Sin dudas, ...¡eres Padre!!..

Sin dudas, ...¡eres Padre!!..
..y maravillosamente sorprendente, siempre eres NOVEDAD!!...SIN DUDA ERES PADRE!!...

miércoles, 14 de agosto de 2019

El dogma de la ASUNCIÓN de MARÍA A LOS CIELOS!!...


Queridos amigos:

Para comprender la gran fiesta de la ASUNCIÓN a los cielos de María, madre de Dios y madre nuestra, se hace necesario, leer y meditar la Munificentissimus Deus, es la constitución apostólica emitida por el Papa Pío XII, documento en el cuál nos explica este gran dogma mariano de la ASUNCIÓN.

Italiano :




Italiano :



Castellano :




El documento pontificio tiene como eje transversal, explicarnos como la ASUNCIÓN de María, ha sido asumido por el pueblo creyente desde siempre, como lo ratifica la Sagrada Escritura y es argumentada por los santos Padres, igualmente por los distintos pontífices.
A continuación les dejo el documento...








PÍO XII 
siervo de los siervos de Dios 
a perpetua memoria
Constitución Apostólica

MUNIFICENTISSIMUS DEUS(1)

La glorificación de María 
con la Asunción al Cielo 
en alma y cuerpo.



El munífico Dios, que todo puede y cuyas disposiciones de providencia son hechas de sabiduría y amor, en sus inescrutables diseños, atempera en la vida de los pueblos y en aquella de cada hombre dolores y alegrías, para que por vías diversas y en diversas maneras todo coopere en bien para aquellos que lo aman (cf. Rm 8,28)


Nuestro pontificado, como también la edad presente, está afectado de tantas preocupaciones y angustias por las presentes gravísimas calamidades y la aberración de muchos de la verdad y de la virtud; pero es de gran consolación ver que, mientras que la fe católica se manifiesta públicamente más activa, se enciende cada día más la devoción hacia la virgen Madre de Dios, y casi en todo los lugares es estímulo y auspicio de una vida mejor y más santa. 



Por la cual, mientras la santísima Virgen cumple amorosamente el oficio de Madre sobre los redimidos por la sangre de Cristo, la mente y el corazón de los hijos son estimulados con mayor empeño a una amorosa contemplación de sus privilegios.




Dios, de hecho, que desde toda la eternidad mira a María Virgen, con particular y plenísima complacencia, "cuando llega la plenitud de los tiempos" (Gál 4,4), realizó el diseño de su providencia de tal modo que resplandecieran en perfecta armonía los privilegios y las prerrogativas que con suma liberalidad ha versado sobre ella. 



Que si esta suma liberalidad está llena de armonía de gracias fueron siempre reconocidas y siempre mejor penetradas en el curso de los siglos, en nuestro tiempo ha estado puesto sin dudas con mayor luz el privilegio de su asunción corpórea al Cielo de la virgen María Madre de Dios.



Este privilegio resplandeciente de nuevo fulgor desde que nuestro predecesor Pío IX, de inmortal memoria, definió solemnemente el dogma de la inmaculada concepción de la augusta Madre de Dios. 



Estos dos privilegios de hecho están estrechamente conectados entre sí. Cristo con su muerte a vencido al pecado y a la muerte, y sobre el uno y sobre el otro comunica victoria en virtud de Cristo, quién ha sido regenerado sobrenaturalmente con el bautismo. 



Pero por ley general Dios no quiere conceder a los justos el pleno efecto de esta victoria sobre la muerte sino cuando llegue el final de los tiempos. 



Por lo cual también los cuerpos de los justos después de la muerte se disuelvan,  y solamente en el último día se juntará cada uno con la propia alma gloriosa.



Pero de esta ley, Dios a querido exceptuar a la beata virgen María. 



Ella por privilegio del todo singular ha vencido el pecado con su concepción inmaculada; por lo cual no fue sujeta a la ley de quedar en la corrupción del sepulcro, ni de deber esperar la redención de su cuerpo hasta el final del mundo.







PLEBISCITO UNÁNIME


Por esto, cuando fue solemnemente definido que la virgen Madre de Dios, María fue inmune de la mancha heredada desde su concepción, 



los fieles fueron invadidos de una más viva esperanza ya que primero se había definido por el supremo magisterio de la Iglesia también el dogma de la corpórea asunción al cielo de María Virgen.




De hecho se vieron no solo algunos fieles, sino también representantes de naciones o de provincias eclesiásticas y no pocos padres del concilio Vaticano, pedir con vivas instancias a la sede apostólica esta definición.
En seguida estas peticiones y votos no solo no disminuyeron, sino que aumentaron de día en día en número y en insistencia. De hecho, por este objetivo fueron promovidas cruzadas de oración; muchos y eximios teólogos intensificaron sus estudios sobre este tema, sea en privado, sea en ateneos eclesiásticos públicos y en otras escuelas destinadas a la enseñanza de las sacras disciplinas; en muchas partes del orbe católico hubieron congresos marianos nacionales e internacionales. 


Todos estos estudios e investigaciones pusieron en mayor luz que en el depósito de la fe confiado a la Iglesia, estaba contenido también el dogma de la asunción de María virgen al cielo; y generalmente siguieron peticiones con las cuales se pedía instantáneamente a esta sede apostólica que esta verdad fuese solemnemente definida.



