntan su avidez sobre petróleo, gas, madera, oro, monocultivos agroindustriales. Por otra parte, la amenaza contra sus territorios también viene CON por la perversión de ciertas políticas que promueven la «conservación» de la naturaleza sin tener en cuenta al ser humano y, en concreto, a ustedes hermanos amazónicos que habitan en ellas. Sabemos de movimientos que, en nombre de la conservación de la selva, acaparan grandes extensiones de bosques y negocian con ellas generando situaciones de opresión a los pueblos originarios para quienes, de este modo, el territorio y los recursos naturales que hay en ellos se vuelven inaccesibles. Esta problemática provoca asfixia a sus pueblos y migración de las nuevas generaciones ante la falta de alternativas locales. Hemos de romper con el paradigma histórico que considera la Amazonia como una despensa inagotable de los Estados sin tener en cuenta a sus habitantes.

Considero imprescindible realizar esfuerzos para generar espacios institucionales de respeto, reconocimiento y diálogo con los pueblos nativos; asumiendo y rescatando la cultura, lengua, tradiciones, derechos y espiritualidad que les son propias. Un diálogo intercultural en el cual ustedes sean los «principales interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes proyectos que afecten a sus espacios»[1]. El reconocimiento y el diálogo será el mejor camino para transformar las históricas relaciones marcadas por la exclusión y la discriminación.

Como contraparte, es justo reconocer que existen iniciativas esperanzadoras que surgen de vuestras bases mismas y de vuestras organizaciones, y propician que sean los propios pueblos originarios y comunidades los guardianes de los bosques, y que los recursos que genera la conservación de los mismos revierta en beneficio de sus familias, en la mejora de sus condiciones de vida, en la salud y educación de sus comunidades. Este «buen hacer» va en sintonía con las prácticas del «buen vivir» que descubrimos en la sabiduría de nuestros pueblos. Y permítanme decirles que si, para algunos, ustedes son considerados un obstáculo o un «estorbo», en verdad, ustedes con su vida son un grito a la conciencia de un estilo de vida que no logra dimensionar los costes del mismo. Ustedes son memoria viva de la misión que Dios nos ha encomendado a todos: cuidar la Casa Común.

La defensa de la tierra no tiene otra finalidad que no sea la defensa de la vida. Sabemos del sufrimiento que algunos de ustedes padecen por los derrames de hidrocarburos que amenazan seriamente la vida de sus familias y contaminan su medio natural.

Paralelamente, existe otra devastación de la vida que viene acarreada con esta contaminación ambiental propiciada por la minería ilegal. Me refiero a la trata de personas: la mano de obra esclava o el abuso sexual. La violencia contra las adolescentes y contra las mujeres es un clamor que llega al cielo. «Siempre me angustió la situación de los que son objeto de las diversas formas de trata de personas. Quisiera que se escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: “¿Dónde está tu hermano?” (Gn 4,9). ¿Dónde está tu hermano esclavo? [...] No nos hagamos los distraídos ni miremos para otra parte. Hay mucha complicidad. ¡La pregunta es para todos!»[2].

Cómo no recordar a santo Toribio cuando constataba con gran pesar en el tercer Concilio Limense «que no solamente en tiempos pasados se les hayan hecho a estos pobres tantos agravios y fuerzas con tanto exceso, sino también hoy muchos procuran hacer lo mismo…» (Ses. III, c.3). Por desgracia, después de cinco siglos estas palabras siguen siendo actuales. Las palabras proféticas de aquellos hombres de fe —como nos lo han recordado Héctor y Yésica—, son el grito de esta gente, que muchas veces está silenciada o se les quita la palabra. Esa profecía debe permanecer en nuestra Iglesia, que nunca dejará de clamar por los descartados y por los que sufren.

De esta preocupación surge la opción primordial por la vida de los más indefensos. Estoy pensando en los pueblos a quienes se refiere como «Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario» (PIAV). Sabemos que son los más vulnerables de entre los vulnerables. El rezago de épocas pasadas los obligó a aislarse hasta de sus propias etnias, emprendieron una historia de cautiverio en los lugares más inaccesibles del bosque para poder vivir en libertad. Sigan defendiendo a estos hermanos más vulnerables. Su presencia nos recuerda que no podemos disponer de los bienes comunes al ritmo de la avidez y del consumo. Es necesario que existan límites que nos ayuden a preservarnos de todo intento de destrucción masiva del hábitat que nos constituye.

El reconocimiento de estos pueblos —que nunca pueden ser considerados una minoría, sino auténticos interlocutores— así como de todos los pueblos originarios nos recuerda que no somos los poseedores absolutos de la creación. Urge asumir el aporte esencial que le brindan a la sociedad toda, no hacer de sus culturas una idealización de un estado natural ni tampoco una especie de museo de un estilo de vida de antaño. Su cosmovisión, su sabiduría, tienen mucho que enseñarnos a quienes no pertenecemos a su cultura. Todos los esfuerzos que hagamos por mejorar la vida de los pueblos amazónicos serán siempre pocos.

Son preocupantes las noticias que llegan sobre el avance de algunas enfermedades. Asusta el silencio porque mata. Con el silencio no generamos acciones encaminadas a la prevención, sobre todo de adolescentes y jóvenes, ni tratamos a los enfermos, condenándolos a la exclusión más cruel. Pedimos a los Estados que se implementen políticas de salud intercultural que tengan en cuenta la realidad y cosmovisión de los pueblos, promoviendo profesionales de su propia etnia que sepan enfrentar la enfermedad desde su propia cosmovisión. Y como lo he expresado en Laudato si’, una vez más es necesario alzar la voz a la presión que organismos internacionales hacen sobre ciertos países para que promuevan políticas de reproducción esterilizantes. Estas se ceban de una manera más incisiva en las poblaciones aborígenes. Sabemos que se sigue promoviendo en ellas la esterilización de las mujeres, en ocasiones con desconocimiento de ellas mismas.

La cultura de nuestros pueblos es un signo de vida. La Amazonia, además de ser una reserva de la biodiversidad, es también una reserva cultural que debe preservarse ante los nuevos colonialismos. La familia es —como digo una de ustedes— y ha sido siempre la institución social que más ha contribuido a mantener vivas nuestras culturas. En momentos de crisis pasadas, ante los diferentes imperialismos, la familia de los pueblos originarios ha sido la mejor defensa de la vida. Se nos pide un especial cuidado para no dejarnos atrapar por colonialismos ideológicos disfrazados de progreso que poco a poco ingresan dilapidando identidades culturales y estableciendo un pensamiento uniforme, único… y débil. Escuchen a los ancianos, por favor. Ellos tienen una sabiduría que les pone en contacto con lo trascendente y les hace descubrir lo esencial de la vida. No nos olvidemos que «la desaparición de una cultura puede ser tanto o más grave que la desaparición de una especie animal o vegetal»[3]. Y la única manera de que las culturas no se pierdan es que se mantengan en dinamismo, en constante movimiento. ¡Qué importante es lo que nos decían Yésica y Héctor: «queremos que nuestros hijos estudien, pero no queremos que la escuela borre nuestras tradiciones, nuestras lenguas, no queremos olvidarnos de nuestra sabiduría ancestral»!

La educación nos ayuda a tender puentes y a generar una cultura del encuentro. La escuela y la educación de los pueblos originarios debe ser una prioridad y compromiso del Estado; compromiso integrador e inculturado que asuma, respete e integre como un bien de toda la nación su sabiduría ancestral, y así nos lo señalaba María Luzmila.

Pido a mis hermanos obispos que, como se viene haciendo incluso en los lugares más alejados de la selva, sigan impulsando espacios de educación intercultural y bilingüe en las escuelas y en los institutos pedagógicos y universidades[4]. Felicito las iniciativas que desde la Iglesia Amazónica peruana se llevan a cabo para la promoción de los pueblos originarios: escuelas, residencias de estudiantes, centros de investigación y promoción como el Centro Cultural José Pío Aza, el CAAAP y el CETA, novedosos e importantes espacios universitarios interculturales como el NOPOKI, dirigidos expresamente a la formación de los jóvenes de las diversas etnias de nuestra Amazonia.

Felicito también a todos aquellos jóvenes de los pueblos originarios que se esfuerzan por hacer, desde el propio punto de vista, una nueva antropología y trabajan por releer la historia de sus pueblos desde su perspectiva. También felicito a aquellos que, por medio de la pintura, la literatura, la artesanía, la música, muestran al mundo su cosmovisión y su riqueza cultural. Muchos han escrito y hablado sobre ustedes. Está bien, que ahora sean ustedes mismos quienes se autodefinan y nos muestren su identidad. Necesitamos escucharles.

Queridos hermanos de la Amazonia, ¡cuántos misioneros y misioneras se han comprometido con sus pueblos y han defendido sus culturas! Lo han hecho inspirados en el Evangelio. Cristo también se encarnó en una cultura, la hebrea, y a partir de ella, se nos regaló como novedad a todos los pueblos de manera que cada uno, desde su propia identidad, se sienta autoafirmado en Él. No sucumban a los intentos que hay por desarraigar la fe católica de sus pueblos[5]. Cada cultura y cada cosmovisión que recibe el Evangelio enriquece a la Iglesia con la visión de una nueva faceta del rostro de Cristo. La Iglesia no es ajena a vuestra problemática y a vuestras vidas, no quiere ser extraña a vuestra forma de vida y organización. Necesitamos que los pueblos originarios moldeen culturalmente las Iglesias locales amazónicas. Y al respecto, me dio mucha alegría escuchar que uno de los trozos de Laudato si’fuera leído por un diácono permanente de vuestra cultura. Ayuden a sus obispos, ayuden a sus misioneros y misioneras, para que se hagan uno con ustedes, y de esa manera dialogando entre todos, puedan plasmar una Iglesia con rostro amazónico y una Iglesia con rostro indígena. Con este espíritu convoqué el Sínodo para la Amazonia en el año 2019, cuya primera reunión, como Consejo pre-sinodal, será aquí, hoy, esta tarde.

Confío en la capacidad de resiliencia de los pueblos y su capacidad de reacción ante los difíciles momentos que les toca vivir. Así lo han demostrado en los diferentes embates de la historia, con sus aportes, con su visión diferenciada de las relaciones humanas, con el medio ambiente y con la vivencia de la fe.

Rezo por ustedes y por su tierra bendecida por Dios, y les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí.

Muchas gracias.

Tinkunakama (Quechua: Hasta un próximo encuentro).

[1] Carta enc. Laudato si’, 146.

[2] Exhort. ap. Evangelii gaudium, 211.

[3] Carta enc. Laudato si’, 145.

[4] Cf. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de Aparecida (29 junio 2007), 530.

[5] Cf. ibíd., 531.






2. ENCUENTRO CON LA POBLACIÓN

SALUDO DEL SANTO PADRE

Instituto Jorge Basadre Grohmann (Puerto Maldonado)
Viernes, 19 de enero de 2018

Queridos hermanos y hermanas:

Veo que han venido no sólo de los rincones de esta Amazonia peruana, sino también de los Andes y de otros países vecinos. ¡Qué linda imagen de la Iglesia que no conoce fronteras y en la que todos los pueblos pueden encontrar un lugar! Cuánto necesitamos de estos momentos donde poder encontrarnos y, más allá de la procedencia, animarnos a generar una cultura del encuentro que nos renueva en la esperanza.

Gracias Mons. David, por sus palabras de bienvenida. Gracias Arturo y Margarita por compartir con todos nosotros sus vivencias. Nos decían ellos: «Nos visita en esta tierra tan olvidada, herida y marginada… pero no somos la tierra de nadie». Gracias por decirlo: no somos tierra de nadie. Y es algo que hay que decirlo con fuerza: ustedes no son tierra de nadie. Esta tierra tiene nombres, tiene rostros: los tiene a ustedes.

Esta región está llamada con ese bellísimo nombre: Madre de Dios. No puedo dejar de hacer mención de María, joven muchacha que vivía en una aldea lejana, perdida, considerada también por tantos como «tierra de nadie». Allí recibió el saludo y la invitación más grande que una persona pueda experimentar: ser la Madre de Dios; hay alegrías que sólo las pueden escuchar los pequeños.[1]

Ustedes tienen en María, no sólo un testimonio a quien mirar, sino una Madre y donde hay madre no está ese mal terrible de sentir que no le pertenecemos a nadie, ese sentimiento que nace cuando comienza a desaparecer la certeza de que pertenecemos a una familia, a un pueblo, a una tierra, a nuestro Dios. Queridos hermanos, lo primero que me gustaría transmitirles —y lo quiero hacer con fuerza— es que ¡esta no es una tierra huérfana, es la tierra de la Madre! Y, si hay madre, hay hijos, hay familia y hay comunidad. Y donde hay madre, familia y comunidad, no podrán desaparecer los problemas, pero seguro que se encuentra la fuerza para enfrentarlos de una manera diferente.

Es doloroso constatar cómo hay algunos que quieren apagar esta certeza y volver a Madre de Dios una tierra anónima, sin hijos, una tierra infecunda. Un lugar fácil de comercializar y explotar. Por eso nos hace bien repetir en nuestras casas, comunidades y en lo hondo del corazón de cada uno: ¡Esta no es una tierra huérfana! ¡Tiene Madre! Esta buena noticia se va transmitiendo de generación en generación gracias al esfuerzo de tantos que comparten este regalo de sabernos hijos de Dios y nos ayuda a reconocer al otro como hermano.

En varias ocasiones me he referido a la cultura del descarte. Una cultura que no se conforma solamente con excluir, como estábamos acostumbrados a ver, sino que avanzó silenciando, ignorando y desechando todo lo que no le sirve a sus intereses; pareciera que el consumismo alienante de algunos no logra dimensionar el sufrimiento asfixiante de otros. Es una cultura anónima, sin lazos y sin rostros, la cultura del descarte. Es una cultura sin madre que lo único que quiere es consumir. Y la tierra es tratada dentro de esta lógica. Los bosques, ríos y quebradas son usados, utilizados hasta el último recurso y luego dejados baldíos e inservibles. Las personas son tratadas también con esta lógica: son usadas hasta el cansancio y después dejadas como «inservibles». Esta es la cultura del descarte, se descarta a los chicos, se descarta a los ancianos. Allí, saliendo, cuando hice el recorrido hay una abuela de 97 años, ¿vamos a descartar a la abuela, qué les parece? No, porque la abuela es la sabiduría de un pueblo. ¡Un aplauso a la abuela de 97 años!

Pensando en estas cosas permítanme detenerme en un tema doloroso. Nos acostumbramos a utilizar el término «trata de personas». Al llegar a Puerto Maldonado, en el aeropuerto vi un cartel que me llamó la atención gratamente: “Está atento contra la trata”. Se ve que están tomando conciencia. Pero en realidad deberíamos hablar de esclavitud: esclavitud para el trabajo, esclavitud sexual, esclavitud para el lucro. Duele constatar cómo en esta tierra, que está bajo el amparo de la Madre de Dios, tantas mujeres son tan desvaloradas, menospreciadas y expuestas a un sinfín de violencias. No podemos «naturalizar» la violencia, tomarla como algo natural. No, no se naturaliza la violencia hacia las mujeres, sosteniendo una cultura machista que no asume el rol protagónico de la mujer dentro de nuestras comunidades. No nos es lícito mirar para otro lado, hermanos, y dejar que tantas mujeres, especialmente adolescentes sean «pisoteadas» en su dignidad.

Varias personas han emigrado hacia la Amazonia buscando techo, tierra y trabajo. Vinieron buscando un futuro mejor para sí mismas y para sus familias. Abandonaron sus vidas humildes, pobres pero dignas. Muchas de ellas, por la promesa de que determinados trabajos pondrían fin a situaciones precarias, se basaron en el brillo prometedor de la extracción del oro. Pero no olvidemos que el oro se puede convertir en un falso dios que exige sacrificios humanos.

Los falsos dioses, los ídolos de la avaricia, del dinero, del poder lo corrompen todo. Corrompen la persona y las instituciones, también destruyen el bosque. Jesús decía que hay demonios que, para expulsarlos, exigen mucha oración. Este es uno de ellos. Los animo a que se sigan organizando en movimientos y comunidades de todo tipo para ayudar a superar estas situaciones; y también a que, desde la fe, se organicen como comunidades eclesiales de vida en torno a la persona de Jesús. Desde la oración sincera y el encuentro esperanzado con Cristo podremos lograr la conversión que nos haga descubrir la vida verdadera. Jesús nos prometió vida verdadera, vida auténtica, vida eterna. No vida ficticia, como las falsas promesas deslumbrantes que, prometiendo vida, terminan llevándonos a la muerte.

Hermanas y hermanos, la salvación no es genérica, no es abstracta. Nuestro Padre mira personas concretas, con rostros e historias concretas. Todas las comunidades cristianas tienen que ser reflejo de esa mirada de Dios, de esta presencia que crea lazos, genera familia y comunidad. Es una manera de hacer visible el Reino de los Cielos, comunidades donde cada uno se sienta parte, se sienta llamado por su nombre e impulsado a ser artífice de vida para los demás.

Tengo esperanza en ustedes… además al recorrer vi muchos chicos y donde hay chicos hay esperanza, gracias. Tengo esperanza en ustedes, en el corazón de tantas personas que quieren una vida bendecida. Han venido a buscarla aquí, a una de las explosiones de vida más exuberante del planeta. Amen esta tierra, siéntanla suya. Huélanla, escúchenla, maravíllense de ella. Enamórense de esta tierra Madre de Dios, comprométanse y cuídenla, defiéndanla. No la usen como un simple objeto descartable, sino como un verdadero tesoro para disfrutar, hacer crecer y transmitirlo a sus hijos.