En esta pía carrera los fieles estuvieron admirablemente unidos a los pastores, los cuáles en número verdaderamente imponente dirigieron similares peticiones a esta Cátedra de San Pedro.



 Por lo tanto, cuando fueron elevados al trono del sumo pontificado habían sido ya presentadas a esta sede apostólica muchos miles de tales súplicas de cada parte de la tierra y de toda clase de personas: de nuestros queridos hijos cardenales del sacro colegio, de los venerables hermanos arzobispos y obispos, de las diócesis y de las parroquias.



Por lo cual, mientras elevábamos a Dios ardientes oraciones para que infundiese en nuestra mente la luz del Espíritu Santo para decidir una causa así de importante, impartimos especiales órdenes para que se fundieran juntas las fuerzas y vengan iniciados los estudios más rigurosos sobre este argumento, y mientras tanto se recogieran y se ponderasen cuidadosamente todas las peticiones que del tiempo de nuestro predecesor Pío I, de feliz memoria, hasta nuestros tiempos habían sido enviadas a este sede apostólica sobre la asunción de la beatísima Virgen María al cielo (2).





EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA


Pero porque se trataba de una cosa de tanta importancia y gravedad, consideramos prudentemente oportuno pedir directamente y en forma oficial a todos los venerables hermanos en el episcopado que nos expresen abiertamente sus pensamientos. 



Por lo cual, el 1º de mayo de 1946 dirigimos la carta encíclica Deiparae Virginis Mariae, en la cuál pedíamos : "Si ustedes, venerables hermanos, en vuestra eximia sabiduría y prudencia piensan que la asunción corpórea de la beatísima Virgen se pueda proponer y definir como dogma de fe, si con vuestro clero y vuestro pueblo lo deseen".



Y a aquellos que "el Espíritu santo ha constituido obispos para apacentar la iglesia de Dios" (Hechos 20,28) han dado a la una y otra pregunta una respuesta prácticamente unánime y afirmativa. 



Este "singular consenso, del episcopado católico y de los fieles". (3) en el considerar definible, como dogma de fe, la asunción corpórea al cielo de la Madre de Dios, presentándonos la concorde enseñanza del magisterio ordinario de la iglesia y la fe concorde al pueblo cristiano, de él sostenida y dirigida, él mismo manifiesta de modo cierto e infalible que tal privilegio es vedad revelada por Dios y contenida en aquél divino depósito que Cristo confió a su Esposa, para que la custodiara fielmente  e infaliblemente lo declarase. (4) 



El magisterio de la iglesia, no por industria puramente humana, sino por la asistencia del Espíritu de la verdad (cf. Jn 14,26), y por lo cual infaliblemente, cumple con su mandato de conservar perennemente pura e íntegra la verdad revelada, y la transmite sin contaminación, sin agregados, sin disminuciones. 



"De hecho, como enseña el concilio Vaticano, a los sucesores de Pedro no les fue prometido el Espíritu Santo, porque, por su revelación, manifestaran una nueva doctrina, sino para que, por su asistencia, custodiaran inviolablemente y expusieran con fidelidad la revelación transmitidas por los apóstoles, o sea el depósito de la fe". (5)


Por lo tanto, del consenso universal de un magisterio ordinario de la iglesia tiene un argumento cierto y seguro para afirmar que la asunción corpórea de la beata virgen María al cielo, -la cual, en cuanto a la celeste glorificación del cuerpo virginal de la augusta Madre de Dios, no podía ser conocida por ninguna facultad humana con sus solas fuerzas naturales es verdad de Dios revelada, y por lo cual todos los hijos de la iglesia deben creerla con firmeza y fidelidad. 




Porque, como enseña el mismo concilio Vaticano, "deben ser creídas por fe divina y católica todas aquellas cosas que están contenidas en la palabra de Dios escrita o transmitida oralmente o con su ordinario magisterio universal, propone creer como reveladas por Dios. (6)



De esta fe común de la iglesia se tienen desde la antigüedad a lo largo del curso de los siglos varios testimonios, indicios y vestigios; por lo tanto tal fe se fue manifestando siempre más claramente.



Los fieles, guiados e instruidos por sus pastores, tomaron de la sagrada Escritura que la virgen María, durante su peregrinaje terreno, llevó una vida llena de preocupaciones, angustias y dolores: además se cumplió aquello que el santo viejo Simeón había predicho, porque una agudísima espada le traspasó el corazón a los pies de la cruz de su divino Hijo, nuestro Redentor. 



Igualmente no encontraron  dificultad en el admitir que María sea muerta, como su Unigénito.



Pero, lo cuál no les impide a ellos de creer y profesar abiertamente que no fue sujeto de corrupción del sepulcro su sacro cuerpo y que no fue reducido en putrefacción y en cenizas el augusto tabernáculo del Verbo divino. 



Al contrario, iluminados de la gracia divina y impulsados por el amor hacia aquella que es Madre de Dios y Madre nuestra dulcísima, han contemplado en la luz siempre más clara la armonía maravillosa de los privilegios que el providentísimo Dios a alcanzado al alma Socia de nuestro Redentor, y que ha alcanzado un gran y altísimo vértice, que ningún ser creado, exceptuada la naturaleza humana de Cristo, nunca ha alcanzado.