A María, Madre de Dios y Madre Nuestra nos encomendamos, nos ponemos bajo su protección. Y por favor, no se olviden de rezar por mí, y los invito a todos a rezar a la Madre de Dios.

Dios te salve, María…


[1]«Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños» (Mt 11,25).





3. VISITA AL HOGAR «EL PRINCIPITO»

SALUDO DEL SANTO PADRE

Puerto Maldonado
Viernes, 19 de enero de 2018

Queridos hermanos y hermanas,
queridos niños:


Muchas gracias por este bonito recibimiento, por las palabras de bienvenida. Verlos cantar, verlos bailar me da mucha alegría. Gracias.

Cuando me contaron de la existencia de este Hogar El Principito y de la Fundación Apronia, sentí que no podía irme de Puerto Maldonado sin saludarlos. Quisieron reunirse de diferentes albergues en este lindo Hogar El Principito. Gracias por los esfuerzos que realizaron para poder estar hoy aquí.

Acabamos de celebrar la Navidad. Se nos enterneció el corazón con la imagen del Niño Jesús. Él es nuestro tesoro, y ustedes niños son el reflejo, y también son nuestro tesoro, el de todos nosotros, el tesoro más lindo que tenemos que cuidar. Perdonen las veces que los mayores no lo hacemos o que no les damos la importancia que ustedes se merecen. Cuando sean grandes no lo olviden. Sus miradas, sus vidas siempre exigen un mayor compromiso y trabajo para no volvernos ciegos o indiferentes ante tantos otros niños que sufren y pasan necesidad. Ustedes, sin lugar a dudas, son el tesoro más preciado que tenemos que cuidar.

Queridos niños del Hogar El Principito y jóvenes de los otros hogares de acogida. Algunos de ustedes a veces están tristes por la noche, echan de menos al papá o la mamá que no está, y sé también que hay heridas que duelen mucho. Dirsey, vos fuiste valiente y nos lo compartiste. Y me decías «que mi mensaje sea una luz de esperanza». Pero déjame decirte algo: tu vida, tus palabras y las de todos ustedes son luz de esperanza. Quiero darles las gracias por el testimonio de ustedes. Gracias por ser luz de esperanza para todos nosotros.

Me da alegría ver que tienen un hogar donde son acogidos, donde con cariño y amistad los ayudan a descubrir que Dios les tiende las manos y les pone sueños en el corazón. Es lindo eso.

¡Qué testimonio tan bueno el de ustedes jóvenes que han transitado por este camino, que ayer se llenaron de amor en esta casa y hoy han podido formar su propio futuro! Ustedes son para todos nosotros la señal de las inmensas potencialidades que tiene cada persona. Para estos niños y niñas ustedes son el mejor ejemplo a seguir, la esperanza de que ellos también podrán. Todos necesitamos modelos a seguir; los niños necesitan mirar para adelante y encontrar modelos positivos: «Quiero ser como él, quiero ser como ella», sienten y dicen. Todo lo que ustedes jóvenes puedan hacer, como venir a estar con ellos, a jugar, a pasar el tiempo es importante. Sean para ellos, como decía el Principito, las estrellitas que iluminan en la noche.[1]

Algunos de ustedes, jóvenes que nos acompañan, proceden de las comunidades nativas. Con tristeza ven la destrucción de los bosques. Sus abuelos les enseñaron a descubrirlos, en ellos encontraban su alimento y la medicina que los sanaba - lo representaron bien al principio aquí-. Hoy son devastados por el vértigo de un progreso mal entendido. Los ríos que acogieron sus juegos y les regalaron comida hoy están enlodados, contaminados, muertos. Jóvenes, no se conformen con lo que está pasando. No renuncien al legado de sus abuelos, no renuncien a su vida ni a sus sueños. Me gustaría estimularlos a que estudien; prepárense, aprovechen la oportunidad que tienen para formarse, esta oportunidad que les da esta Fundación Apronia. El mundo los necesita a ustedes, jóvenes de los pueblos originarios, y los necesita no disfrazados sino tal y cual son. No disfrazados de ciudadanos de otro pueblo, no, como son ustedes, así los necesitamos. ¡No se conformen con ser el vagón de cola de la sociedad, enganchados y dejándose llevar! No, no, nunca sean vagón de cola. Los necesitamos como motor, empujando. Y les recomiendo una cosa, escuchen a sus abuelos, valoren sus tradiciones, no frenen su curiosidad. Busquen sus raíces y, a la vez, abran los ojos a lo novedoso, sí… y hagan su propia síntesis. Devuélvannos al mundo lo que aprenden porque el mundo los necesita originales, como realmente son, no como imitaciones. Los necesitamos auténticos, jóvenes orgullosos de pertenecer a los pueblos amazónicos y que aportan a la humanidad una alternativa de vida verdadera. Amigos, nuestras sociedades tantas veces, necesitan corregir el rumbo y ustedes, los jóvenes de los pueblos originarios —estoy seguro—, pueden ayudar muchísimo con este reto, sobre todo enseñándonos un estilo de vida que se base en el cuidado y no en la destrucción de todo aquello que se oponga a nuestra avaricia.

Y lo principal también, es que quiero agradecer al padre Xavier [Arbex de Morsier, fundador de la Asociación Apronia]. Padre Xavier ha sufrido mucho y le ha costado esto, simplemente gracias, gracias por su ejemplo. Quiero agradecer a los religiosos y religiosas, a las misioneras laicas que hacen una labor fabulosa y a todos los benefactores que conforman esta familia. A los voluntarios que regalan su tiempo gratuito que es como bálsamo refrescante en las heridas. Y también agradecer a quienes fortalecen a estos jóvenes en sus identidades amazónicas y los ayudan a forjar un futuro mejor para sus comunidades y para todo el planeta.

Y ahora, como estamos, cerramos los ojos y pedimos a Dios que nos dé la bendición.

Que el Señor tenga piedad y los bendiga, ilumine su rostro sobre ustedes, que el Señor tenga piedad y misericordia y los colme con toda clase de favores, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén (cf. Nm 6,24-26; Sal 66; Bendición del Tiempo Ordinario).

Y les pido dos cosas: que recen por mí y que no se olviden que son las estrellitas que iluminan en la noche.

[1] Cf.Antoine de Saint-Exupéry, XXIV; XXVI.






4. ENCUENTRO CON LAS AUTORIDADES, LA SOCIEDAD CIVIL Y EL CUERPO DIPLOMÁTICO

DISCURSO DEL SANTO PADRE

Patio de Honor del Palacio de Gobierno (Lima)
Viernes, 19 de enero de 2018

Señor Presidente,
miembros del Gobierno y del Cuerpo Diplomático,
distinguidas autoridades,
representantes de la sociedad civil,
señoras, señores todos:

Al llegar a esta histórica casa doy gracias a Dios por la oportunidad que me concedió de pisar, una vez más, suelo peruano. Quisiera que mis palabras fueran de saludo y gratitud para cada uno de los hijos e hijas de este pueblo que supo mantener y enriquecer su sabiduría ancestral a lo largo del tiempo y es, sin lugar a dudas, uno de los principales patrimonios que tiene.

Gracias señor Pedro Pablo Kuczynski, Presidente de la Nación, por la invitación a visitar el país y por las palabras de bienvenida que me ha dirigido en nombre de todo su pueblo.

Vengo a Perú bajo el lema «unidos por la esperanza». Permítanme decirles que mirar esta tierra es de por sí un motivo de esperanza.

Parte de vuestro territorio está compuesto por la Amazonía, que he visitado esta mañana y que constituye en su globalidad el mayor bosque tropical y el sistema fluvial más extenso del planeta. Este «pulmón» como se lo ha querido llamar, es una de las zonas de gran biodiversidad en el mundo pues alberga las más variadas especies.

Poseen ustedes una riquísima pluralidad cultural cada vez más interactuante que constituye el alma de este pueblo. Alma marcada por valores ancestrales como son la hospitalidad, el aprecio por el otro, el respeto y gratitud con la madre tierra y la creatividad para los nuevos emprendimientos como, asimismo, la responsabilidad comunitaria por el desarrollo de todos que se conjuga en la solidaridad, mostrada tantas veces ante las diversas catástrofes vividas.

En este contexto, quisiera señalar a los jóvenes, ellos son el presente más vital que posee esta sociedad; con su dinamismo y entusiasmo prometen e invitan a soñar un futuro esperanzador que nace del encuentro entre la cumbre de la sabiduría ancestral y los ojos nuevos que brinda la juventud.

Y me alegro también de un hecho histórico: saber que la esperanza en esta tierra tiene rostro de santidad. Perú engendró santos que han abierto caminos de fe para todo el continente americano; y por nombrar tan sólo a uno, Martín de Porres, hijo de dos culturas, mostró la fuerza y la riqueza que nace en las personas cuando se concentran en el amor. Y podría continuar largamente esta lista material e inmaterial de motivos para la esperanza. Perú es tierra de esperanza que invita y desafía a la unidad de todo su pueblo. Este pueblo tiene la responsabilidad de mantenerse unido precisamente para defender, entre otras cosas, todos estos motivos de esperanza.

Sobre esta esperanza apunta una sombra, se cierne una amenaza. «Nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo»[1] —decía en la Carta encíclica Laudato si'. Esto se manifiesta con claridad en la manera en la que estamos despojando a la tierra de los recursos naturales sin los cuales no es posible ninguna forma de vida. La pérdida de selvas y bosques implica no sólo la pérdida de especies, que incluso podrían significar en el futuro recursos sumamente importantes, sino la pérdida de relaciones vitales que terminan alterando todo el ecosistema[2].

En este contexto, «unidos para defender la esperanza» significa impulsar y desarrollar una ecología integral como alternativa a «un modelo de desarrollo ya caduco pero que sigue provocando degradación humana, social y ambiental»[3]. Y esto exige escuchar, reconocer y respetar a las personas y a los pueblos locales como interlocutores válidos. Ellos mantienen un vínculo directo con la tierra, conocen sus tiempos y procesos y saben, por tanto, los efectos catastróficos que, en nombre del desarrollo, provocan muchos proyectos y se altera todo el entramado vital que constituye la nación. La degradación del medio ambiente, lamentablemente, no se puede separar de la degradación moral de nuestras comunidades. No podemos pensarlas como dos instancias distintas.

A modo de ejemplo, la minería informal se ha vuelto un peligro que destruye la vida de personas; los bosques y ríos son devastados con toda la riqueza que ellos poseen. Este proceso de degradación conlleva y promueve organizaciones por fuera de las estructuras legales que degradan a tantos hermanos nuestros sometiéndolos a la trata —nueva forma de esclavitud—, al trabajo informal, a la delincuencia… y a otros males que afectan gravemente su dignidad y, a la vez, la dignidad de esta nación.

Trabajar unidos para defender la esperanza exige estar muy atentos a esa otra forma —muchas veces sutil— de degradación ambiental que contamina progresivamente todo el entramado vital: la corrupción. Cuánto mal le hace a nuestros pueblos latinoamericanos y a las democracias de este bendito continente ese «virus» social, un fenómeno que lo infecta todo, siendo los pobres y la madre tierra los más perjudicados. Lo que se haga para luchar contra este flagelo social merece la mayor de las ponderaciones y ayudas… y esta lucha nos compromete a todos. «Unidos para defender la esperanza», implica mayor cultura de la transparencia entre entidades públicas, sector privado y sociedad civil, y no excluyo a las organizaciones eclesiásticas. Nadie puede resultar ajeno a este proceso; la corrupción es evitable y exige el compromiso de todos.

A quienes ocupan algún cargo de responsabilidad, sea en el área que sea, los animo y exhorto a empeñarse en este sentido para brindarle, a su pueblo y a su tierra, la seguridad que nace de sentir que Perú es un espacio de esperanza y oportunidad… pero para todos, no para unos pocos; para que todo peruano, toda peruana pueda sentir que este país es suyo, no de otro, en el que puede establecer relaciones de fraternidad y equidad con su prójimo y ayudar al otro cuando lo necesita; una tierra en la que pueda hacer realidad su propio futuro. Y así forjar un Perú que tenga espacio para «todas las sangres»[4], en el que pueda realizarse «la promesa de la vida peruana»[5].

Quiero renovar junto a ustedes el compromiso de la Iglesia católica, que ha acompañado la vida de esta Nación, en este empeño mancomunado de seguir trabajando para que Perú siga siendo una tierra de esperanza.

Que santa Rosa de Lima interceda por cada uno de ustedes y por esta bendita Nación.

Nuevamente gracias.


[1] Carta enc. Laudato si', 104.

[2] Cf. ibíd., 32.

[3] Mensaje Urbi et Orbi, Navidad 2017.

[4] José María Arguedas, Todas las sangres, Buenos Aires (1964).

[5] Jorge Basadre, La promesa de la vida peruana, Lima (19582).



5. SANTA MISA

HOMILÍA DEL SANTO PADRE


Explanada de la playa de Huanchaco (Trujillo)
Sábado, 20 de enero de 2018

Estas tierras tienen sabor a Evangelio. Todo el entorno que nos rodea, con este inmenso mar de fondo, nos ayuda a comprender mejor la vivencia que los apóstoles tuvieron con Jesús; y hoy, también nosotros, estamos invitados a vivirla. Me alegra saber que han venido desde distintos lugares del norte peruano para celebrar esta alegría del Evangelio.

Los discípulos de ayer, como tantos de ustedes hoy, se ganaban la vida con la pesca. Salían en barcas, como algunos de ustedes siguen saliendo en los «caballitos de totora», y tanto ellos como ustedes con el mismo fin: ganarse el pan de cada día. En eso se juegan muchos de nuestros cansancios cotidianos: poder sacar adelante a nuestras familias y darles lo que las ayudará a construir un futuro mejor.

Esta «laguna con peces dorados», como la han querido llamar, ha sido fuente de vida y bendición para muchas generaciones. Supo nutrir los sueños y las esperanzas a lo largo del tiempo.

Ustedes, al igual que los apóstoles, conocen la bravura de la naturaleza y han experimentado sus golpes. Así como ellos enfrentaron la tempestad sobre el mar, a ustedes les tocó enfrentar el duro golpe del «Niño costero», cuyas consecuencias dolorosas todavía están presentes en tantas familias, especialmente aquellas que todavía no pudieron reconstruir sus hogares. También por esto quise estar y rezar aquí con ustedes.

A esta eucaristía traemos también ese momento tan difícil que cuestiona y pone muchas veces en duda nuestra fe. Queremos unirnos a Jesús. Él conoce el dolor y las pruebas; Él atravesó todos los dolores para poder acompañarnos en los nuestros. Jesús en la cruz quiere estar cerca de cada situación dolorosa para darnos su mano y ayudar a levantarnos. Porque Él entró en nuestra historia, quiso compartir nuestro camino y tocar nuestras heridas. No tenemos un Dios ajeno a lo que sentimos y sufrimos, al contrario, en medio del dolor nos entrega su mano.

Estos sacudones cuestionan y ponen en juego el valor de nuestro espíritu y de nuestras actitudes más elementales. Entonces nos damos cuenta de lo importante que es no estar solos sino unidos, estar llenos de esa unión que es fruto del Espíritu Santo.

¿Qué les pasó a las muchachas del Evangelio que hemos escuchado? De repente, sienten un grito que las despierta y las pone en movimiento. Algunas se dieron cuenta que no tenían el aceite necesario para iluminar el camino en la oscuridad, otras en cambio, llenaron sus lámparas y pudieron encontrar e iluminar el camino que las llevaba hacia el esposo. En el momento indicado cada una mostró de qué había llenado su vida.

Lo mismo nos pasa a nosotros. En determinadas circunstancias nos damos cuenta con qué hemos llenado nuestra vida. ¡Qué importante es llenar nuestras vidas con ese aceite que permite encender nuestras lámparas en las múltiples situaciones de oscuridad y encontrar los caminos para salir adelante!

Sé que, en el momento de oscuridad, cuando sintieron el golpe del Niño, estas tierras supieron ponerse en movimiento y estas tierras tenían el aceite para ir corriendo y ayudarse como verdaderos hermanos. Estaba el aceite de la solidaridad, de la generosidad que los puso en movimiento y fueron al encuentro del Señor con innumerables gestos concretos de ayuda. En medio de la oscuridad junto a tantos otros fueron cirios vivos que iluminaron el camino con manos abiertas y disponibles para paliar el dolor y compartir lo que tenían desde su pobreza.

En la lectura del Evangelio, podemos observar cómo las muchachas que no tenían aceite se fueron al pueblo a comprarlo. En el momento crucial de su vida, se dieron cuenta de que sus lámparas estaban vacías, de que les faltaba lo esencial para encontrar el camino de la auténtica alegría. Estaban solas y así quedaron, solas, fuera de la fiesta. Hay cosas, como bien saben, que no se improvisan y mucho menos se compran. El alma de una comunidad se mide en cómo logra unirse para enfrentar los momentos difíciles, de adversidad, para mantener viva la esperanza. Con esa actitud dan el mayor testimonio evangélico. El Señor nos dice: «En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros» (Jn 13,35). Porque la fe nos abre a tener un amor concreto, no de ideas, concreto, de obras, de manos tendidas, de compasión; que sabe construir y reconstruir la esperanza cuando parece que todo se pierde. Así nos volvemos partícipes de la acción divina, esa que nos describe el apóstol Juan cuando nos muestra a Dios que enjuga las lágrimas de sus hijos. Y esta tarea divina Dios la hace con la misma ternura que una madre busca secar las lágrimas de sus hijos. Qué linda pregunta la que nos puede hacer el Señor a cada uno de nosotros al final del día: ¿cuántas lágrimas has secado hoy?