EL HOMENAJE DE LOS FIELES

Esta misma fe atesta claramente aquellos innumerables templos dedicados a Dios en honor de María virgen asunta a los cielos, y las sagradas imágenes también expuestas a la veneración de los fieles, las cuales ponen delante de los ojos de todos este singular triunfo de la beata Virgen. 



También en otras ciudades, diócesis y regiones fueron puestas bajo la especial tutela y patrocinio de la Virgen asunta a los cielos; igualmente con la aprobación de la Iglesia son varios Institutos religiosos que toman nombre de tal privilegio. 



Ni  va olvidado en el rosario mariano, el cual rezo es recomendado por esta sede apostólica, viene propuesto a la pía meditación un misterio que como todos saben, trata de la asunción de la beata Virgen.





LA LITURGIA DE LAS IGLESIAS DE ORIENTE Y OCCIDENTE

Pero en modo más espléndido y universal esta fe de los sacros Pastores y de los fieles cristianos está manifestada del hecho que desde la antigüedad se celebra en Oriente y en Occidente una solemne fiesta litúrgica: de los cuales los santos padres y los doctores de la iglesia no dejan nunca de sacar a la luz, porque, como es bien notorio, la sagrada liturgia, "siendo también una profesión de la verdad celestial, dependiente al supremo magisterio de la iglesia, puede ofrecer argumentos y testimonios de no pequeña relevancia, para determinar cualquier punto particular de la doctrina cristiana". (7)





En los libros litúrgicos, que reportan la fiesta sea de la Dormición, sea de la Asunción de santa María, se tienen expresiones de cualquier modo concordante al decir que cuando la virgen Madre de Dios, salió al cielo de este exilio, su sacro cuerpo, por disposición de la divina Providencia, sucedieron cosas consentidas a su dignidad de Madre del Verbo encarnado y a los otros privilegios a  ella concedidos. 



Lo cual es afirmado, para dejarnos un ejemplo insigne, en aquél Sacramentario que nuestro predecesor Adriano I, de inmortal memoria, mandó al emperador Carlo Magno. En él de hecho se lee: "Digna de veneración es para nosotros, oh Señor, la festividad de este día, en el cuál la santa Madre de Dios experimentó la muerte temporal, pero no pudo ser humillada por los vínculos de la muerte aquella que generó tu tu Hijo, nuestro Señor, encarnado en ella". (8)



Aquello que aquí está indicado con la sobriedad habitual de la liturgia romana, en los libros de las otras antiguas liturgias, sean orientales, sea occidentales, está expresada más difusamente y con mayor claridad. 



El Sacramentario galiciano, por ejemplo, define este privilegio de María "inexplicable misterio, tanto más admirable, cuánto más singular entre los hombres". Y en la liturgia bizantina viene repetidamente relacionada la asunción corpórea de María no solo con su dignidad de Madre de Dios, sino también con sus otros privilegios, especialmente con su maternidad virginal, preestablecida por un diseño singular de la Providencia divina: "A ti Dios, rey del universo, concede cosas que están más allá de la naturaleza; porque cómo en el parto te conservó virgen, así en el sepulcro conservó incorrupto tu cuerpo, y con la divina traslación lo glorificó".(9)




LA FIESTA DE LA ASUNTA

El hecho, pues que la sede apostólica, heredero del oficio confiado al Príncipe de los apóstoles de confirmar en la fe a los hermanos (cfr Lc 22,32), con su autoridad hace siempre más solemne esta fiesta, estimuló eficazmente a los fieles a apreciar siempre más la grandeza de este misterio. 



Así la fiesta de la Asunción del puesto honorable que tiene desde el inicio entre las otras celebraciones marianas, fue llevada en seguida entre las más solemnes de todo el ciclo litúrgico. 



Nuestro predecesor s. Sergio I, prescribiendo la litania o procesión estacional para las cuatro fiestas marianas, junto enumera la Natividad, la Anunciación, la Purificación y la Dormición de María. (10) 



Seguidamente s. León IV desea agregar a la fiesta, que yá se celebraba bajo el título de la Asunción de la beata Madre de Dios,  una mayor solemnidad, prescribiendo la vigilia y la octava; y en tal circunstancia desea participar personalmente a la celebración en medio a una gran multitud de fieles. (11). 



Aunque ya antiguamente esta fiesta fue precedida de la obligación del ayuno, aparece claro que aquello que atesta nuestro predecesor s.Niccolo I, dónde habla de los principales ayunos "que la santa iglesia romana recibió de la antigüedad y observa siempre" (12)



Pero porque la liturgia de la Iglesia no crea la fe católica, sino que la supone, y de esto derivan, como frutos del árbol, las prácticas del culto, los santos padres y los grandes doctores en las homilías y en los discursos dirigidos al pueblo en ocasión de esta fiesta no llamaron la atención como la primera fuente la doctrina; sino que hablaron de esta como de algo notorio y admitido por los fieles; la aclararon mejor; no precisaron y profundizaron el sentido y el objeto, declarando especialmente aquello que siempre los libros litúrgicos habían solamente aceptado fugazmente: aquello que el objeto de la fiesta no era solamente la incorrupción del cuerpo inanimado de la beata virgen María, pero también su triunfo sobe la muerte y su celeste "glorificación", a semejanza de su unigénito Jesucristo.