Otras tormentas pueden estar azotando estas costas y, en la vida de los hijos de estas tierras, tienen efectos devastadores. Tormentas que también nos cuestionan como comunidad y ponen en juego el valor de nuestro espíritu. Se llaman violencia organizada como el «sicariato» y la inseguridad que esto genera; se llaman falta de oportunidades educativas y laborales, especialmente en los más jóvenes, que les impide construir un futuro con dignidad; o falta de techo seguro para tantas familias forzadas a vivir en zonas de alta inestabilidad y sin accesos seguros; así como tantas otras situaciones que ustedes conocen y sufren, que como los peores huaicos destruyen la confianza mutua tan necesaria para construir una red de contención y esperanza. Huaicos que afectan el alma y nos preguntan por el aceite que tenemos para hacerles frente. ¿Cuánto aceite tienes?

Muchas veces nos interrogamos sobre cómo enfrentar estas tormentas, o cómo ayudar a nuestros hijos a salir adelante frente a estas situaciones. Quiero decirles: no hay otra salida mejor que la del Evangelio: se llama Jesucristo. Llenen siempre sus vidas de Evangelio. Quiero estimularlos a que sean comunidad que se deje ungir por su Señor con el aceite del Espíritu. Él lo transforma todo, lo renueva todo, lo conforta todo. En Jesús, tenemos la fuerza del Espíritu para no naturalizar lo que nos hace daño, no hacerlo una cosa natural, no naturalizar lo que nos seca el espíritu y lo que es peor, nos roba la esperanza. ¡Los peruanos, en este momento de su historia, no tienen derecho a dejarse robar la esperanza! En Jesús, tenemos el Espíritu que nos mantiene unidos para sostenernos unos a otros y hacerle frente a aquello que quiere llevarse lo mejor de nuestras familias. En Jesús, Dios nos hace comunidad creyente que sabe sostenerse; comunidad que espera y por lo tanto lucha para revertir y transformar las múltiples adversidades; comunidad amante porque no permite que nos crucemos de brazos. Con Jesús, el alma de este pueblo de Trujillo podrá seguir llamándose «la ciudad de la eterna primavera», porque con Él todo es una oportunidad para la esperanza.

Sé del amor que esta tierra tiene a la Virgen, y sé cómo la devoción a María los sostiene siempre llevándolos a Jesucristo. Y dándonos el único consejo que siempre repite: «Hagan lo que él les diga» (cf. Jn 2,5). Pidámosle a ella que nos ponga bajo su manto y que nos lleve siempre a su Hijo; pero digámoselo cantando con esa hermosa marinera: «Virgencita de la puerta, échame tu bendición. Virgencita de la puerta, danos paz y mucho amor». ¿Se animan a cantarla? ¿La cantamos juntos? ¿Quién empieza a cantar? «Virgencita de la Puerta…» ¿Nadie canta? ¿El coro tampoco? Entonces se lo decimos, si no lo cantamos. Juntos: «Virgencita de la puerta, échame tu bendición. Virgencita de la puerta, danos paz y mucho amor».




6. ENCUENTRO CON SACERDOTES, RELIGIOSOS/AS Y SEMINARISTAS DE LAS
CIRCUNSCRIPCIONES ECLESIÁSTICAS DEL NORTE DE PERÚ


DISCURSO DEL SANTO PADRE

Colegio Seminario San Carlos y San Marcelo (Trujillo)
Sábado, 20 de enero de 2018


Queridos hermanos y hermanas:

¡Buenas tardes!

[gran aplauso] Como es costumbre que el aplauso viene al final, quiere decir que ya terminé, así que me voy. [gritan: ¡No!]

Agradezco las palabras que Mons. José Antonio Eguren Anselmi, Arzobispo de Piura, me ha dirigido en nombre de todos los que están aquí.

Encontrarme con ustedes, conocerlos, escucharlos y manifestar el amor por el Señor y la misión que nos regaló es importante. ¡Sé que hicieron un gran esfuerzo para estar acá, gracias!

Nos recibe este Colegio Seminario, uno de los primeros fundados en América Latina para la formación de tantas generaciones de evangelizadores. Estar aquí y con ustedes es sentir que estamos en una de esas «cunas» que gestaron a tantos misioneros. Y no olvido que esta tierra vio morir, misionando —no sentado detrás de un escritorio—, a santo Toribio de Mogrovejo, patrono del episcopado latinoamericano. Y todo esto nos lleva a mirar hacia nuestras raíces, a lo que nos sostiene a lo largo del tiempo, nos sostiene a lo largo de la historia para crecer hacia arriba y dar fruto. Las raíces. Sin raíces no hay flores, no hay frutos. Decía un poeta que “todo lo que el árbol tiene de florido le viene de lo que tiene de soterrado”, las raíces. Nuestras vocaciones tendrán siempre esa doble dimensión: raíces en la tierra y corazón en el cielo. No se olviden esto. Cuando falta alguna de estas dos, algo comienza a andar mal y nuestra vida poco a poco se marchita (cf. Lc 13,6-9), como un árbol que no tiene raíces, marchita. Y les digo que da mucha pena ver algún obispo, algún cura, alguna monja, “marchito”. Y mucha más pena me da cuando veo seminaristas marchitos. Esto es muy serio. La Iglesia es buena, la Iglesia es madre y si ustedes ven que no pueden, por favor, hablen antes de tiempo, antes de que sea tarde, antes que se den cuenta que no tienen raíces ya y que se están marchitando; todavía ahí hay tiempo para salvar, porque Jesús vino para eso, a salvar, y si nos llamó es para salvar.

Me gusta subrayar que nuestra fe, nuestra vocación es memoriosa, esa dimensión deuteronómica de la vida. Memoriosa porque sabe reconocer que ni la vida, ni la fe, ni la Iglesia comenzó con el nacimiento de ninguno de nosotros: la memoria mira al pasado para encontrar la savia que ha irrigado durante siglos el corazón de los discípulos, y así reconoce el paso de Dios por la vida de su pueblo. Memoria de la promesa que hizo a nuestros padres y que, cuando sigue viva en medio nuestro, es causa de nuestra alegría y nos hace cantar: «el Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres» (Sal 125,3).

Me gustaría compartir con ustedes algunas virtudes, o algunas dimensiones, si quieren, de este ser memoriosos. Cuando yo digo “quiero que un obispo, un cura, una monja, un seminarista sea memorioso”, ¿qué quiero decir?. Y es lo que me gustaría compartir ahora.

1. Una dimensión es la alegre conciencia de sí. No hay que ser un inconsciente de sí mismo, no. Saber qué es lo que le está pasando, pero alegre conciencia de sí.

El Evangelio que hemos escuchado (cf. Gv 1,35-42) lo leemos habitualmente en clave vocacional y así nos detenemos en el encuentro de los discípulos con Jesús. Pero me gustaría, antes, mirar a Juan el Bautista. Él estaba con dos de sus discípulos y al ver pasar a Jesús les dice: «Ese es el Cordero de Dios» (Jn 1,36); al oír esto ¿qué pasó? dejaron a Juan y se fueron con el otro (cf. v. 37). Es algo sorprendente, habían estado con Juan, sabían que era un hombre bueno, más aún, el mayor de los nacidos de mujer, como Jesús lo define (cf. Mt 11,11), pero él no era el que tenía que venir. También Juan esperaba a otro más grande que él. Juan tenía claro que no era el Mesías sino simplemente quien lo anunciaba. Juan era el hombre memorioso de la promesa y de su propia historia. Era famoso, tenía fama, todos venían a hacerse bautizar por él, lo escuchaban con respeto. La gente creía que era el Mesías, pero él era memorioso de su propia historia y no se dejó engañar por el incienso de la vanidad.

Juan manifiesta la conciencia del discípulo que sabe que no es ni será nunca el Mesías, sino sólo un invitado a señalar el paso del Señor por la vida de su gente. A mí me impresiona cómo Dios permita que esto llegue hasta las últimas consecuencias: muere degollado en un calabozo, así de sencillo. Nosotros consagrados no estamos llamados a suplantar al Señor, ni con nuestras obras, ni con nuestras misiones, ni con el sinfín de actividades que tenemos para hacer. Yo cuando digo consagrados involucro a todos: obispos, sacerdotes, consagrados y consagradas, religiosos y religiosas y seminaristas. Simplemente se nos pide trabajar con el Señor, codo a codo, pero sin olvidarnos nunca de que no ocupamos su lugar. Y esto no nos hace «aflojar» en la tarea evangelizadora, por el contrario, nos empuja, nos exige trabajar recordando que somos discípulos del único Maestro. El discípulo sabe que secunda y siempre secundará al Maestro. Y esa es la fuente de nuestra alegría, la alegre conciencia de sí mismo.

¡Nos hace bien saber que no somos el Mesías! Nos libra de creernos demasiado importantes, demasiado ocupados —es típica de algunas regiones escuchar: «No, a esa parroquia no vayas porque el padre siempre está muy ocupado»—. Juan el Bautista sabía que su misión era señalar el camino, iniciar procesos, abrir espacios, anunciar que Otro era el portador del Espíritu de Dios. Ser memoriosos nos libra de la tentación de los mesianismos, de creerme yo el Mesías.

Esta tentación se combate de muchos modos, pero también con la risa. De un religioso a quien yo quise mucho —era jesuita, un jesuita holandés que murió el año pasado— se decía que tenía tal sentido del humor que era capaz de reírse de todo lo que pasaba, de sí mismo y hasta de su propia sombra. Conciencia alegre. Aprender a reírse de uno mismo nos da la capacidad espiritual de estar delante del Señor con los propios límites, errores y pecados, pero también aciertos, y con la alegría de saber que Él está a nuestro lado. Un lindo test espiritual es preguntarnos por la capacidad que tenemos de reírnos de nosotros mismos. De los demás es fácil reírse ¿no es cierto?, sacarle el cuero, reírse pero de nosotros mismos no es fácil. La risa nos salva del neopelagianismo «autorreferencial y prometeico de quienes en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas y, se sienten superiores a otros»[1]. Reíte. Rían en comunidad y no de la comunidad o de los otros. Cuidémonos de esa gente tan pero tan importante que, en la vida, se han olvidado de sonreir. “Sí, padre, pero usted no tiene un remedio, algo para…” Mira tengo dos “pastillas” que ayudan mucho: una, hablá con Jesús, con la Virgen, la oración, rezá y pedí la gracia de la alegría, de la alegría sobre la situación real; la segunda pastilla la podés hacer varias veces por día si la necesitás, sino una sola basta, miráte al espejo, miráte al espejo: “Y ¿ese soy yo?, ¿esa soy yo? Ja ja ja….”. Y eso te hace reír. Y esto no es narcisismo, al contrario, es lo contrario, el espejo, acá, sirve como cura.

Primero era entonces la alegre, la alegre conciencia de sí.

2. Lo segundo es la hora del llamado, hacernos cargo de la hora del llamado.

Juan el Evangelista recoge en su Evangelio incluso hasta la hora de aquel momento que cambió su vida. Sí, cuando el Señor a una persona le hace crecer la conciencia de que es un llamado…, se acuerda cuándo empezó todo esto: «Eran las cuatro de la tarde» (v. 39). El encuentro con Jesús cambia la vida, establece un antes y un después. Hace bien recordar siempre esa hora, ese día clave para cada uno de nosotros en el que nos dimos cuenta, en serio, de que “esto que yo sentía” no eran ganas o atracciones sino que el Señor esperaba algo más. Y acá uno se puede acordar: ese día me di cuenta. La memoria de esa hora en la que fuimos tocados por su mirada.

Las veces que nos olvidamos de esta hora, nos olvidamos de nuestros orígenes, de nuestras raíces; y al perder estas coordenadas fundamentales dejamos de lado lo más valioso que un consagrado puede tener: la mirada del Señor: “No padre, yo lo miro al Señor en el sagrario”— Está bien, eso está bien pero sentáte un rato y dejáte mirar y recordá las veces que te miró y te está mirando. Dejáte mirar por él. Es de lo más valioso que un consagrado tiene: la mirada del Señor. Quizá no estás contento con ese lugar donde te encontró el Señor, quizá no se adecua a una situación ideal que te «hubiese gustado más». Pero fue ahí donde te encontró y te curó las heridas, ahí. Cada uno de nosotros conoce el dónde y el cuándo: quizás un tiempo de situaciones complejas, sí; con situaciones dolorosas, sí; pero ahí te encontró el Dios de la Vida para hacerte testigo de su Vida, para hacerte parte de su misión y ser, con Él, ser caricia de Dios para tantos. Nos hace bien recordar que nuestras vocaciones son una llamada de amor para amar, para servir. No para sacar tajada para nosotros mismos. ¡Si el Señor se enamoró de ustedes y los eligió, no fue por ser más numerosos que los demás, pues son el pueblo más pequeño, sino por amor! (cf. Dt 7,7-8). Así le dice el Deuteronomio al pueblo de Israel. No te la creas, no sos el pueblo más importante, sos de lo peorcito, pero se enamoró de ese, y bueno, qué quieren, tiene mal gusto el Señor, pero se enamoró de ese... Amor de entrañas, amor de misericordia que mueve nuestras entrañas para ir a servir a otros al estilo de Jesucristo. No al estilo de los fariseos, de los saduceos, de los doctores de la ley, de los zelotes, no, no, esos buscaban su gloria.

Quisiera detenerme en un aspecto que considero importante. Muchos, a la hora de ingresar al seminario o a la casa de formación, o noviciados fuimos formados con la fe de nuestras familias y vecinos. Ahí, aprendimos a rezar, de la mamá, de la abuela, de la tía… y después fue la catequista la que nos preparó… Y así fue como dimos nuestros primeros pasos, apoyados no pocas veces en las manifestaciones de piedad y espiritualidad popular, que en Perú han adquirido las más exquisitas formas y arraigo en el pueblo fiel y sencillo. Vuestro pueblo ha demostrado un enorme cariño a Jesucristo, a la Virgen, a sus santos y beatos en tantas devociones que no me animo a nombrarlas por miedo a dejar alguna de lado. En esos santuarios, «muchos peregrinos toman decisiones que marcan sus vidas. Esas paredes contienen muchas historias de conversión, de perdón y de dones recibidos, que millones podrían contar»[2]. Inclusive muchas de vuestras vocaciones pueden estar grabadas en esas paredes. Los exhorto, por favor, a no olvidar, y mucho menos despreciar, la fe fiel y sencilla de vuestro pueblo. Sepan acoger, acompañar y estimular el encuentro con el Señor. No se vuelvan profesionales de lo sagrado olvidándose de su pueblo, de donde los sacó el Señor, de detrás del rebaño —como dice el Señor a su elegido [David] en la Biblia—. No pierdan la memoria y el respeto por quien les enseñó a rezar.

A mí me ha pasado que —en reuniones con maestros y maestras de novicias o rectores de seminarios, padres espirituales de seminario— sale la pregunta: “¿Cómo le enseñamos a rezar a los que entran?”. Entonces, les dan algunos manuales para aprender a meditar —a mí me lo dieron cuando entré—: “o esto haga acá”, o “aquello no”, o “primero tenés que hacer esto”, “después este otro tal paso”… Y en general, los hombres y mujeres más sensatos que tienen este cargo de maestros de novicios o de padres espirituales o rectores de seminarios optan: “Seguí rezando como te enseñaron en casa”. Y después, poco a poco, los van haciendo avanzar en otro tipo de oración. Pero, “seguí rezando como te enseñó tu madre, como te enseñó tu abuela”, que por otro lado es el consejo que San Pablo le da a Timoteo: “La fe de tu madre y de tu abuela, esa es la que tenés vos, seguí por estas”. No desprecien la oración casera porque es la más fuerte. Recordar la hora del llamado, hacer memoria alegre del paso de Jesucristo por nuestra vida, nos ayudará a decir esa hermosa oración de san Francisco Solano, gran predicador y amigo de los pobres, «Mi buen Jesús, mi Redentor y mi amigo. ¿Qué tengo yo que tú no me hayas dado? ¿Qué sé yo que tú no me hayas enseñado?».

De esta forma, el religioso, sacerdote, consagrada, consagrado, seminarista es una persona memoriosa, alegre y agradecida: trinomio para configurar y tener como «armas» frente a todo «disfraz» vocacional. La conciencia agradecida agranda el corazón y nos estimula al servicio. Sin agradecimiento podemos ser buenos ejecutores de lo sagrado, pero nos faltará la unción del Espíritu para volvernos servidores de nuestros hermanos, especialmente de los más pobres. El Pueblo de Dios tiene olfato y sabe distinguir entre el funcionario de lo sagrado y el servidor agradecido. Sabe reconocer entre el memorioso y el olvidadizo. El Pueblo de Dios es aguantador, pero reconoce a quien lo sirve y lo cura con el óleo de la alegría y de la gratitud. En eso déjense aconsejar por el Pueblo de Dios. A veces en las parroquias sucede que cuando el cura se desvía un poquito y se olvida de su pueblo —estoy hablando de historias reales, ¿no?— cuántas veces la vieja de la sacristía —como la llaman, “la vieja de la sacristía”— le dice: “Padrecito, cuánto hace que no va a ver a su mamá. Vaya, vaya a ver a su mamá que nosotros por una semana nos arreglamos con el Rosario”.

3. Tercer, la alegría contagiosa. La alegría es contagiosa cuando es verdadera. Andrés era uno de los discípulos de Juan el Bautista que había seguido a Jesús ese día. Después de haber estado con Él y haber visto dónde vivía, volvió a casa de su hermano Simón Pedro y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías» (Jn 1,41). Ahí no más fue contagiado. Esta es la noticia más grande que podía darle, y lo condujo a Jesús. La fe en Jesús se contagia. Y si hay un cura, un obispo, una monja, un seminarista, un consagrado que no contagia es un aséptico, es de laboratorio, que salga y se ensucie las manos un poquito y ahí va a empezar a contagiar el amor de Jesús. La fe en Jesús se contagia, no puede confinarse ni encerrarse; y aquí se encuentra la fecundidad del testimonio: los discípulos recién llamados atraen a su vez a otros mediante su testimonio de fe, del mismo modo que en el pasaje evangélico Jesús nos llama por medio de otros. La misión brota espontánea del encuentro con Cristo. Andrés comienza su apostolado por los más cercanos, por su hermano Simón, casi como algo natural, irradiando alegría. Esta es la mejor señal de que hemos «descubierto» al Mesías. La alegría contagiosa es una constante en el corazón de los apóstoles, y la vemos en la fuerza con que Andrés confía a su hermano: «¡Lo hemos encontrado!». Pues «la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría»[3]. Y ésta es contagiosa.

Esta alegría nos abre a los demás, es alegría no para guardarla, sino para transmitirla. En el mundo fragmentado que nos toca vivir, que nos empuja a aislarnos, somos desafiados a ser artífices y profetas de comunidad. Ustedes saben, nadie se salva solo. Y en esto me gustaría ser claro. La fragmentación o el aislamiento no es algo que se da «fuera» como si solamente fuese un problema del «mundo». Hermanos, las divisiones, guerras, aislamientos los vivimos también dentro de nuestras comunidades, dentro de nuestros presbiterios, dentro de nuestras Conferencias episcopales ¡y cuánto mal nos hacen! Jesús nos envía a ser portadores de comunión, de unidad, pero tantas veces parece que lo hacemos desunidos y, lo que es peor, muchas veces poniéndonos zancadillas unos a otros, ¿o me equivoco? [responden: ¡No!]. Agachemos la cabeza y cada cual ponga dentro del propio sayo lo que le toca. Se nos pide ser artífices de comunión y de unidad; que no es lo mismo que pensar todos igual, hacer todos lo mismo. Significa valorar los aportes, las diferencias, el regalo de los carismas dentro de la Iglesia sabiendo que cada uno, desde su cualidad, aporta lo propio pero necesita de los demás. Sólo el Señor tiene la plenitud de los dones, sólo Él es el Mesías. Y quiso repartir sus dones de tal forma que todos podamos dar lo nuestro enriqueciéndonos con lo de los demás. Hay que cuidarse de la tentación del «hijo único» que quiere todo para sí, porque no tiene con quién compartir. Malcriado el muchacho. A aquellos que tengan que ocupar misiones en el servicio de la autoridad les pido, por favor, no se vuelvan autorreferenciales; traten de cuidar a sus hermanos, procuren que estén bien; porque el bien se contagia. No caigamos en la trampa de una autoridad que se vuelva autoritarismo por olvidarse que, ante todo, es una misión de servicio. Los que tienen esa misión de ser autoridad piénsenlo mucho, en los ejércitos hay bastantes sargentos no hace falta que se nos metan en nuestra comunidad.

Quisiera antes de terminar: ser memorioso y las raíces. Considero importante que en nuestras comunidades, en nuestros presbiterios se mantenga viva la memoria y se dé el diálogo entre los más jóvenes y los más ancianos. Los más ancianos son memoriosos y nos dan la memoria. Tenemos que ir a recibirla, no los dejemos solos. Ellos [los ancianos], por ahí, no quieren hablar, alguno se siente un poquito abandonado… Hagámoslo hablar, sobre todo los jóvenes. Los que están en cargos de formación de los jóvenes, mándelos hablar con los curas viejos, con las monjas viejas, con los obispos viejos —dicen que las monjas no envejecen porque son eternas— mándelos a hablar. Los ancianos necesitan que les vuelvan a brillar los ojos y que vean que en la Iglesia, en el presbiterio, en la Conferencia episcopal, en el convento, hay jóvenes que llevan adelante el cuerpo de la Iglesia. Que los oigan hablar, que les pregunten los jóvenes a ellos, y a ellos ahí les van a empezar a brillar los ojos y van a empezar a soñar. Hagan soñar a los viejos. La profecía de Joel, 3,1. Hagan soñar a los viejos. Y si los jóvenes hacen soñar a los viejos les aseguro que los viejos harán profetizar a los jóvenes.

Ir a las raíces. Yo quisiera en esto —ya estoy terminando— citar un Santo Padre, pero no se me ocurre ninguno, pero voy a citar a un Nuncio apostólico. Me decía él, hablando de esto, un antiguo refrán africano que aprendió cuando él estuvo allí —porque los Nuncios apostólicos primero pasan por África y ahí aprenden muchas cosas— , y el refrán era: “Los jóvenes caminan rápido —y lo tienen que hacer— pero son los viejos los que conocen el camino”. ¿Está bien?

Queridos hermanos, nuevamente gracias y que esta memoria deuteronómica nos haga más alegres y agradecidos para ser servidores de unidad en medio de nuestro pueblo. Déjense mirar por el Señor, vayan a buscar al Señor, ahí, en la memoria. Mírense al espejo de vez en cuando. Y que el Señor los bendiga, que la Virgen Santa los cuide. Y de vez en cuando —como dicen en el campo— échenme un rezo. Gracias.


[1] Exhort. ap. Evangelii gaudium, 94.

[2] Cf. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de Aparecida (29 junio 2007), 260.

[3] Exhort. ap. Evangelii gaudium, 1.



7. CELEBRACIÓN MARIANA EN HONOR DE LA VIRGEN DE LA PUERTA

DISCURSO DEL SANTO PADRE

Plaza de Armas (Trujillo)
Sábado, 20 de enero de 2018


Queridos hermanos y hermanas:

Agradezco a Mons. Héctor Miguel sus palabras de bienvenida en nombre de todo el Pueblo de Dios que peregrina en estas tierras.

En esta hermosa e histórica plaza de Trujillo que ha sabido impulsar sueños de libertad para todos los peruanos nos congregamos para encontrarnos con la «Mamita de Otuzco». Sé de los muchos kilómetros que tantos de ustedes han hecho para estar hoy aquí, reunidos bajo la mirada de la Madre. Esta plaza se transforma así en un santuario a cielo abierto en el que todos queremos dejarnos mirar por la Madre, por su maternal y tierna mirada. Madre que conoce el corazón de los norteños peruanos y de tantos otros lugares; ha visto sus lágrimas, sus risas, sus anhelos. En esta plaza se quiere atesorar la memoria de un Pueblo que sabe que María es Madre y no abandona a sus hijos.

La casa se viste de fiesta de manera especial. Nos acompañan las imágenes venidas desde distintos rincones de esta región. Junto a la querida Inmaculada Virgen de la Puerta de Otuzco, saludo y doy la bienvenida a la Santísima Cruz de Chalpón de Chiclayo, al Señor Cautivo de Ayabaca, a la Virgen de las Mercedes de Paita, el Divino Niño del Milagro de Eten, la Virgen Dolorosa de Cajamarca, la Virgen de la Asunción de Cutervo, la Inmaculada Concepción de Chota, Nuestra Señora de Alta Gracia de Huamachuco, Santo Toribio de Mogrovejo de Tayabamba —Huamachuco—, la Virgen Asunta de Chachapoyas, la Virgen de la Asunción de Usquil, la Virgen del Socorro de Huanchoco y las reliquias de los Mártires Conventuales de Chimbote.

Cada comunidad, cada rinconcito de este suelo viene acompañado por el rostro de un santo, el amor a Jesucristo y a su Madre. Y contemplar que donde haya una comunidad, donde haya vida y corazones latiendo y ansiosos por encontrar motivos para la esperanza, para el canto, para el baile, para una vida digna… ahí está el Señor, ahí encontramos a su Madre y también el ejemplo de tantos santos que nos ayudan a permanecer alegres en la esperanza.

Con ustedes doy gracias a la delicadeza de nuestro Dios. Él busca la forma de acercarse a cada uno de la manera que pueda recibirlo y así nacen las más distintas advocaciones. Expresan el deseo de nuestro Dios por querer estar cerca de cada corazón porque el idioma del amor de Dios siempre se pronuncia en dialecto, no tiene otra forma de hacerlo, y además resulta esperanzador cómo la Madre asume los rasgos de los hijos, la vestimenta, el dialecto de los suyos para hacerlos parte de su bendición. María será siempre una Madre mestiza, porque en su corazón encuentran lugar todas las sangres, porque el amor busca todos los medios para amar y ser amado. Todas estas imágenes nos recuerdan la ternura con que Dios quiere estar cerca de cada poblado, de cada familia, de vos, de vos, de mí, de todos.

Sé del amor que le tienen a la Inmaculada Virgen de la Puerta de Otuzco que hoy junto a ustedes, quiero declarar: Virgen de la Puerta, «Madre de Misericordia y de la Esperanza».

Virgencita que, en los siglos pasados, demostró su amor por los hijos de esta tierra, cuando colocada sobre una puerta los defendió y los protegió de las amenazas que los afligían, suscitando el amor de todos los peruanos hasta nuestros días.

Ella nos sigue defendiendo e indicando la Puerta que nos abre el camino a la vida auténtica, a la Vida que no se marchita. Ella es la que sabe acompañar a cada uno de sus hijos para que vuelvan a casa. Nos acompaña y lleva hasta la Puerta que da Vida porque Jesús no quiere que nadie se quede afuera, a la intemperie. Así acompaña «la nostalgia que muchos sienten de volver a la casa del Padre, que está esperando su regreso»[1] y muchas veces no saben cómo volver. Decía san Bernardo: «Tú que te sientes lejos de la tierra firme, arrastrado por las olas de este mundo, en medio de borrascas y de tempestades: mira la Estrella e invoca a María».[2] Ella nos indica el camino a casa, ella nos lleva a Jesús que es la Puerta de la Misericordia, y nos deja con Él, no quiere nada para sí, nos lleva a Jesús.

En el 2015 tuvimos la alegría de celebrar el Jubileo de la Misericordia. Un año en el que invitaba a todos los fieles a pasar por la Puerta de la Misericordia, «a través de la cual – escribía – cualquiera que entrará podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza».[3] Y quiero repetir junto a ustedes el mismo deseo que tenía entonces: «¡Cómo deseo que los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios!»[4]. Cómo deseo que esta tierra que tiene a la Madre de la Misericordia y la Esperanza pueda multiplicar y llevar la bondad y la ternura de Dios a cada rincón. Porque, queridos hermanos, no hay mayor medicina para curar tantas heridas que un corazón que sepa de misericordia, que un corazón que sepa tener compasión ante el dolor y la desgracia, ante el error y las ganas de levantarse de muchos y que no saben cómo hacerlo.

La compasión es activa porque «hemos aprendido que Dios se inclina hacia nosotros (cf. Os 11,4) para que también nosotros podamos imitarlo inclinándonos hacia los hermanos».[5] Inclinándonos especialmente ante aquellos que más sufren. Como María, estar atentos a aquellos que no tienen el vino de la alegría, así sucedió en las bodas de Caná.

Mirando a María, no quisiera finalizar sin invitarlos a que pensemos en todas las madres y abuelas de esta Nación; son verdadera fuerza motora de la vida y de las familias del Perú. ¡Qué sería Perú sin las madres y las abuelas, qué sería nuestra vida sin ellas! El amor a María nos tiene que ayudar a generar actitudes de reconocimiento y gratitud frente a la mujer, frente a nuestras madres y abuelas que son un bastión en la vida de nuestras ciudades. Casi siempre silenciosas llevan la vida adelante. Es el silencio y la fuerza de la esperanza. Gracias por su testimonio.

Reconocer y agradecer, pero mirando a las madres y a las abuelas, quiero invitarlos a luchar contra una plaga que afecta a nuestro continente americano: los numerosos casos de feminicidio. Y son muchas las situaciones de violencia que quedan silenciadas detrás de tantas paredes. Los invito a luchar contra esta fuente de sufrimiento pidiendo que se promueva una legislación y una cultura de repudio a toda forma de violencia.

Hermanos, la Virgen de la Puerta, Madre de la Misericordia y de Esperanza, nos muestra el camino y nos señala la mejor defensa contra el mal de la indiferencia y la insensibilidad. Ella nos lleva a su Hijo y así nos invita a promover e irradiar una «cultura de la misericordia, basada en el redescubrimiento del encuentro con los demás: una cultura en la que ninguno mire al otro con indiferencia ni aparte la mirada cuando vea el sufrimiento de los hermanos».[6] Que la Virgen les conceda esta gracia.


[1]Carta ap. Misericordia et misera al concluir el Jubileo extraordinario de la misericordia (20 noviembre 2016), 16.

[2]Hom. II super «Missus est», 17: PL 183, 70-71.

[3] Bula Misericordiae vultus (11 abril 2015), 3.

[4] Ibíd., 5.

[5]Carta ap. Misericordia et misera al concluir el Jubileo extraordinario de la misericordia (20 noviembre 2016), 16.

[6] Ibíd., 20.





8. REZO DE LA HORA TERCIA CON RELIGIOSAS CONTEMPLATIVAS

HOMILÍA DEL SANTO PADRE

Santuario del Señor de los Milagros, Lima
Domingo, 21 de enero de 2018

Queridas hermanas de los diversos monasterios de vida contemplativa:

¡Qué bueno es estar aquí, en este Santuario del Señor de los Milagros, tan frecuentado por los peruanos, para pedirle su gracia y para que nos muestre su cercanía y su misericordia! Él, que es «faro que guía, que nos ilumina con su amor divino». Al verlas a ustedes aquí, me viene un mal pensamiento: que aprovecharon para salir del convento un rato y dar un paseíto. Gracias, Madre Soledad, por sus palabras de bienvenida, y a todas ustedes que desde el silencio del claustro caminan siempre a mi lado. Y también – me lo van a permitir porque me toca el corazón – desde aquí mandar un saludo a mis cuatro Carmelos de Buenos Aires. También a ellas las quiero poner ante el Señor de los Milagros, porque ellas me acompañaron en mi ministerio en aquella diócesis, y quiero que estén aquí para que el Señor las bendiga. No se ponen celosas, ¿no? [Responden: “No”].

Escuchamos las palabras de san Pablo, recordándonos que hemos recibido el espíritu de adopción filial que nos hace hijos de Dios (cf. Rm 8,15-16). Esas pocas palabras condensan la riqueza de toda vocación cristiana: el gozo de sabernos hijos. Esta es la experiencia que sustenta nuestras vidas, la cual quiere ser siempre una respuesta agradecida a ese amor. ¡Qué importante es renovar día a día este gozo! Sobre todo en los momentos en que el gozo parece que se fue o el alma está nublada o hay cosas que no se entienden; ahí volverlo a pedir y renovar: “Soy hija, soy hija de Dios”.

Un camino privilegiado que tienen ustedes para renovar esta certeza es la vida de oración, oración comunitaria y personal. La oración es el núcleo de vuestra vida consagrada, vuestra vida contemplativa, y es el modo de cultivar la experiencia de amor que sostiene nuestra fe, y como bien nos decía la Madre Soledad, es una oración siempre misionera. No es una oración que rebota en los muros del convento y vuelve para atrás, no, es una oración que va y sale, y sale...

La oración misionera es la que logra unirse a los hermanos en las variadas circunstancias en que se encuentran y rezar para que no les falte el amor y la esperanza. Así lo decía santa Teresita del Niño Jesús: «Entendí que sólo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros de la Iglesia y que, si faltase el amor, ni los apóstoles anunciarían ya el Evangelio, ni los mártires derramarían su sangre. Reconocí claramente y me convencí de que el amor encierra en sí todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que abarca todos los tiempos y lugares, en una palabra, que el amor es eterno… En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor»[1]. Ojalá que cada una de ustedes pueda decir esto. Si alguna está media flojita y se le apagó el fueguito del amor, ¡pídalo!, ¡pídalo! Es un regalo de Dios amor poder amar.

¡Ser el amor! Es saber estar al lado del sufrimiento de tantos hermanos y decir con el salmista: «En el peligro grité al Señor, y me escuchó, poniéndome a salvo» (Sal 117,5). Así vuestra vida en clausura logra tener un alcance misionero y universal y «un papel fundamental en la vida de la Iglesia. Rezan e interceden por muchos hermanos y hermanas presos, emigrantes, refugiados y perseguidos; por tantas familias heridas, por las personas en paro, por los pobres, por los enfermos, por las víctimas de dependencias, por no citar más que algunas situaciones que son cada día más urgentes. Ustedes son como aquellos amigos que llevaron al paralítico ante el Señor, para que lo sanara (cf. Mc 2,1-12). No tenían vergüenza, eran “sin vergüenza”, pero bien dicho. No tuvieron vergüenza de hacer un agujero en el techo y bajar al paralítico. Sean “sin vergüenza”, no tengan vergüenza de hacer con la oración que la miseria de los hombres se acerque al poder de Dios. Esa es la oración vuestra. Por la oración, día y noche, acercan al Señor la vida de muchos hermanos y hermanas que por diversas situaciones no pueden alcanzarlo para experimentar su misericordia sanadora, mientras que Él los espera para llenarlos de gracias. Por vuestra oración ustedes curan las llagas de tantos hermanos»[2].