LA VOZ DE LOS SANTOS PADRES

Así, s. Juan Damasceno, que se distingue entre todos como testigo eximio de esta tradición, considerando la asunción corpórea del alma de la Madre de Dios en la luz de sus otros privilegios, exclama con vigorosa elocuencia : "Era necesario que aquella, que en el parto había conservado ilesa su virginidad, conservase también sin alguna corrupción su cuerpo después de la muerte. 



Era necesario que aquella, que había llevado en su seno al Creador hecho niño, habitase en los tabernáculos divinos. 



Era necesario que la esposa del Padre habitase en los tálamos celestes. 



Era necesario que aquella que había visto a su Hijo en la cruz, recibiendo en el corazón aquella espada de dolor de la cual había sido inmune en el darlo a luz, lo contemplase sedente a la derecha del Padre. 



Era necesario que la Madre de Dios poseyera aquello que pertenece al Hijo y que por todas las creaturas fuera honrada como Madre y Esclava de Dios". (13)




Estas expresiones de s. Juan Damasceno corresponden fielmente a aquellos de otros, afirmando la misma doctrina. De hecho, palabras no menos claras y precisas se encuentran en los discursos que en ocasión de la fiesta tuvieron los otros Padres anteriores ó contemporáneos. 



Así, por citar otros ejemplos, s. Germán de Constantinopla encontraba consensuada la incorrupción y la asunción al cielo del cuerpo de la Virgen Madre de Dios, no solo a su divina maternidad, sino también a la especial santidad de su mismo cuerpo virginal: "Tú, como fue escrito, apareciste "en belleza", y tu cuerpo virginal es todo santo, todo casto, todo domicilio de Dios; así es que, también por esto, sea pues inmune de la resolución en polvo; 



transformado aunque humano, en la excelsa vida de la incorrupción; pero vivo él mismo, gloriosísimo, incólume y dotado de la plenitud de la vida". (14). Y otro antiguo escritor dice: "Como glorísima Madre de Cristo, nuestro Salvador y Dios, donador de la vida y de la inmortalidad, y por él vivificada, revestida de cuerpo en una eterna incorruptibilidad con él, que la resucitó del sepulcro y la eleva a sí, de un modo conocido solo por él". (15)



Con el extenderse y el afirmarse de la fiesta litúrgica, los pastores de la iglesia y los sacros oradores, en número siempre mayor, se hicieron el deber de precisar abiertamente y con claridad el misterio que es objeto de la fiesta y su estrechísima conexión con las otras verdades reveladas.




LA ENSEÑANZA DE LOS TEÓLOGOS

Entre los teólogos escolásticos no faltaron de aquellos que, queriendo penetrar más adentro en la verdad revelada y mostrar el acuerdo entre la razón teológica y la fe católica, hicieron resaltar que este privilegio de la asunción de María virgen concuerda admirablemente con las verdades que son enseñadas por la sacra Escritura.



Partiendo de este presupuesto, presentaron para ilustrar este privilegio mariano diversas regiones, contenidas así en germen en esto : que Jesús ha querido la asunción de maría al cielo por su piedad filial hacia ella. 




 Consideraron entonces, que la fuerza de tales argumentos reposa sobre la dignidad incomparable de la maternidad divina y sobre todas aquellas dotes que consiguieron: su insigne santidad, superior a aquella de todos los hombres y de todos los ángeles; la íntima unión de María con su Hijo; y aquél sumo amor que el hijo tenía a su dignísima Madre.



Frecuentemente pues se encontraron teólogos y sacros oradores que, sobre las huellas de los santos padres, (16) para ilustrar su fe en la asunción se sirven, con una cierta libertad, de hechos y dichos de la s. Escritura. Así, por citar solamente algunos textos entre los más usados, están aquellos que reportan las palabras del salmista : “Ven oh Señor, a tu reposo; tu y el Arca de la santificación” (sal 131,8), y ven en el Arca de la Alianza hecha de madera incorruptible y puesta en el templo del Señor, casi una imagen del cuerpo purísimo de María virgen, preservado de toda corrupción del sepulcro y elevado a tanta gloria en el cielo. con el mismo objetivo, 




describe a la Reina que entra triunfalmente en el palacio real celeste y se sienta a la derecha del divino Redentor (Sal 44, 10.14-16)), no solo la Esposa del Cantar de los cantares “que sale del desierto, como una columna de humo de los aromas de mirra y de incienso” para ser coronada (Ct 3,6; cf 4,8; 6,9). 



Una y otra vienen propuestas como figuras de aquella Reina y Esposa celeste, que, junto al divino Esposo es elevada al reino de los cielos.



Además los doctores escolásticos vieron asomada la asunción de la virgen Madre de Dios, no solo en varias figuras del Antiguo Testamento, sino también en aquella mujer vestida de sol, que el apóstol Juan contempló en la isla de Patmos (Ap 12,1s). 




Así también entre los dichos del Nuevo Testamento, consideraron con particular interés las palabras “salve, oh llena de gracia, el señor está contigo, bendita tu entre las mujeres” (Lc 1,28), 



porque veían en el misterio de la asunción un cumplimiento de la plenitud de gracia concedida a la beatísima Virgen, y una bendición singular en oposición a la maldición de Eva.