Por eso mismo podemos afirmar que la vida de clausura no encierra ni encoge el corazón sino que lo ensancha ¡Ay! de la monja que tiene el corazón encogido. Por favor, busquen remedio. No se puede ser monja contemplativa con el corazón encogido. Que vuelva a respirar, que vuelva a ser un corazón grande. Además, las monjas encogidas son monjas que han perdido la fecundidad y no son madres; se quejan de todo, no sé, amargadas, siempre están buscando un “tiquismiquis” para quejarse. La santa Madre [Teresa de Jesús] decía: «!Ay! de la monja que dice: “hiciéronme sin razón, me hicieron una injusticia”. En el convento no hay lugar para las “coleccionistas de injusticias”, sino hay lugar para aquellas que abren el corazón y saben llevar la cruz, la cruz fecunda, la cruz del amor, la cruz que da vida.

El amor ensancha el corazón, y por tanto con el Señor vamos adelante, porque él nos hace capaz de sentir de un modo nuevo el dolor, el sufrimiento, la frustración, la desventura de tantos hermanos que son víctimas en esta «cultura del descarte» de nuestro tiempo. Que la intercesión por los necesitados sea la característica de vuestra plegaria. Con los brazos en alto como Moisés, con el corazón así tendido, pidiendo… Y cuando sea posible ayúdenlos, no sólo con la oración, sino también con el servicio concreto. Cuántos conventos de ustedes, sin faltar la clausura, respetando el silencio, en algunos momentos de locutorio pueden hacer tanto bien.

La oración de súplica que se hace en sus monasterios sintoniza con el Corazón de Jesús que implora al Padre para que todos seamos uno, así el mundo creerá (cf. Jn 17,21). ¡Cuánto necesitamos de la unidad en la Iglesia! Que todos sean uno. ¡Cuánto necesitamos que los bautizados sean uno, que los consagrados sean uno, que los sacerdotes sean uno, que los obispos sean uno! ¡Hoy y siempre! Unidos en la fe. Unidos por la esperanza. Unidos por la caridad. En esa unidad que brota de la comunión con Cristo que nos une al Padre en el Espíritu y, en la Eucaristía, nos une unos con otros en ese gran misterio que es la Iglesia. Les pido, por favor, que recen mucho por la unidad de esta amada Iglesia peruana porque está tentada de desunión. A ustedes le encomiendo la unidad, la unidad de la Iglesia, la unidad de los agentes pastorales, de los consagrados, del clero y de los obispos. El demonio es mentiroso y, además, es chismoso, le encanta andar llevando de un lado para otro, busca dividir, quiere que en la comunidad unas hablen mal de las otras. Esto lo dije muchas veces, así que me repito: ¿saben lo que es la monja chismosa? Es terrorista, peor que los de Ayacucho hace años, peor, porque el chisme es como una bomba, entonces va y “suif, suiff suiff” como el demonio, tira la bomba, destruye y se va tranquila. Monjas terroristas no, sin chismes. Ya saben que el mejor remedio para no chismeares morderse la lengua. La enfermera va a tener trabajo porque se les va a inflamar la lengua, pero no tiraron la bomba. O sea, que no haya chismes en el convento, porque eso lo inspira el demonio, porque es chismoso por naturaleza y es mentiroso. Y acuérdense de los terroristas de Ayacucho cuando tengan ganas de pasar un chisme.

Esfuércense en la vida fraterna, haciendo que cada monasterio sea un faro que pueda iluminar en medio de la desunión y la división. Ayuden a profetizar que esto es posible. Que todo aquel que se acerque a ustedes pueda pregustar la bienaventuranza de la caridad fraterna, tan propia de la vida consagrada y tan necesitada en el mundo de hoy y en nuestras comunidades.

Cuando se vive la vocación en fidelidad, la vida se hace anuncio del amor de Dios. Les pido que no dejen de dar ese testimonio. En esta Iglesia de Nazarenas Carmelitas Descalzas, me permito recordar las palabras de la Maestra de vida espiritual, santa Teresa de Jesús: «Si pierden la guía, que es el buen Jesús, nunca acertarán el camino». Siempre detrás de Él. “Ay, padre, pero a veces Jesús termina en el Calvario”. Pues andá vos ahí también, que ahí también te espera, porque te quiere. «Porque el mismo Señor dice que es camino; también dice el Señor que es luz, y que no puede nadie ir al Padre sino por Él»[3].

Queridas hermanas, sepan una cosa: ¡la Iglesia no las tolera a ustedes, las necesita! La Iglesia las necesita. Con su vida fiel sean faros e indiquen a Aquel que es camino, verdad y vida, al único Señor que ofrece plenitud a nuestra existencia y da vida en abundancia[4].

Recen por la Iglesia, recen por los pastores, por los consagrados, por las familias, por los que sufren, por los que hacen daño y destruyen tanta gente, por los que explotan a sus hermanos. Y por favor, siguiendo con la lista de pecadores no se olviden, de rezar por mí. Gracias.


[1] Manuscritos autobiográficos, Lisieux (1957), 227-229.

[2] Const. ap. Vultum Dei quaerere, sobre la vida contemplativa femenina (29 junio 2016), 16.

[3] Libro de las Moradas, VI, cap. 7, n. 6.

[4] Cf. Const. ap. Vultum Dei quaerere, sobre la vida contemplativa femenina (29 junio 2016), 6.





9. ORACIÓN A LAS RELIQUIAS DE LOS SANTOS PERUANOS

Catedral de san Juan Apóstol, Lima
Domingo, 21 de enero de 2018


Dios y Padre nuestro,
que por medio de Jesucristo
has instituido tu Iglesia
sobre la roca de los Apóstoles,
para que guiada por el Espíritu Santo
sea en el mundo signo e instrumento
de tu amor y misericordia,
te damos gracias por los dones
que has obrado en nuestra Iglesia en Lima.

Te agradecemos de manera especial
la santidad florecida en nuestra tierra.
Nuestra Iglesia arquidiocesana,
fecundada por el trabajo apostólico
de santo Toribio de Mogrovejo;
engrandecida por la oración,
penitencia y caridad de santa Rosa de Lima
y san Martín de Porres;
adornada por el celo misionero
de san Francisco Solano
y el servicio humilde de san Juan Macías;
bendecida por el testimonio de vida cristiana
de otros hermanos fieles al Evangelio,
agradece tu acción en nuestra historia
y te suplica ser fiel a la herencia recibida.

Ayúdanos a ser Iglesia en salida,
acercándonos a todos,
en especial a los menos favorecidos;
enséñanos a ser discípulos misioneros
de Jesucristo, el Señor de los Milagros,
viviendo el amor, buscando la unidad
y practicando la misericordia
para que, protegidos por la intercesión
de Nuestra Señora de la Evangelización,
vivamos y anunciemos al mundo
el gozo del Evangelio.



10. ENCUENTRO CON LOS OBISPOS

DISCURSO DEL SANTO PADRE

Palacio Arzobispal (Lima)
Domingo, 21 de enero de 2018


Queridos hermanos en el episcopado:

Gracias por las palabras que me han dirigido el señor Cardenal Arzobispo de Lima, y el Señor Presidente de la Conferencia Episcopal en nombre de todos los presentes. Tenía ganas de estar con ustedes. Mantengo un buen recuerdo de la visita ad limina del año pasado. Creo que ahí hablamos muchas cosas por eso lo que voy a decir hoy no va a ser tan extenso.

Los días transcurridos entre ustedes han sido muy intensos y gratificantes. Pude escuchar y vivir las distintas realidades que conforman estas tierras —una representación—, y compartir de cerca la fe del santo Pueblo fiel de Dios, que nos hace tanto bien. Gracias por la oportunidad de poder «tocar» la fe del Pueblo, de ese Pueblo que Dios les ha confiado. Y realmente aquí no se puede no tocar. Si vos no tocás la fe del Pueblo, la fe del Pueblo no te toca a vos; pero estar ahí, las calles repletas, es una gracia y hay que ponerse de rodillas.

El lema de este viaje nos habla de unidad y de esperanza. Es un programa arduo, pero a la vez provocador, que nos evoca las proezas de santo Toribio de Mogrovejo, Arzobispo de esta Sede y patrono del episcopado latinoamericano, un ejemplo de «constructor de unidad eclesial», como lo definió mi predecesor san Juan Pablo II en su primer Viaje Apostólico a esta tierra[1].

Es significativo que este santo Obispo sea representado en sus retratos como un «nuevo Moisés». Como saben, en el Vaticano se custodia un cuadro en el que aparece santo Toribio atravesando un río caudaloso, cuyas aguas se abren a su paso como si se tratase del mar Rojo, para que pudiera llegar a la otra orilla donde lo espera un numeroso grupo de nativos. Detrás de santo Toribio hay una gran multitud de personas, que es el pueblo fiel que sigue a su pastor en la tarea de la evangelización[2]. En la Pinacoteca Vaticana está esto. Esta hermosa imagen me «da pie» para centrar en ella mi reflexión con ustedes. Santo Toribio, el hombre que quiso llegar a la otra orilla.

Lo vemos desde el momento en que asume el mandato de venir a estas tierras con la misión de ser padre y pastor. Dejó terreno seguro para adentrarse en un universo totalmente nuevo, desconocido y desafiante. Fue hacia una tierra prometida guiado por la fe como «garantía de los bienes que se esperan» (Hb 11,1). Su fe y su confianza en el Señor lo impulsó, y lo va a impulsar a lo largo de toda su vida a llegar a la otra orilla, donde Él lo esperaba en medio de una multitud.

1. Quiso llegar a la otra orilla en busca de los lejanos y dispersos. Para ello tuvo que dejar la comodidad del obispado y recorrer el territorio confiado, en continuas visitas pastorales, tratando de llegar y estar allí donde se lo necesitaba, y ¡cuánto se lo necesitaba! Iba al encuentro de todos por caminos que, al decir de su secretario, eran más para las cabras que para las personas. Tenía que enfrentar los más diversos climas y geografías, «de 22 años de episcopado —22 y un cachito—, 18 los pasó fuera de Lima, fuera de su ciudad, recorriendo por tres veces su territorio»[3], que iba desde Panamá hasta el inicio de la capitanía de Chile, que no sé dónde empezaba en aquel momento —quizás a la altura de Iquique, no estoy seguro—, pero hasta el inicio de la capitanía de Chile. ¡Como cualquiera de las diócesis de ustedes, no más…! Dieciocho años recorriendo tres veces su territorio, sabía que esta era la única forma de pastorear: estar cerca proporcionando los auxilios divinos, exhortación que también realizaba continuamente a sus presbíteros. Pero no lo hacía de palabra sino con su testimonio, estando él mismo en la primera línea de la evangelización. Hoy le llamaríamos un Obispo «callejero». Un obispo con suelas gastadas por andar, por recorrer, por salir al encuentro para «anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie»[4]. ¡Cómo sabía esto santo Toribio! Sin miedo y sin asco se adentró en nuestro continente para anunciar la buena nueva.

2. Quiso llegar a la otra orilla no sólo geográfica sino cultural. Fue así como promovió por muchos medios una evangelización en la lengua nativa. Con el tercer Concilio Limense, procuró que los catecismos fueran realizados y traducidos en quechua y aymara. Impulsó al clero a que estudiara y conociera el idioma de los suyos para poder administrarles los sacramentos de forma comprensible. Yo pienso a la reforma litúrgica de Pío XII, cuando empezó con esto a retomar para toda la Iglesia... Visitando y viviendo con su Pueblo se dio cuenta de que no alcanzaba llegar tan sólo físicamente, sino que era necesario aprender a hablar el lenguaje de los otros, sólo así, llegaría el Evangelio a ser entendido y penetrar en el corazón. ¡Cuánto urge esta visión para nosotros, pastores del siglo XXI!, que nos toca aprender un lenguaje totalmente nuevo como es el digital, por citar un ejemplo. Conocer el lenguaje actual de nuestros jóvenes, de nuestras familias, de los niños… Como bien supo verlo santo Toribio, no alcanza solamente llegar a un lugar y ocupar un territorio, es necesario poder despertar procesos en la vida de las personas para que la fe arraigue y sea significativa. Y para eso tenemos que hablar su lengua. Es necesario llegar ahí donde se gestan los nuevos relatos y paradigmas, alcanzar con la Palabra de Jesús los núcleos más profundos del alma de nuestras ciudades y de nuestros pueblos[5]. La evangelización de la cultura nos pide entrar en el corazón de la cultura misma para que ésta sea iluminada desde adentro por el Evangelio. Estoy seguro que me conmovió, anteayer, en Puerto Maldonado, cuando… —entre todos esos nativos que había ahí de tantas etnias—, me conmovió cuando tres me trajeron una estola; todos pintados, con sus trajes: eran diáconos permanentes. Anímense, anímense, así lo hacía Toribio. En aquella época no había diáconos permanentes, había catequistas, pero en su lengua, en su cultura, y ahí se metió. Me conmovió ver a esos diáconos permanentes.

3. Quiso llegar a la otra orilla de la caridad. Para nuestro patrono la evangelización no podía darse lejos de la caridad. Porque sabía que la forma más sublime de la evangelización era plasmar en la propia vida la entrega de Jesucristo por amor a cada uno de los hombres. Los hijos de Dios y los hijos del demonio se manifiestan en esto: el que no practica la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano (cf. 1 Jn 3,10). En sus visitas pudo constatar los abusos y los excesos que sufrían las poblaciones originarias, y así no le tembló el pulso, en 1585, cuando excomulgó al corregidor de Cajatambo, enfrentándose a todo un sistema de corrupción y tejido de intereses que «arrastraba la enemistad de muchos», incluyendo al Virrey[6]. Así nos muestra al pastor que sabe que el bien espiritual no puede nunca separarse del justo bien material y tanto más cuando se pone en riesgo la integridad y la dignidad de las personas. Profecía episcopal que no tiene miedo a denunciar los abusos y excesos que se cometen frente a su pueblo. Y de este modo logra recordar dentro de la sociedad y de sus comunidades que la caridad siempre va acompañada de la justicia y no hay auténtica evangelización que no anuncie y denuncie toda falta contra la vida de nuestros hermanos, especialmente contra la vida de los más vulnerables. Es una alerta a cualquier tipo de coqueteo mundano que nos ata las manos por algunas migajas; la libertad del Evangelio...

4. Quiso llegar a la otra orilla en la formación de sus sacerdotes. Fundó el primer seminario postconciliar en esta zona del mundo, impulsando de esta manera la formación del clero nativo. Entendió que no bastaba llegar a todos lados y hablar la misma lengua, que era necesario que la Iglesia pudiera engendrar a sus propios pastores locales y así se convirtiera en madre fecunda. Para ello defendió la ordenación de los mestizos —cuando estaba muy discutida la misma— buscando alentar y estimular a que el clero, si se tenía que diferenciar en algo, era por la santidad de sus pastores y no por la procedencia racial[7]. Y esta formación no se limitaba solamente al estudio en el seminario, sino que proseguía en las continuas visitas que les realizaba, estaba cerca de sus curas. Ahí podía ver de primera mano el «estado de sus curas», preocupándose por ellos. Cuenta la leyenda que en las vísperas de Navidad su hermana le regaló una camisa para que la estrenara en las fiestas. Ese día fue a visitar a un cura y al ver la situación en que vivía, se sacó su camisa y se la entregó[8]. Es el pastor que conoce a sus sacerdotes. Busca alcanzarlos, acompañarlos, estimularlos, amonestarlos —le recordó a sus curas que eran pastores y no comerciantes y por lo tanto, habrían de cuidar y defender a los indios como a hijos—[9]. Pero no lo hace desde «el escritorio», y así puede conocer a sus ovejas y ellas reconocen en su voz, la voz del Buen Pastor.

5. Quiso llegar a la otra orilla, la de la unidad. Promovió de manera admirable y profética la formación e integración de espacios de comunión y participación entre los distintos integrantes del Pueblo de Dios. Así lo señaló san Juan Pablo II cuando, en estas tierras, hablándole a los obispos decía: «El tercer Concilio Limense es el resultado de ese esfuerzo, presidido, alentado y dirigido por santo Toribio, y que fructificó en un precioso tesoro de unidad en la fe, de normas pastorales y organizativas a la vez que en válidas inspiraciones para la deseada integración latinoamericana»[10]. Bien sabemos, que esta unidad y consenso fue precedida de grandes tensiones y conflictos. No podemos negar las tensiones, existen, las diferencias, existen; es imposible una vida sin conflictos. Pero estos nos exigen, si somos hombres y cristianos, mirarlos de frente, asumirlos. Pero asumirlos en unidad, en diálogo honesto y sincero, mirándonos a la cara y cuidándonos de caer en tentación, o de ignorar lo que pasó o quedar prisioneros y sin horizontes que ayuden a encontrar caminos que sean de unidad y de vida. Resulta inspirador, en nuestro camino de Conferencia Episcopal, recordar que la unidad siempre prevalecerá sobre el conflicto[11]. Queridos hermanos obispos, trabajen para la unidad, no se queden presos de divisiones que parcializan y reducen la vocación a la que hemos sido llamados: ser sacramento de comunión. No se olviden que lo que atraía de la Iglesia primitiva era ver cómo se amaban. Esa era, es y será la mejor evangelización.