Por lo cuál, el principio de la teología escolástica el pío Amedeo, obispo di Losanna, afirmaba que la carne de María virgen permanece incorrupta; - no se puede creer de hecho que su cuerpo vive la corrupción, - porque realmente fue reunido a su alma y juntos con ella fue circundado de gran gloria en la corta celestial.




“Era de hecho llena de gracia y bendita entre las mujeres (Lc 1,28). Solo Ella mereció el concebir a Dios verdadero de Dios verdadero, que concibió virgen, virgen dio de lactar, abrazándolo a su seno, y al cuál prestó todos sus santos servicio y homenajes”. (17)




Entre los sagrados escritores pues, en este tiempo, sirviéndose de textos escriturísticos o similares y análogos, ilustraron y confirmaron la pía sentencia de la asunción, ocupa un puesto especial el doctor evangélico, s. Antonio de Padua. en la fiesta de la Asunción, comentando las palabras de Isaías: “Glorificaré el lugar donde posan mis pies” (Is 60,13), 




afirmó con seguridad que el divino Redentor ha glorificado en modo excelso a su Madre dilectísima, de la cuál había tomado carne humana. 



“Con lo cuál se tiene claramente – dice- que la beata virgen María ha sido asunta con el cuerpo, el cuál fue el lugar de los pies del Señor”. Por lo cual. escribe el Salmista: “Ven, oh Señor, en tu reposo, tu y el Arca de tu santificación”. 




Como Jesucristo, dice el santo, resurge de la derrota de la muerte y sale a la derecha de su Padre, 



así “resurge también del Arca de su santificación, porque en este día la Virgen Madre fue asunta al tálamo celeste”. (18)




LA DOCTRINA DE S. ALBERTO MAGNO Y DE S. TOMÁS DE AQUINO

Cuando en el medioevo la teología escolástica alcanza el máximo esplendor, s. Alberto Magno, 




después de haber reunido, para probar esta verdad, varios argumentos, fundados en la s. Escritura, la tradición, la liturgia y la razón teológica, concluye: “De estas razones y autoridad y de muchas otras está claro que la beatísima Madre de Dios a sido asunta en cuerpo y alma sobre los coros de los ángeles. 





Y lo cuál creemos absolutamente verdadero”. (19) Y en un discurso tenido el día de la Anunciación de María, explicando estas palabras del saludo del ángel: “Ave, oh! María llena de gracia…”. el doctor universal paragona a la santísima Virgen con Eva y dice expresamente que fu inmune de la cuádruple maldición a la cuál Eva fue sometida”. (20)



El doctor angélico, siguiendo los vestigios de su insigne Maestro, 




aunque no haya nunca tratado expresamente la cuestión, aún cada vez que ocasionalmente habla, considera constantemente con la iglesia católica que junto al alma ha sido asunto al cielo también el cuerpo de María. (21)






LA INTERPRETACIÓN DE S. BUENAVENTURA




Del mismo parecer es, entre muchos otros, el doctor seráfico, el cuál considera absolutamente cierto que, como Dios, preservó a María santísima de la violación del pudor y de la integridad virginal en la concepción y e el parto, 



así no a permitido que su cuerpo se deshiciera en putrefacción y cenizas. (22) 



Interpretando después y aplicando un sentido acomodaticio a la beata Virgen estas palabras de la s. Escritura: “¿Quién es aquella que sale del desierto, re-colmada de delicias, apoyada de su amado?”(Ct 8,5), 




así razona : “Y quién puede constatar que está allí (en la ciudad celeste) corporalmente… Porque de hecho.. la beatitud no sería plena, si no fuese personalmente; 



y porque la persona no es el alma, sino el compuesto, está claro que está allí según el compuesto, es decir cuerpo y alma, de lo contrario no habría una plena fruición. (23)


EL PENSAMIENTO DE LA ESCOLÁSTICA EN EL SIGLO XV

En la tarda escolástica, o sea en el siglo XV, s. Bernardino de Siena, 




resumiendo y de nuevo tratando con diligencia todo aquello que los teólogos del medioevo habían dicho y discutido a tal propósito, no se restringe a reportar las principales consideraciones ya propuestas de los doctores precedentes, pero agrega otras. 



La semejanza aquella está en la divina Madre con el Hijo divino, en cuánto a la nobleza y dignidad del alma y del cuerpo – por lo cuál no se puede pensar que la celeste Reina sea separada del Rey de los cielos . exige abiertamente que “María no deba estar sino dónde está Cristo”;(24) 




además, es razonable y conveniente que se encuentren ya glorificados en el cielo el alma y el cuerpo, como del hombre, así también de la mujer; 



en fin, el hecho que la iglesia no ha nunca buscado y propuesto a la veneración de los fieles las reliquias corpóreas de la beata virgen, ofrece un argumento que se puede decir “casi una confirmación sensible”.(25)





LA CONFIRMACIÓN DE LOS MÁS RECIENTES ESCRITORES SACROS

En tiempos más recientes los pareceres antes dichos de los santos Padres y de los Doctores fueron de uso común. Adhiriendo al consenso de los cristianos, transmitidos de los siglos pasados, 




s. Roberto Belarmino exclama : “Y ¿quién, en adelante, podría creer que el arca de la santidad, el domicilio del verbo el templo del Espíritu Santo sea caído? 



Detesta mi ánimo, de tan sólo pensar que aquella carne virginal que generó a Dios, lo dio a parto, lo alimentó, lo llevó, o sea haya sido reducida en comida a los gusanos”.(26)



Igualmente, s. Francisco de Sales, 





después de haber aseverado que no es lícito dudar que Jesucristo haya seguido en el modo más perfecto el divino mandato, con el cuál a los hijos se les impone de honrar a los propios progenitores,



 se pone esta pregunta: “¿Quién es aquél hijo que, si pudiese, no volvería a llamar a la vida a la propia madre y no la llevaría después de la muerte consigo al paraíso?”. (27)



Y s. Alfonso escribe:




 “Jesús preservó el cuerpo de María de la corrupción, porque redundaba en su deshonor que fuese estropeada por la putrefacción aquella carne virginal, de la cuál él se había revestido”.(28)



Claro, pero sin embargo, el misterio del cuál es objeto esta fiesta, no faltaron los doctores los cuáles, más bien, que ocuparse de las razones teológicas, en las cuáles se demuestra la suma conveniencia de la asunción corpórea de la beata virgen María al cielo, dirigieron su atención a la fe de la iglesia, mística Esposa de Cristo, no habiendo ni mancha ni arruga (cf. Ef 5,27), la cuál es dicha por el apóstol “columna y fundamento de la verdad”(1Tm 3,15) y apoyados en esta fe común, consideran temeraria, por no decir herética, la sentencia contraria. 




En efecto, s. Pedro Canisio, 



entre no pocos otros, después de haber declarado que el término asunción significa la glorificación no sólo del alma, sino también del cuerpo y después de haber revelado que la Iglesia ya de muchos siglos venera y celebra solemnemente este misterio mariano de la Asunción, 



dice: “Esta sentencia está admitida ya, desde algunos siglos y está izada de tal manera en el alma de los píos fieles y así aceptada por toda la iglesia, que aquellos que niegan que el cuerpo de María haya sido asunto al cielo, no van a ser siquiera escuchados con paciencia, sino silbados como muy obstinados, o del todo temerarios y animados del espíritu, no ya católico sino herético”.(29)



Contemporáneamente el doctor eximio, pone como norma de la mariología que “los misterios de la gracia, que Dios ha operado en la Virgen, no van medidos según las leyes ordinarias, sino según la omnipotencia de Dios, 




supuesta la conveniencia de la cosa en sí misma, y excluida cada contradicción o repugnancia de parte de la s. Escritura” (30) fundándose sobre la fe de toda la iglesia, acerca del misterio de la asunción, podía concluir que este misterio, debía creerse con la misma firmeza de ánimo, con la cuál debía creerse la inmaculada concepción de la beata Virgen; y ya ahora consideraba que estas dos verdades podían ser definidas.



Todas estas razones y consideraciones de los santos padres y de los teólogos tienen como último fundamento la s. Escritura, la cuál nos presenta el alma de la Madre de Dios unida estrechamente a su Hijo divino y siempre partícipe de su suerte. 




Por lo cual , parece casi imposible imaginarse que, después de esta vida, pueda estar separada de Cristo –no decimos, con el alma, ni tampoco con el cuerpo- aquella que lo concibió, lo dio a luz, lo nutrió con su leche, lo llevó entre los brazos y loa abrazó a su pecho. 



Desde el momento que nuestro Redentor es Hijo de María, no podía, como observador perfectísimo de la divina ley, no honrar también al eterno Padre también a la Madre dilecta. 



Pudiendo entonces, dar a la Madre tanto honor, preservándola inmune de la corrupción del sepulcro, se debe creer que lo haya realmente hecho.






MARÍA Y LA NUEVA EVA

Pero en particular, va recordado que, al final del siglo II, María virgen viene presentada por los santos padres como la nueva Eva, 




estrechamente unida al nuevo Adán, si bien fue a él sujeta, en aquella lucha contra el enemigo infernal, que, como ha sido pre anunciado por el protoevangelio (Gn 3,15), se habría concluido con la plenísima victoria sobre el pecado y sobre la muerte, 



siempre unidos en los escritos del apóstol de las gentes (cf Rm cc.5 e 6; 1 Cor 15,21-26.54-57). 



Por lo cual, como la gloriosa resurrección de Cristo fue parte esencial y signo final de esta victoria, así también para María la lucha que tiene en común con el Hijo suyo se debe concluir con la glorificación de su cuerpo virginal: para que, como dice el mismo apóstol, “cuando…este cuerpo mortal sea revestido de inmortalidad, entonces será cumplida la palabra que estaba escrita: ha sido absorbida la muerte en la victoria” (1Cor 15,5).



En tal modo, la augusta Madre de Dios, arcanamente unida a Jesucristo desde toda la eternidad “con un mismo decreto” (31) de predestinación, inmaculada en su concepción, Virgen pura en su divina maternidad, 




generosa Socia del Divino Redentor, que a reportado un triunfo pleno sobre el pecado y sobre sus consecuencias, al final, como supremo coronamiento de sus privilegios, obtiene el ser preservada de la corrupción del sepulcro, y, vencida la muerte, como su Hijo de ser elevada en alma y cuerpo a la gloria del cielo, 



donde resplandece la Reina a la derecha de su Hijo, Rey inmortal por los siglos. (cf 1 Tm 1,17).