6. Y a santo Toribio le llegó el momento de cruzar hacia la orilla definitiva, hacia esa tierra que lo esperaba y que iba degustando en su continuo dejar la orilla. Este nuevo partir, no lo hacía solo. Al igual que el cuadro que les comentaba al inicio, iba al encuentro de los santos seguido de una gran muchedumbre a sus espaldas. Es el pastor que ha sabido cargar «su valija» con rostros y nombres. Ellos eran su pasaporte al cielo. Y fue tan así que no quisiera dejar de lado el acorde final, el momento en que el pastor entregaba su alma a Dios. Lo hizo en un caserío junto a su pueblo y un aborigen le tocaba la chirimía para que el alma de su pastor se sintiera en paz. Ojalá, hermanos, que cuando tengamos que emprender el último viaje podamos vivir estas cosas. Pidamos al Señor que nos lo conceda[12].

Recemos unos por los otros y recen por mí. Gracias.



[1] Discurso al episcopado peruano (2 febrero 1985), 3.

[2] Cf. Milagro de santo Toribio, Pinacoteca vaticana.

[3] Jorge Mario Bergoglio, Homilía en la celebración Eucarística, Aparecida (16 mayo 2007).

[4] Exhort. ap. Evangelii gaudium, 23.

[5] Cf. Exhort. ap. . Evangelii gaudium, 74.

[6] Cf. Ernesto Rojas Ingunza, El Perú de los Santos, en: Kathy Perales Ysla (coord.), Cinco Santos del Perú. Vida, obra y tiempo, Lima (2016), 57.

[7] Cf. José Antonio Benito Rodríguez, Santo Toribio de Mogrovejo, en: Kathy Perales Ysla (coord.), Cinco Santos del Perú. Vida, obra y tiempo, 178.

[8] Cf. ibíd., 180.

[9] Cf. Juan Villegas, Fiel y evangelizador. Santo Toribio de Mogrovejo, patrono de los obispos de América Latina, Montevideo (1984), 22.

[10] Juan Pablo II, Discurso al episcopado peruano (2 febrero 1985), 3.

[11] Cf. Exhort. ap. . Evangelii gaudium, 226-230.

[12] Cf. Jorge Mario Bergoglio, Homilía en la celebración Eucarística, Aparecida (16 mayo 2007).





11. ÁNGELUS

Plaza de Armas, Lima
Domingo, 21 de enero de 2018


Palabras a los jóvenes antes del Ángelus

Queridos jóvenes:

Me alegra poder reunirme con ustedes. Estos encuentros para mí son muy importantes y más en este año en el cual nos preparamos para el Sínodo sobre los jóvenes. Sus rostros, sus búsquedas, sus vidas, son importantes para la Iglesia y debemos darle la importancia que se merecen y tener la valentía que tuvieron muchos jóvenes de esta tierra que no se asustaron de amar y jugar su vida por Jesús.

¡Queridos amigos, cuántos ejemplos tienen ustedes! Pienso en san Martín de Porres. Nada le impidió a ese joven cumplir sus sueños, nada le impidió gastar su vida por los demás, nada le impidió amar y lo hizo porque había experimentado que el Señor lo había amado primero. Así como era: mulato, y teniendo que enfrentar muchas privaciones. A los ojos humanos, o de sus amigos, parecía que tenía todo para «perder» pero él supo hacer algo que sería el secreto de su vida: confiar. Confiar en el Señor que lo amaba, ¿ y saben por qué? Porque el Señor había confiado primero en él; como confía en cada uno de ustedes y no se cansará nunca de confiar. A cada uno de nosotros el Señor nos confía algo, y la respuesta es confiar en Él. Cada uno de ustedes piense ahora en su corazón: qué me confió el Señor? ¿Qué me confió el Señor? Cada uno piense… ¿Qué tengo en mi corazón que me confió el Señor?

Me podrán decir: pero hay veces que se vuelve muy difícil. Los entiendo. En esos momentos pueden venir pensamientos negativos, sentir que hay muchas situaciones que se nos vienen encima y pareciera que nos vamos quedando «fuera del mundial»; pareciera que nos van ganando. Pero no es así, aun en los momentos en que ya se nos viene la descalificación seguir confiando.

Hay momentos donde pueden sentir que se quedan sin poder realizar el deseo de sus vidas, de sus sueños. Todos pasamos por situaciones así. En esos momentos donde parece que se apaga la fe no se olviden que Jesús está a su lado. ¡No se den por vencidos, no pierdan la esperanza! No se olviden de los santos que desde el cielo nos acompañan; acudan a ellos, recen y no se cansen de pedir su intercesión. Esos santos de ayer pero también de hoy: esta tierra tiene muchos, porque es una tierra «ensantada». Perú es una tierra “ensantada”. Busquen la ayuda y el consejo de personas que ustedes saben que son buenas para aconsejar porque sus rostros muestran alegría y paz. Déjense acompañar por ellas y así andar el camino de la vida.

Pero hay algo más: Jesús quiere verlos en movimiento. A vos te quiere ver llevar adelante tus ideales, y que te animes a seguir sus instrucciones. Él los llevará por el camino de las bienaventuranzas, un camino nada fácil pero apasionante, es un camino que no se puede recorrer sólo, hay que recorrerlo en equipo, donde cada uno puede colaborar con lo mejor de sí. Jesús cuenta contigo como lo hizo hace mucho tiempo con santa Rosa de Lima, santo Toribio, san Juan Macías, san Francisco Solano y tantos otros. Y hoy te pregunta a vos si, al igual que ellos: ¿estás dispuesto, estás dispuesta a seguirlo? [Responden: “Si”] ¿Hoy, mañana, vas a estar dispuesto o dispuesta a seguirlo? [Responden: “Si”] ¿Y dentro de una semana? [responden: “También”] No estés tan seguro, no estés tan segura. Mirá, si querés estar dispuesto a seguirlo, pedíle a Él que te prepare el corazón para estar dispuesto a seguirlo, ¿está claro?

Queridos amigos, el Señor los mira con esperanza, nunca se desanima de nosotros. A veces a nosotros nos pasa que nos desanimamos de un amigo, de una amiga porque nos parecía bueno y después vimos que no era tanto, y bueno, nos desanimamos y lo dejamos de lado. Jesús nunca se desanima, nunca. “Padre, pero si usted supiera las cosas que yo hago…, yo digo una cosa pero hago otra, mi vida no es del todo limpia…”. Así y todo Jesús no se desanima de vos. Y ahora, hagamos un poco de silencio. Cada uno mire en su corazón cómo es la propia vida, la mira en el corazón y vas a encontrar que por momentos hay cosas buenas, que por momentos hay cosas que no son tan buenas, y así y todo, Jesús no se desanima de vos. Y desde tu corazón decíle: “Gracias, Jesús, gracias porque viniste para acompañarme aun cuando estaba en las malas, gracias Jesús”. Se lo decimos todos: “Gracias, Jesús “Gracias, Jesús” (Repiten).

Es muy lindo ver las fotos arregladas digitalmente, pero eso sólo sirve para las fotos, no podemos hacerle «photoshop» a los demás, a la realidad, ni a nosotros. Los filtros de colores y la alta definición sólo andan bien en los videos, pero nunca podemos aplicárselos a los amigos. Hay fotos que son muy lindas, pero están todas trucadas, y déjenme decirles que el corazón no se puede «photoshopear», porque ahí es donde se juega el amor verdadero, ahí se juega la felicidad y ahí mostrás lo que sos: ¿cómo es tu corazón?.

Jesús no quiere que te «maquillen» el corazón; Él te ama así como eres y tiene un sueño para realizar con cada uno de ustedes. No se olviden: Él no se desanima de nosotros. Y si ustedes se desaniman los invito a agarrar la Biblia y acordarse y leer ahí los amigos que Jesús eligió, que Dios eligió:

Moisés era tartamudo; Abrahán, un anciano; Jeremías, era muy joven; Zaqueo, un petizo; los discípulos, cuando Jesús les decía que tenían que rezar, se dormían; la Magdalena, una pecadora pública; Pablo, un perseguidor de cristianos; y Pedro, lo negó, después lo hizo Papa, pero lo negó… y así podríamos seguir esa lista. Jesús te quiere como sos, así como quiso como eran a estos sus amigos, con sus defectos, con ganas de corregirse, pero así como sos, así te ama el Señor. No te maquilles, no te maquilles el corazón, pero mostrate delante de Jesús como sos para que Él te pueda ayudar a progresar en la vida.

Cuando Jesús nos mira, no piensa en lo perfecto somos, sino en todo el amor que tenemos en el corazón para brindar y para seguirlo a Él. Para Él eso es lo importante, eso lo más grande, ¿cuánto amor tengo yo en mi corazón? Y esa pregunta quiero que la hagamos también a nuestra Madre: “Madre, querida Virgen María, mirá el amor que tengo en el corazón, ¿es poco?, ¿es mucho?, no sé si es amor”.

Y tengan por seguro que Ella los acompañará en todos los momentos de su vida, en todas las encrucijadas de sus caminos, especialmente cuando tengan que tomar decisiones importantes. ¡No se desanimen, no se desanimen, vayan adelante, todos juntos! ¡Porque la vida vale la pena vivirla con la frente alta! Que Dios los bendiga.

LLAMAMIENTO

Estamos en la Plaza Mayor de Lima, un lugar chiquito en una ciudad relativamente chiquita del mundo, pero el mundo es mucho más grande y está lleno de ciudades y de pueblos, y está lleno de problemas, y está lleno de guerras. Y hoy me llegan noticias muy preocupantes desde la República Democrática del Congo. Pensemos en el Congo. En estos momentos, desde esta plaza y con todos estos jóvenes, pido a las autoridades, a los responsables y a todos en ese amado país que pongan su máximo empeño y esfuerzo a fin de evitar toda forma de violencia y buscar soluciones en favor del bien común. Todos juntos, en silencio, rezamos por esta intención, por nuestros hermanos de la República Democrática del Congo.


Angelus

¡Hasta la vista!



12. SANTA MISA

Base Aérea de Las Palmas (Lima)
Domingo, 21 de enero de 2018
Homilía del Santo Padre
Saludo Final




HOMILÍA DEL SANTO PADRE

«Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícales el mensaje que te digo» (Jon 3,2). Con estas palabras, el Señor se dirigía a Jonás poniéndolo en movimiento hacia esa gran ciudad que estaba a punto de ser destruida por sus muchos males. También vemos a Jesús en el Evangelio de camino hacia Galilea para predicar su buena noticia (cf. Mc 1,14). Ambas lecturas nos revelan a Dios en movimiento de cara a las ciudades de ayer y de hoy. El Señor se pone en camino: va a Nínive, a Galilea… a Lima, a Trujillo, a Puerto Maldonado… aquí viene el Señor. Se pone en movimiento para entrar en nuestra historia personal y concreta. Lo hemos celebrado hace poco: es el Emmanuel, el Dios que quiere estar siempre con nosotros. Sí, aquí en Lima, o en donde estés viviendo, en la vida cotidiana del trabajo rutinario, en la educación esperanzadora de los hijos, entre tus anhelos y desvelos; en la intimidad del hogar y en el ruido ensordecedor de nuestras calles. Es allí, en medio de los caminos polvorientos de la historia, donde el Señor viene a tu encuentro.

Algunas veces nos puede pasar lo mismo que a Jonás. Nuestras ciudades, con las situaciones de dolor e injusticia que a diario se repiten, nos pueden generar la tentación de huir, de escondernos, de zafar. Y razones, ni a Jonás ni a nosotros nos faltan. Mirando la ciudad podríamos comenzar a constatar que existen «ciudadanos que consiguen los medios adecuados para el desarrollo de la vida personal y familiar —y eso nos alegra—, el problema está en que son muchísimos los “no ciudadanos”, “los ciudadanos a medias” o los “sobrantes urbanos”»[1] que están al borde de nuestros caminos, que van a vivir a las márgenes de nuestras ciudades sin condiciones necesarias para llevar una vida digna y duele constatar que muchas veces entre estos «sobrantes humanos» se encuentran rostros de tantos niños y adolescentes. Se encuentra el rostro del futuro.

Y al ver estas cosas en nuestras ciudades, en nuestros barrios —que podrían ser un espacio de encuentro y solidaridad, de alegría— se termina provocando lo que podemos llamar el síndrome de Jonás: un espacio de huida y desconfianza (cf. Jon 1,3). Un espacio para la indiferencia, que nos transforma en anónimos y sordos ante los demás, nos convierte en seres impersonales de corazón cauterizado y, con esta actitud, lastimamos el alma del pueblo, de este pueblo noble. Como nos lo señalaba Benedicto XVI, «la grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre. […] Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana»[2].

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se dirigió a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. A diferencia de Jonás, Jesús, frente a un acontecimiento doloroso e injusto como fue el arresto de Juan, entra en la ciudad, entra en Galilea y comienza desde ese pequeño pueblo a sembrar lo que sería el inicio de la mayor esperanza: El Reino de Dios está cerca, Dios está entre nosotros. Y el Evangelio mismo nos muestra la alegría y el efecto en cadena que esto produce: comenzó con Simón y Andrés, después Santiago y Juan (cf. Mc 1,14-20) y, desde esos días, pasando por santa Rosa de Lima, santo Toribio, san Martín de Porres, san Juan Macías, san Francisco Solano, ha llegado hasta nosotros anunciado por esa nube de testigos que han creído en Él. Ha llegado hasta Lima, hasta nosotros para comprometerse nuevamente como un renovado antídoto contra la globalización de la indiferencia. Porque ante este Amor, no se puede permanecer indiferentes.

Jesús invitó a sus discípulos a vivir hoy lo que tiene sabor a eternidad: el amor a Dios y al prójimo; y lo hace de la única manera que lo puede hacer, a la manera divina: suscitando la ternura y el amor de misericordia, suscitando la compasión y abriendo sus ojos para que aprendan a mirar la realidad a la manera divina. Los invita a generar nuevos lazos, nuevas alianzas portadoras de eternidad.

Jesús camina la ciudad con sus discípulos y comienza a ver, a escuchar, a prestar atención a aquellos que habían sucumbido bajo el manto de la indiferencia, lapidados por el grave pecado de la corrupción. Comienza a develar muchas situaciones que asfixiaban la esperanza de su pueblo suscitando una nueva esperanza. Llama a sus discípulos y los invita a ir con Él, los invita a caminar la ciudad, pero les cambia el ritmo, les enseña a mirar lo que hasta ahora pasaban por alto, les señala nuevas urgencias. Conviértanse, les dice, el Reino de los Cielos es encontrar en Jesús a Dios que se mezcla vitalmente con su pueblo, se implica e implica a otros a no tener miedo de hacer de esta historia, una historia de salvación (cf. Mc 1,15.21 y ss.).

Jesús sigue caminando por nuestras calles, sigue al igual que ayer golpeando puertas, golpeando corazones para volver a encender la esperanza y los anhelos: que la degradación sea superada por la fraternidad, la injusticia vencida por la solidaridad y la violencia callada con las armas de la paz. Jesús sigue invitando y quiere ungirnos con su Espíritu para que también nosotros salgamos a ungir con esa unción, capaz de sanar la esperanza herida y renovar nuestra mirada.

Jesús sigue caminando y despierta la esperanza que nos libra de conexiones vacías y de análisis impersonales e invita a involucrarnos como fermento allí donde estemos, donde nos toque vivir, en ese rinconcito de todos los días. El Reino de los cielos está entre ustedes —nos dice— está allí donde nos animemos a tener un poco de ternura y compasión, donde no tengamos miedo a generar espacios para que los ciegos vean, los paralíticos caminen, los leprosos sean purificados y los sordos oigan (cf. Lc 7,22) y así todos aquellos que dábamos por perdidos gocen de la Resurrección. Dios no se cansa ni se cansará de caminar para llegar a sus hijos. A cada uno. ¿Cómo encenderemos la esperanza si faltan profetas? ¿Cómo encararemos el futuro si nos falta unidad? ¿Cómo llegará Jesús a tantos rincones, si faltan audaces y valientes testigos?

Hoy el Señor te invita a caminar con Él la ciudad, te invita a caminar con Él tu ciudad. Te invita a que seas discípulo misionero, y así te vuelvas parte de ese gran susurro que quiere seguir resonando en los distintos rincones de nuestra vida: ¡Alégrate, el Señor está contigo!



SALUDO FINAL

Doy las gracias al Cardenal Juan Luis Cipriani, Arzobispo de Lima, por sus palabras, y a los obispos de Puerto Maldonado y de Trujillo, cuyas jurisdicciones eclesiásticas pude visitar durante estos días. También doy gracias al presidente de la Conferencia Episcopal, a mis hermanos obispos por su presencia y a todos ustedes que han hecho posible que esta visita dejara una huella en mi corazón.

Agradezco a todos los que han hecho posible este viaje, que fueron muchos y muchos anónimos. En primer lugar, al señor Presidente Pedro Pablo Kuczynski, a las autoridades civiles, a los miles de voluntarios que con su trabajo silencioso y abnegado como «hormiguitas» contribuyeron para que todo pudiera concretarse. Gracias voluntarios, anónimos. Agradezco a la comisión organizadora y a todos los que con su dedicación y esfuerzo hicieron posible este encuentro. De modo especial quiero agradecer al grupo de arquitectos que han diseñado los tres altares en las tres ciudades. Que Dios les conserve buen gusto. Me ha hecho bien encontrarme con ustedes.

Comenzaba mi peregrinación entre ustedes diciendo que Perú es tierra de esperanza. Tierra de esperanza por la biodiversidad que la compone, con la belleza de una geografía capaz de ayudarnos a descubrir la presencia de Dios.

Tierra de esperanza por la riqueza de sus tradiciones y costumbres que han marcado el alma de este pueblo.

Tierra de esperanza por los jóvenes, los cuales no son el futuro, sino el presente de Perú. A ellos les pido que descubran en la sabiduría de sus abuelos, de sus ancianos, el ADN que guió a sus grandes santos. Chicas y chicos, por favor, no se desarraiguen. Abuelos y ancianos, no dejen de transmitir a las jóvenes generaciones las raíces de su pueblo y la sabiduría del camino para llegar al cielo. A todos los invito a no tener miedo a ser los santos del siglo XXI.

Hermanos peruanos, tienen tantos motivos para esperar, lo lo vi, lo “toqué” en estos días. Por favor, cuiden la esperanza, que no se la roben. No hay mejor manera de cuidar la esperanza que permanecer unidos, para que todos estos motivos que la sostienen, crezcan cada día más.

La esperanza no defrauda (cf. Rm 5,5).

Los llevo en el corazón.

Que Dios los bendiga. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias.



[1] Exhort. ap. Evangelii gaudium, 74.

[2] Carta enc. Spe salvi, 38.





13. CONFERENZA STAMPA DEL SANTO PADRE
DURANTE IL VOLO DI RITORNO DAL PERÙ


Volo Papale
Domenica, 21 gennaio 2018


Greg Burke:

Santo Padre, grazie! Grazie per il tempo che ci dà, stasera, dopo un viaggio lungo e intenso, a volte un po’ caldo e umido, però un viaggio ricco dove Lei ha toccato il cuore della gente, il “santo Pueblo fiel de Dios”, con un messaggio di pace e speranza. Ma Lei ha anche affrontato le sfide per la Chiesa in Cile, per la Chiesa in Perù e anche per le due società, con un’attenzione speciale alla dignità umana, ai popoli indigeni e all’Amazzonia. Grazie per l’opportunità di seguirLa da vicino. E adesso cerchiamo di approfondire un po’ i temi del viaggio.

Papa Francesco:

Buona sera. Grazie per il vostro lavoro. E’ stato un viaggio… non so come si dice in italiano, ma in spagnolo si dice “pasteurizado”, come si fa con il latte: si fa passare dal freddo al caldo, dal caldo al freddo, e noi siamo passati dal Sud del Cile, fresco, quel paesaggio bellissimo, al deserto, alla foresta di Maldonado, poi a Trujillo, il mare, e poi Lima: tutte le temperature e tutti i climi. E questo stanca. Grazie tante. E adesso, le domande.

Greg Burke:

Abbiamo domande dal Perù e dal Cile, per incominciare. Abbiamo Armando Canchanya.

Papa Francesco:

Cominciamo con quelle del viaggio, tutti, e quando finiscono queste, se manca qualcosa sul viaggio lo dirò io, e poi le altre domande, se ci sono.

Greg Burke:

Perfetto. Armando Canchanya Alaya di Rpp del Perù.

Armando Canchanya Alaya:

Santo Padre, quería agradecerle por habernos permitido acompañarlo en este viaje. Usted dijo en el vuelo de ida que no conocía bien el Perú y en estos días ha tenido la oportunidad de recorrer tres ciudades... Quería preguntarle por este viaje en el que la gente se ha volcado a verle, incluso ha llegado cariñosamente a decirle: “Panchito, no te vayas”… ¿Qué se lleva del viaje el Santo Padre, que se lleva del Perú?

Papa Francesco:

Me llevo la impresión de un pueblo creyente, un pueblo que pasa muchas dificultades, y las pasó históricamente, pero una fe que me impresiona. No solo la fe en Trujillo, donde la piedad popular es muy rica y muy fuerte, sino la fe de las calles. Ustedes vieron lo que eran las calles, y no solo en Lima, donde evidentemente se nota, también en Trujillo. También en Puerto Maldonado yo pensaba tener el acto en un lugar como este –y era una plaza llena–, y cuando iba de un lado para otro, las calles también. O sea, un pueblo que salió a expresar su alegría y su fe. Es verdad que ustedes tienen –como dije hoy al mediodía–, ustedes son una tierra “ensantada”, son el pueblo latinoamericano que tiene más santos. Y santos de alto nivel: Toribio, Rosa, Martín, Juan. Creo que la fe la tiene muy calada dentro. Yo me llevo de Perú una impresión de alegría, de fe, de esperanza, de volver a andar, y sobre todo… muchos chicos. O sea, volví a ver esa imagen que vi en Filipinas y vi en Colombia: los papás y las mamás, a mi paso, levantando los chicos, y eso dice futuro, eso dice esperanza, porque nadie trae hijos al mundo si no tiene esperanza. Lo único que les pido es que cuiden la riqueza, no solo las que tienen las iglesias y los museos -que las obras de artes son geniales–, no solo las de la historia de la santidad y de los sufrimientos que los han enriquecido mucho, sino esta riqueza de estos días que yo vi.

Giovanni Hinojosa Navarro de “La Republica”.

Su Santidad, en el Perú la clase política ha defraudado el pueblo, con actos de corrupción e indultos negociados. Pero también lo han hecho algunos miembros de la Iglesia: basta ver a las víctimas del Sodalicio de Vida Cristiana esperando justicia. ¿Qué respuesta da usted a ambos casos?

Papa Francesco:

Bien, primero el problema de la corrupción. Yo no sabría responderte históricamente el progreso de la corrupción o históricamente en otros sectores del mundo. Yo sé que en algunos países de Europa hay mucha corrupción –algunos, no todos–. Sí, en Latinoamérica hay muchos focos de corrupción. Ahora está de moda hablar de Odebrecht, por ejemplo. Pero eso es un botón de muestra. El origen de la corrupción es…, yo diría que es el pecado original que te lleva... Yo escribí un librito una vez, muy pequeño, que se llama Pecado y corrupción; y el lema que saco de eso, de ese libro, es: “pecador sí, corrupto no”. Todos somos pecadores. Pero yo sé que todos nosotros, los que estamos acá, –también yo hago la voluntad de mi parte, y… pienso bien de ustedes que lo hacen–, cuando se encuentran en “off side”, en un pecado fuerte: “Bueno, ‘esto’ está mal, acá me porte mal con un amigo o robé, o hice ‘esto’ o me drogué”, y entonces me freno y trato de no hacerlo. Bueno, pero está el perdón de Dios sobre todo eso. Yo al pecado no le tengo miedo, le tengo miedo a la corrupción, porque la corrupción ya te va viciando el alma y el cuerpo; y un corrupto está tan seguro de sí mismo que no puede volver atrás. O sea, la corrupción es como esos pantanos chupadizos que vos pisás y querés salir, y das un paso y te vas más adentro, más adentro, más adentro, y te chupó. Es una ciénaga… Ese..., sí es la destrucción de la persona humana. Yo no sé si toqué algo, ¿si querés preguntar algo más sobre la corrupción?, después paso al Sodalicio. Y claro, el político tiene mucho poder. También el empresario tiene mucho poder. Un empresario que le paga la mitad a sus obreros es un corrupto, y un ama de casa que está acostumbrada y cree que es lo más normal explotar a las mucamas, ya sea con el sueldo ya sea con el modo de tratar, es una corrupta, porque ya lo toma como normal. Una vez, recuerdo una conversación que tuve con una persona, un profesional. Y me decía cómo llevaba la cosa; joven, tendría treinta años. Y él me decía que trataba al personal doméstico de una manera nada noble, y mencionaba las cosas que hacía con el personal doméstico. Yo le dije: “Pero… usted no puede hacer eso. Eso es pecado”. “Padre –me dice–, no vamos a comparar esa gente conmigo, esa gente está para eso”. Y es lo que piensa el tratante sexual, el tratante de trabajo esclavo: los corruptos. ¿Y en la Iglesia, hay corrupción? Sí. Hay casos de corrupción en la Iglesia. En la historia de la Iglesia siempre los hubo. Siempre los hubo, porque hombres y mujeres de Iglesia entraron en el juego de la corrupción. Y esto me sirve de puente para lo del Sodalicio. El Sodalicio empezó con un caso de una persona que parecía muy…, con mucha virtud, murió e investigando se descubrió que tenía doble vida. Es el primer caso del Sodalicio, que yo conozco. Pero esto hace 20, 25 años atrás, y después una denuncia ya de abuso, no solo sexual, sino de abuso de manipulación de conciencia para con el fundador. El proceso del fundador entró en la Santa Sede, se le dio una condena, no se lo expulsó del Sodalicio sino que vive solo, y una persona lo atiende… Él se declara inocente de las pruebas que hubo en el juicio y apeló a la Signatura Apostólica, que es la Suprema Corte de Justicia del Vaticano. La causa está en apelación. Por los datos que tengo saldrá en menos de un mes. Lleva un año en el proceso. En menos de un mes saldrá. Pero, ¿qué sucedió ahora? Ese juicio fue gatillo para que otras víctimas de esa persona hicieran juicio civil y eclesiástico. Entonces, si la Signatura Apostólica pone fin a este juicio primero… –sea favor o en contra–, ya no tiene sentido, porque este hombre, ahora sí, hay cosas mucho más graves que dirá la justicia, pero son varios casos graves e intervino la justicia civil, lo cual en estos casos de abusos siempre es conveniente, porque es un derecho. Y creo, por lo que sé, pero no estoy muy al tanto, que la cosa es bastante desfavorable al fundador. Por otro lado, no era una situación personal solamente, había cosas ahí no del todo claras. Entonces, hace casi dos años yo mandé un Visitador al Sodalicio en la persona del Cardenal Tobin, Obispo de Newark. El cardenal Tobin hace la visita; descubre cosas que no entiende o que no están claras; nombra dos veedores económicos y este es el tercer abuso que también rozaba al fundador: el manejo económico. Y después de un estudio recomienda “comisariar” el Sodalicio. Llegó la carta de él hace cuatro semanas, se estudió el caso y hace dos semanas se nombró un comisario. Si hoy día el Sodalicio está “comisariado” por la Santa Sede es por todo esto. Un caso parecido –parecido diría en los nuevos procedimientos, no en las acusaciones– es el de los Legionarios y ya fue resuelto en su momento por el Papa Benedicto XVI, que en eso estuvo muy firme y muy fuerte. Benedicto no toleraba esas cosas. Y yo aprendí de él a no tolerarlas tampoco. No sé si te respondí. O sea, el estado jurídico hoy día del Sodalicio es “comisariamiento” y a la vez sigue la Visita Apostólica.

Juan Paulo Iglesias Mori, de la Tercera

Buenas noches Santo Padre, muchas gracias por esta oportunidad de platearle algunas preguntas sobre el viaje. Yo quería preguntarle a propósito de su primer mensaje en Chile que fue muy duro contra los abusos. Usted habló de “vergüenza”, habló de comprender el dolor de la víctimas, pero el ultimo día en las declaraciones que hizo sobre el obispo Barros hubo también una declaración en que finalmente trató de mentir o calumniar a las víctimas, ¿por qué cree más al testimonio del obispo Barros que al de las víctimas? ¿No se traiciona un poco la confianza hacia esas víctimas que usted mismo planteó en Chile?

Papa Francesco:

Comprendo la pregunta. Sobre Barros hice una declaración, no declaraciones: una. Yo hablé en Chile, y eso fue en Iquique, al final. Hablé en Chile dos veces sobre los abusos: con mucha fuerza delante del gobierno, que era hablar delante de la Patria, y en la catedral con los sacerdotes. El discurso que dije a los sacerdotes es lo que yo siento más profundamente respecto a este caso. Ustedes saben que empezó papa Benedicto con tolerancia cero, yo seguí con tolerancia cero, y después de casi cinco años de Pontificado no he firmado un pedido de gracia. Los Procesos son así: entran en la Congregación para la Doctrina de la Fe y la Congregación da la sentencia… En los casos de quite del estado clerical es definitiva la sentencia en primera instancia; la persona que es condenada tiene derecho a apelar. Hay un Tribunal de Apelación de segunda instancia. El Tribunal de Apelación sabe que si hay pruebas claras de abuso no hay lugar para la apelación; no se apela, lo que sí puede apelarse son los procedimientos: falla de procedimientos, irregularidades…, entonces ahí tiene que sentenciar o revisión de proceso, como en todo juzgado, ¿no es cierto? Si la segunda instancia confirma la primera solamente le queda una salida, a la persona, y es apelar al Papa como gracia. Yo, en cinco años, habré recibido –no sé el número– 20, 25 casos de gracia que se animaron a pedir. No firmé ninguno. Solamente en un caso, que no fue gracia ni nada, fue una discusión de sentencia jurídica, en mi primer año de pontificado, y me encontré con dos sentencias. Una muy seria que venía de la diócesis, y otra que dio la Doctrina de la Fe. La Doctrina de la Fe era la más dura, la que venía de la diócesis era muy seria, con mucha cautela y muy condicionada. O sea, con estas condiciones hay que esperar un tiempo y ver que…, o sea, no cerraba el caso. Como hay que hacer en buena jurisprudencia, siempre a favor del reo, opté por la más leve, con las condiciones. A los dos años se evaluaron que las condiciones no las cumplió y entonces dejé funcionar la otra. Es el único caso que dudé, pero porque eran dos sentencias y había un principio jurídico, in dubio pro reo, ¿no? Y entonces opté por eso. Esa es mi postura. Ahora el caso del obispo Barros. Es un caso que lo hice estudiar, lo hice investigar, lo hice trabajar mucho, y realmente no hay evidencias –uso la palabra evidencia, porque después voy a hablar de la pruebas–, no hay evidencias de culpabilidad, más bien parece que no se van a encontrar porque hay una coherencia en otro sentido. Entonces, en base a ese no haber evidencias es que yo espero alguna evidencia para cambiar de postura, sino aplico el principio jurídico básico en todo tribunal: nemo malus nisi probetur, ninguno es malo a no ser que se pruebe. Y ahí está la palabra “prueba”, que creo que es la que me jugó a mí la mala pasada.

[Estoy hablando en castellano - mi scusi, non me ne sono accorto…]

Estaba entrando y una periodista de Iquique me pregunta: “Nosotros en Chile tenemos el gran problema del obispo Barros, ¿qué piensa usted?”. Creo que las palabras que dije fueron estas: –Primero pensé: “¿Respondo o no respondo?”. Dije, sí. ¿Por qué razón? Porque Barros había sido obispo de Iquique y una feligresa de él me lo preguntaba. Tiene derecho a una respuesta. Y dije: “el día que tenga una prueba voy a hablar”. Creo que dije “no tengo pruebas”, creo, pero no me acuerdo. Pero está registrado, lo puedes encontrar.

[La risposta è stata…].

Yo hablaría de evidencias y claro, yo sé que hay mucha gente abusada que no puede traer una prueba, no la tiene. Y que no puede. O a veces la tiene, pero tiene vergüenza que lo tapa y sufre en silencio. El drama de los abusados es tremendo… es tremendo… A mí me tocó atender hace dos meses una mujer abusada hace cuarenta años –¡cuarenta!–. Casada, con tres hijos. Esa mujer no recibía la comunión desde esa época, porque en la mano del cura veía la mano del abusador. No podía acercarse. Y era creyente, era católica. No podía…

[scusatemi se continuo in spagnolo…].

Así que la palabra prueba no era la mejor para acercarme a un corazón dolorido; yo diría, evidencias… En el caso de Barros se estudió, se reestudió, y no hay evidencias, y eso es lo que quise decir: no tengo evidencias para condenar. Y ahí, si yo condenara sin evidencias o sin certeza moral cometería –yo – un delito de mal juez. Pero hay otra cosa más que quiero decir ¿Vos entendés el italiano?

Lo spiegherò in italiano. Uno di voi si è avvicinato a me e mi ha detto: “Ha visto la lettera che è uscita?”, e mi ha fatto vedere una lettera che io avevo scritto alcuni anni fa, quando incominciò il problema di Barros. Quella lettera devo spiegarla, perché è anche una lettera a favore della prudenza con cui è stato gestito il problema Barros. Quella lettera non è la narrazione di un fatto puntuale; quella lettera è la narrazione di più o meno dieci/dodici mesi. Quando è scoppiato lo scandalo Karadima, un uomo di cui tutti conosciamo qual è lo scandalo, si incominciò a vedere quanti sacerdoti che erano stati formati da Karadima erano stati abusati o sono stati abusatori. Ci sono in Cile quattro vescovi che Karadima aveva inviato in seminario. Qualche persona della Conferenza episcopale ha suggerito che questi vescovi – tre, perché un quarto era molto malato e non aveva un incarico diocesano, ma tre avevano un incarico diocesano – se questi vescovi forse non fosse meglio che rinunciassero, dessero le dimissioni, si prendessero un anno sabbatico e poi, passata la tempesta, per evitare accuse… perché sono vescovi bravi, buoni vescovi. Come Barros: Barros aveva allora già vent’anni di episcopato. Stava per finire l’ordinariato militare, perché lui è stato prima ausiliare a Valparaíso, poi vescovo di Iquique e poi ordinario militare per quasi dieci anni. Dice: “Chiediamo le dimissioni a lui, forse spiegandogli…”; e lui generosamente ha dato le dimissioni. E’ venuto a Roma, e io ho detto: “No. Così non si gioca. Perché questo è ammettere colpevolezza previa. Ogni caso, se ci sono colpevoli, si indaga”. E io ho respinto le dimissioni. Questi sono i dieci mesi di quella lettera. Poi, quando è stato nominato [a Osorno], è andato avanti tutto questo movimento di protesta, e lui mi ha dato le dimissioni per la seconda volta. Ho detto: “No, tu vai”. Ho parlato a lungo con lui, altri hanno parlato a lungo con lui: “Tu vai”. E voi sapete cosa è successo lì il giorno della presa di possesso e tutto questo. Si è continuato a fare l’indagine su Barros: non emergono evidenze. Per questo… è quello che io ho voluto dire. Non posso condannarlo, perché non ho le evidenze; ma anch’io sono convinto che sia innocente.