LAS RAZONES DEL NUEVO DOGMA

Porque la Iglesia universal en la cual vive el Espíritu de verdad y la conduce infaliblemente al conocimiento de la verdad revelada, 







en el curso de los siglos ha manifestado en muchos modos su fe, y porque todos los obispos del orbe católico con casi un unánime consenso piden que sea definida como dogma de fe divina y católica la verdad de la asunción corpórea de la beatísima virgen María al cielo –verdad fundada sobre la s. Escritura, 



implícita profundamente en el ánimo de los fieles, confirmada por el culto eclesiástico desde los tiempos remotísimos, sumamente en consonancia con otras verdades reveladas, espléndidamente ilustrada y explicada desde el estudio de la ciencia y sapiencia de los teólogos – consideramos- junto al momento pre establecido por la providencia de Dios para proclamar solemnemente este privilegio de María virgen.



Nosotros, que tenemos puesto nuestro pontificado bajo el especial patrocinio de la santísima Virgen, a la cual nos hemos dirigido en tantas tristísimas contingencias, Nosotros que, con rito público hemos consagrado todo el género humano a su Corazón inmaculado y hemos repetidamente experimentado su valiosísima protección, 




tenemos la firme confianza que esta proclamación solemne y definición de la asunción será de gran ventaja a la humanidad entera, para dar gloria a la santísima Trinidad, a la cual la Virgen Madre de Dios está ligada por vínculos singulares. 



De hecho, es de esperar que todos los cristianos sean estimulados por una mayor devoción hacia la Madre celeste, 



y que el corazón de todos aquellos que se glorían del nombre cristiano sea afectado a desear la unión con el cuerpo místico de Jesucristo y el aumento del propio amor hacia aquella que tiene vísceras maternas hacia todos los miembros de aquél augusto Cuerpo. 



Es de esperar también que todos aquellos que mediten los gloriosos ejemplos de María, se persuadan siempre y mejor del valor de la vida humana, que se ha dedicado totalmente al ejercicio de la voluntad del Padre celeste y al bien de los otros; 



que, mientras el materialismo y la corrupción de costumbres de ello derivada amenazan de sumergir cada virtud y de hacer estrago de vidas humanas, 



suscitando guerras, sea puesto delante de los ojos de todos en modo luminosísimo al cuál excelso fin las almas y los cuerpos son destinados; 



al fin la fe en la corpórea asunción de María al cielo haga más firme y más operosa la fe en nuestra resurrección.



La coincidencia providencial después de este solemne evento con el Año santo que se está desarrollando, nos es particularmente grata; aquello que, nos permite ornar la frente de la virgen Madre de Dios de esta fúlgida gema, 




mientras se celebra el máximo jubileo, y de dejar un monumento perenne de nuestra ardiente piedad hacia la Reina del cielo.



LA SOLEMNE DEFINICIÓN

“Por lo tanto, después de haber elevado a Dios súplicas y peticiones, y haber invocado la luz del Espíritu de la Verdad, 




a gloria de Dios omnipotente, que ha versado en María virgen su especial benevolencia a honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedores del pecado y de la muerte, a mayor gloria de su augusta Madre y a alegría y exulto de toda la iglesia, 



por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, 



 de los santos apóstoles Pedro y Pablo y Nuestra, 



pronunciamos y definimos ser dogma de Dios revelado que: la Inmaculada Madre de Dios siempre virgen María, terminado el curso de la vida terrena, fue asunta a la gloria celeste en cuerpo y alma”.



Por lo cuál, si alguno, que Dios no desea, osara negar o poner en duda voluntariamente aquello que de nosotros ha sido definido, sepa que ha venido a menos a la fe divina y católica.



Para que Nuestra definición de la asunción corpórea de María virgen al cielo sea llevada al conocimiento de la iglesia universal, 




hemos querido que la misma a perpetua memoria, esta Nuestra carta apostólica, mandando que sus copias y ejemplares también impresos, suscritos por la mano de cualquier notario público y bajo el sigilo de alguna persona constituida en dignidad eclesiástica, se presta absolutamente por todos de la misma fe; que se prestaría a la presente, si fuese exhibida o mostrada.

A ninguno entonces, le sea lícito infringir esta, Nuestra declaración, proclamación y definición, o a esa oponerse y contradecir. Si alguno, en cambio, osara de intentarlo, sepa que incurrirá en la indignación de Dios omnipotente y de sus beatos apóstoles Pedro y Pablo.


Dado en Roma, en S. Pedro, en el año máximo del jubileo 1950, 1º noviembre, fiesta de todos los santos, en el año duodécimo de nuestro pontificado.






-------

Noi PIO, vescovo della chiesa cattolica, così definendo abbiamo sottoscritto

(1) PIUS PP. XII, Const. apost. Munificentissimus Deus qua fidei dogma definitur Deiparam Virginem Mariam corpore et anima fuisse ad caelestem gloriam assumptam, 1 novembris 1950: AAS 42(1950), pp. 753-771.