Passo a un terzo punto – quello della lettera l’ho spiegato chiaramente, così come è andato –, passo a un terzo punto: cosa sentono gli abusati. Su questo devo chiedere scusa, perché la parola “prova” ha ferito, ha ferito tanti abusati. “Ah, io devo andare a cercare la certifica di questo, o fare quello…?”. No. E’ una parola di traduzione del principio legale e ha ferito, e chiedo loro scusa se li ho feriti senza accorgermi, ma è una ferita fatta senza volerlo. E a me questo fa tanto dolore, perché io li ricevo, e in Cile ne ho ricevuti due, che si sanno; e ce ne sono stati altri più di nascosto. In Perù, no. Ma in ogni viaggio c’è sempre qualche possibilità. Sono stati pubblicati quelli di Philadelphia, quegli altri… due, tre sono stati resi pubblici; altri casi non lo sono stati… So quanto soffrono. Sentire che il Papa dice loro in faccia “portatemi una lettera con la prova”, è uno schiaffo. E adesso io mi accorgo che la mia espressione non è stata felice, perché non ho pensato a questo. E capisco – come dice l’apostolo Pietro in una delle sue Lettere – l’incendio che si è sollevato. Questo è quello che io posso dirti con sincerità. Barros resterà lì se io non trovo il modo di condannarlo. Io non posso condannarlo se non ho – non dico prove – se non ho evidenze. E ci sono tanti modi per arrivare a un’evidenza. Chiaro? Benissimo.

Mi dicono che dopo la turbolenza di Barros e del Sodalizio, ne abbiamo una più meteorologica. Io rimarrei qui. Se voi non avete difficoltà, faremo senza guardarci, da seduti, per non perdere tempo: perché poi viene la cena e ci tagliano la conferenza stampa. Dicono che gli angeli non hanno schiena: vediamo… Io rimarrò in piedi se non si muove; se si muove, continuerò seduto.

Greg Burke:

Rimaniamo in Cile con Matilde Burgos di Cnn/Cile.

Matilde Burgos:

Muchísimas gracias Santidad por este viaje a nuestro país, vi que usted quiere que quede muy claro el caso de Barros, por eso, antes de mi pregunta, quiero especificar algo: ¿Por qué para usted el testimonio de la víctimas no es una evidencia? ¿Por qué no les cree? Y la segunda es: ¿A qué atribuye usted que se considere su visita a Chile como un fracaso de fieles y un fracaso de que la Iglesia queda más dividida?

Papa Francesco:

El testimonio de las víctimas siempre es una evidencia. Siempre. En el caso de Barros no las hay: no hay evidencias. Empezó quizás con esa mala decisión de la renuncia y se lo empezó a acusar. Pero de abuso, no hay evidencias.

Matilde Burgos:

De encubrir abusos…

Papa Francesco:

Sí, sí, de encubrir, es un abuso también. O sea, encubrir abuso es un abuso. No hay evidencia. Por eso, lo mejor es que el que cree que es así, a portar las evidencias rápido. Si creen que es así honestamente. Yo en este momento no creo que sea así, porque no la hay, pero tengo el corazón abierto a recibirlas. Y lo otro, de Chile, es un cuento chino. Yo de Chile me vine contento. Yo no esperaba tanta gente en la calle, y eso -no pagamos la entrada, ¿eh? Esa gente no fue pagada ni llevada en colectivo, la espontaneidad de la expresión chilena fue muy fuerte; incluso en Iquique que yo pensé que iba a ser una cosa muy poquita porque Iquique es desierto. Ustedes vieron lo que fue de gente, ¿no? En el sur lo mismo. Y las calles de Santiago hablaban por sí mismas. En eso yo creo que la responsabilidad del informador es ir a los hechos concretos. ¿Y que el pueblo dividido? No sé de dónde sale. Eso es la primera vez que lo oigo. Quizás este caso de Barros es el que lo ha creado, pero ubicándolo en su realidad puede ser por eso. Pero a mí la impresión que me dio es que lo de Chile fue muy grade y gratificante, y muy fuerte. Yo después quisiera volver sobre… –al menos un momento–, de los que más me conmovió de Chile, pero eso antes de pasar a otros temas si tenemos tiempo.

Greg Burke:

Passiamo al gruppo italiano, Andrea Tornielli.

Andrea Tornielli, La Stampa:

Sì, Santità, io volevo parlare di quello che Lei ha detto nel giorno passato in Amazzonia, perché c’era in quel discorso anche un elemento, se si vuole, nuovo, cioè, non soltanto la minaccia rappresentata dai grandi gruppi economici ma anche la minaccia – anzi, Lei ha parlato di “perversione” – di alcune politiche ambientaliste che finiscono per soffocare la vita delle persone. Dunque c’è un ambientalismo che è contro l’uomo?

Papa Francesco:

Sì. In quella zona…, io non potrei in questo momento descrivere bene, ma quel proteggere la foresta per salvare alcune tribù che poi sono rimaste fuori e la foresta è finita per lo sfruttamento. Ma il dato più concreto di questo caso è nelle statistiche della zona. Lì credo che tu troverai sicuramente i dati precisi. E’ un fenomeno che per custodire l’ambiente finisce per isolare: sono rimasti isolati da un progresso reale; un fenomeno che si è verificato lì, in quella zona, e nelle informazioni che hanno inviato per preparare il viaggio io l’ho studiato. Grazie.

Greg Burke:

E ora Aura Miguel, di Rádio Renascença.

Aura Vistas Miguel, Radio Renascença:

Santità, la mia domanda riguarda la celebrazione del matrimonio sull’aereo. D’ora in poi, cosa direbbe ai parroci, ai vescovi, quando i fidanzati vengono a chiedere di sposarsi non so dove, spiaggia, parchi, navi, aerei… Cosa direbbe?

Papa Francesco:

Ma Lei si immagina: crociere con matrimonio… Questo sarebbe… Uno di voi mi ha detto che io sono matto per fare queste cose. La cosa è stata semplice. Il signore, l’uomo, era sul volo precedente, lei non c’era. E ho parlato con lui… Dopo, mi sono accorto che mi aveva “sondato”: ha parlato della vita, di cosa pensavo io della vita, della vita di famiglia, parlava…, abbiamo fatto una bella chiacchierata. Poi, il giorno dopo, c’erano tutt’e due, e quando abbiamo fatto le fotografie, loro mi hanno detto questo: “Noi stavamo per sposarci in chiesa, siamo stati sposati con rito civile, ma il giorno prima – si vede che erano di una città piccola – la chiesa è crollata nel terremoto e non c’è stato il matrimonio”. Questo 10 anni fa, 8 forse: nel 2010 è stato il terremoto, 8 anni fa. “Sì, lo facciamo domani, dopodomani… Così è la vita, poi viene una figlia, poi un’altra figlia… Ma sempre noi abbiamo questo nel cuore: noi non siamo sposati”. Io li ho interrogati un po’, e le risposte erano chiare: “Per tutta la vita…” - “E come sapete queste cose? Avete buona memoria del catechismo…” - “No, noi abbiamo fatto i corsi prematrimoniali per quel tempo”. Erano preparati. Ai parroci dica che questi erano preparati, e io ho giudicato che erano preparati. Me lo hanno chiesto: i sacramenti sono per le persone umane. Tutte le condizioni erano chiare. E perché non fare oggi quello che si può fare oggi, e non rimandarlo a domani, un domani che forse sarebbe stato 10, 8 anni in più? Questa è la risposta. Ho giudicato che erano preparati, che sapevano quello che facevano. Ognuno di loro si è preparato davanti al Signore, col sacramento della Penitenza, e poi li ho sposati. E quando sono arrivati qui era tutto finito… Mi hanno detto che avevano detto a qualcuno di voi: “Andiamo dal Papa a chiedere che ci sposi”, non so se è vero o no che avevano quell’intenzione. Così è stata la cosa. Ma si può dire ai parroci che il Papa li ha interrogati bene; e poi quando mi hanno detto che avevano fatto il corso… Ma erano coscienti, erano coscienti che erano in situazione irregolare. Grazie.

Greg Burke:

Santità, abbiamo fatto quasi un’ora però non so se possiamo fare ancora una o due domande…

Papa Francesco:

Sì, sul viaggio.

Greg Burke:

Sì, sul viaggio. Nicole Winfield, Associated Press.

Papa Francesco:

Sì, perché sul Perù [si è detto] quasi niente…

Nicole Winfield:

Ah, no: Cile ancora…

Papa Francesco:

Va bene…

Nicole Winfield, Associated Press:

Santo Padre, ieri il cardinale O’Malley ha fatto una dichiarazione su questi commenti sul vescovo Barros, e ha detto che “parole come queste erano fonte di dolore per i sopravvissuti [le vittime] dell’abuso con l’effetto di farli sentire abbandonati e screditati”. Lei ci ha detto che si sentiva male… Immagino, e mi domando, se sono state proprio le parole del cardinale O’Malley che Le hanno fatto capire questo dolore? E poi, una domanda collegata con questo. La commissione per la protezione dei minori, guidata dal cardinale O’Malley: c’era la scadenza il mese scorso dei primi membri. Ci sono persone che vedono questa scadenza e si domandano se questo è un segno di una non priorità della protezione dei minori…

Papa Francesco:

Ho capito, ho capito. Il cardinale O’Malley… Io ho visto la dichiarazione del cardinale O’Malley, ha detto anche: “Il Papa ha sempre difeso [le vittime]…, il Papa ha tolleranza zero….”. Con questa espressione non felice, è [accaduto] quello che Lei ha detto, e questo mi ha fatto pensare [all’effetto della] parola “prova”… Calunnia: sì, uno che dice con pertinacia, senza avere l’evidenza, che Lei ha fatto questo, che questo ha fatto questo, questo è calunnia. Se io dico: “Lei ha rubato” - “No, io non ho rubato…” - “Lei ha rubato, ha rubato…”, sto calunniando, perché non ho le evidenze.

[qualcuno interviene]

Ma io non ho sentito alcuna vittima di Barros…

[qualcuno interviene]

Non sono venuti, non hanno dato le evidenze per il giudizio. E’ un po’ vago questo, è una cosa che non si può prendere. Lei, con buon volontà, mi dice ci sono delle vittime, ma io non le ho viste perché non si sono presentate. E’ vero che Barros era del gruppo dei giovani lì, Barros è entrato nel seminario non so quando, ma porta oggi 24 o 23 anni da vescovo, avrà avuto 15 anni da prete... Da tanti anni, è entrato giovanissimo. Lui dice di non aver visto. Era del gruppo, ma poi è andato per un’altra strada. In questo dobbiamo essere chiari: uno che accusa senza le evidenze, con pertinacia, questo è calunnia. Ma se viene una persona e mi dà l’evidenza, io sono il primo ad ascoltarla. Dobbiamo essere giusti in questo, molto giusti. Io ho pensato a quello che ha detto il cardinale O’Malley, lo ringrazio della dichiarazione perché stata molto giusta, ha detto tutto quello che io ho fatto e faccio e che fa la Chiesa, e poi ha detto il dolore delle vittime, non di questo caso, in genere. Perché, come ho detto all’inizio, ci sono tante vittime che non sono capaci, per vergogna, per quello che sia, di portare un documento, una testimonianza… E’ questo. E la seconda domanda che Lei mi faceva era…?

Greg Burke:

La commissione…

Papa Francesco:

La commissione. La commissione, sì, era nominata per tre anni, credo. E’ scaduta; si studiò la nuova commissione e loro, la commissione stessa, ha deciso di rinnovare il mandato per una parte e per un’altra nominare nuovi [membri]. Il martedì prima della partenza è venuta – della partenza per questo viaggio – è venuta la lista della commissione definitiva e adesso segue l’iter normale della Curia. C’erano alcune osservazioni su qualcuno che si devono chiarire, perché per i nuovi, le persone nuove, si studia il curriculum, come ha fatto… C’erano due osservazioni che dovevano chiarirsi… Però su questo il cardinale O’Malley ha lavorato bene, ha lavorato come si deve la commissione… No, no per favore, non pensare che… I tempi sono i tempi normali di una nomina del genere…

Greg Burke:

Santità facciamo un’ultima domanda. Se è sul viaggio…

Catherine Marciano, AFP:

Santità, uno degli scopi della Chiesa è lottare contro la povertà. Il Cile in vent’anni ha abbassato il livello di povertà dal 40% all’11%. Secondo Lei è il risultato di una politica liberale, c’è del liberalismo secondo Lei? E un’altra piccola domanda a proposito del cardinale Maradiaga… Cosa pensa Lei della notizia di soldi che lo riguarda?

Sul cardinale Maradiaga, non è del viaggio, ma rispondo. Lui ha fatto una dichiarazione filmata, c’è un video, e io dico quello che lui ha detto.

Riguardo al liberalismo, io direi che dobbiamo studiare bene i casi di politica liberale. Ci sono altri Paesi in America Latina con politiche liberali che hanno portato il Paese a una povertà più grande. Lì davvero non saprei cosa rispondere perché non sono tecnico in questo, ma, in generale, una politica liberale che non coinvolge tutto il popolo è selettiva e porta giù. Ma è una regola generale, il caso del Cile davvero non lo conosco così da poter rispondere. Ma vediamo che in altri Paesi in America Latina la cosa va sempre più giù.

Sul viaggio io vorrei dire qualcosa che mi ha commosso tanto. Il carcere delle donne: io avevo il cuore lì. Sempre io sono molto sensibile al carcere e ai carcerati e sempre, quando vado in un carcere, mi domando “perché loro e non io…”. Vedere queste donne, vedere la creatività di queste donne, la capacità di cambiare e voler cambiare vita, di reinserirsi nella società con la forza del Vangelo… Uno di voi mi ha detto: “Ho visto la gioia del Vangelo”. Mi ha commosso questo, davvero ero molto commosso in quell’incontro. E’ una delle cose più belle del viaggio. Poi, a Puerto Maldonado, quell’incontro con gli aborigeni, lasciamo stare perché è ovvio che è commovente, è dare un segno al mondo… Quel giorno c’è stata la prima riunione della Commissione pre-sinodale del Sinodo per l’Amazzonia che sarà nel 2019. Ma sono stato commosso dell’Hogar “Principito”: vedere questi bambini, la maggioranza abbandonati, quei ragazzi e quelle ragazze che sono riusciti, con l’educazione, ad andare avanti... Ci sono professionisti, lì… Questo mi ha commosso tanto. Le opere che portano una persona “in su”, così come le cose di cui abbiamo parlato prima portano la persona “in giù”. Questo mi ha commosso tanto del viaggio. E poi la gente, il calore della gente. Qui oggi era da non credere, cosa era Lima! Da non credere! Il calore della gente… Io dico: questo popolo ha fede e questa fede la contagia a me, e ringrazio Dio per questo. E ringrazio voi per il lavoro che vi aspetta per fare gli articoli e le notizie che dovete fare. Grazie della pazienza e grazie per aver fatto le domande precise. Grazie tante.

Greg Burke:

Grazie, Santità, per la sua pazienza. Buon riposo, buona cena. Grazie
.




14. AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro
Miércoles, 24 de enero de 2018


Queridos hermanos y hermanas:

Hace dos días regresé de mi Viaje Apostólico a Chile y Perú. Le doy gracias al Señor que todo haya salido bien. Tuve la oportunidad de encontrar al Pueblo de Dios que peregrina en aquellas tierras, y de animar la fe y el desarrollo social de esos países. Reitero mi gratitud a las Autoridades civiles y a mis hermanos Obispos, que me recibieron con gentileza y generosidad, así como a todos los demás colaboradores y voluntarios.

Mi llegada a Chile estuvo precedida por algunas manifestaciones de protesta, por diversos motivos; que han hecho aún más vivo y actual el lema de mi visita: «Mi paz os doy», palabras que Jesús dirige a sus discípulos, y que repetimos en cada Misa: el don de la paz, que sólo el Resucitado puede dar a quien confía en él. Allí tuve ocasión de reunirme con todas las realidades del país. Alenté el camino de la democracia chilena, como espacio de encuentro solidario y capaz de incluir la diversidad, con el método de la escucha, especialmente de los pobres, los jóvenes, los ancianos, los migrantes y la tierra.

En Perú, el lema era «Unidos por la esperanza», que invita a caminar juntos con toda la riqueza de las diferencias que heredamos de la historia y la cultura. Esto lo ha confirmado el encuentro con los pueblos de la Amazonia peruana, que ha dado inicio al itinerario del Sínodo Pan-amazónico de octubre 2019, y también los momentos vividos con la población de Puerto Maldonado y con los niños de la Casa de acogida “El Pequeño Príncipe”, y con todas las demás realidades de Trujillo y de Lima.

Saludos:

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los provenientes de España y Latinoamérica. Que la potencia de la fidelidad y del amor misericordioso del Padre que se nos ofrece en Jesús, nos impulse a creer en el Evangelio y a iniciar un camino de conversión, que nos abran a acoger la paz que él nos da y a ser hombres y mujeres unidos en su esperanza. Muchas gracias.




Y les dejo un tema a reflexionar y compartir... :



  • 37 MILLONES COSTARÁ LA VISITA DEL PAPA AL PERÚ




¡La Virgen y san José...guiaron esta Visita Papal!!..