La glorificazione di Maria nella sua corporea assunzione è verità radicata profondamente nel senso religioso dei cristiani, come dimostrano lungo il corso dei secoli innumerevoli forme di specifica devozione, ma soprattutto il linguaggio della liturgia dell'Oriente e dell'Occidente. I santi padri e i dottori della chiesa, facendosi eco della liturgia, nelle feste dell'Assunta parlano chiaramente della risurrezione e glorificazione del corpo della Vergine, come di verità conosciuta e accettata da tutti i fedeli. I teologi, trattando di questo argomento, dimostrano l'armonia tra la fede e la ragione teologica e la convenienza di questo privilegio, servendosi di fatti, parole, figure, analogie contenuti nella sacra Scrittura. Accertata così la fede della chiesa universale, il papa ritiene giunto il momento di ratificarla con la sua suprema autorità.

(2) Petitiones de Assumptione corporea B. Virginis Mariae in Caelum definienda ad S. Sedem delatae, 2 voll., Typis Polyglottis Vaticanis, 1942.

(3) Bulla Ineffabilis Deus: Acta Pii IX, pars I, vol. 1, p. 615; EE 2/app.

(4) Cf. CONC. VAT. I, Const. dogm. Dei Filius de fide catholica, c. 4: COD 808-809.

(5) CONC. VAT. I, Const. dogm. Pastor aeternus de Ecclesia Christi, c. 4: COD 816.

(6) CONC. VAT. I, Const. dogm. Dei Filius de fide catholica, c. 3: COD 807.

(7) Litt. enc. Mediator Dei: AAS 39(1947), p. 541; EE 6/475.

(8) Sacramentarium Gregorianum.

(9) Menaei totius anni.

(10) Liber Pontificalis.

(11) Ibidem.

(12) Responsa Nicolai Papae I ad consulta Bulgarorum, 13 nov. 866.

(13) S. IOANNES DAMASCENUS, Encomium in Dormitionem Dei Genetricis semperque Virginis Mariae, hom. II, 14; cf. etiam ibid., n. 3.

(14) S. GERMANUS CONST., In sanctae Dei Genetricis Dormitionem, sermo I.

(15) Encomium in Dormitionem sanctissimae Dominae nostrae Deiparae semperque Virginis Mariae (S. Modesto Hierosol. attributum), n. 14.

(16) Cf. S. IOANNES DAMASCENUS, Encomium in Dormitionem Dei Genetricis semperque Virginis Mariae, hom. II, 2, 11; Encomium in Dormitionem... (S. Modesto Hierosol. attributum).

(17) AMEDEUS LAUSANNENSIS, De Beatae Virginis obitu, Assumptione in Caelum, exaltatione ad Filii dexteram.

(18) S. ANTONIUS PATAV., Sermones dominicales et in solemnitatibus. In Assumptione S. Mariae Virginis sermo.

(19) S. ALBERTUS MAGNUS, Mariale sive quaestiones super Evang. "Missus est", q. 132.

(20) S. ALBERTUS MAGNUS, Sermones de sanctis, sermo XV: In Annuntiatione B. Mariae; cf. etiam: Mariale, q. 132. ,

(21) Cf. Summa theol., III, q. 27, a. 1 c.; ibid., q. 83, a. 5 ad 8; Expositio salutationis angelicae; In symb. Apostolorum expositio, art. 5; In IV Sent., D. 12, q. 1, art. 3, sol. 3; D. 43, q. 1, art. 3, sol. 1 et 2.

(22) Cf. S. BONAVENTURA, De Nativitate B. Mariae Virginis, sermo 5.

(23) S BONAVENTURA, De Assumptione B. Mariae Virginis, sermo 1.

(24) S. BERNARDINUS SENENSIS, In Assumptione B.M. Virginis, sermo 2.


(25) IDEM, l.c.

(26) S. ROBERTUS BELLARMINUS, Conciones habitae Lovanii, concio 40: De Assumptione B. Mariae Virginis.

(27) Oeuvres de St François de Sales, Sermon autographe pour la fete de l'Assomption.

(28) S. ALFONSO MARIA DE' LIGUORI, Le glorie di Maria, parte II, disc. 1.

(29) S. PETRUS CANISIUS, De Maria Virgine.

(30) SUAREZ F., In tertiam panem D. Thomae, quaest. 27, art. 2, disp. 3, sec. 5, n. 31.

(31) Bulla Ineffabilis Deus: l. c., p. 599; EE 2/app.







Bibliogafía :


La Santa Sede 

COSTITUZIONE APOSTOLICA
MUNIFICENTISSIMUS DEUS :
LA GLORIFICAZIONE DI MARIA CON L'ASSUNZIONE AL CIELO IN ANIMA E CORPO
Pío XII. 
1º NOVIEMBRE 1950. Fiesta de todos los santos.



Queridos amigos:
que este bellísimo documento pontificio, sea para recordarnos que, el CIELO es también para nosotros!!.. 
La Mujer más radiante que el sol, nos ayude siempre a sostener nuestro "SÏ" a DIOS y a cada uno de sus proyectos para nuestras vidas!!..
y que con la fuerza de su Santo Espíritu, cada uno de nuestros días estén siempre orientados al CIELO!!..
ya que, CRISTO JESÚS, el Señor de la historia de la humanidad y de cada una de nuestras historias personales, fue, es y será el REY DE NUESTROS CORAZONES... SIEMPRE!!
y no lo olvidemos nunca:
nuestro objetivo, es el CIELO!!
y con su gracia nos vemos ALLÍ!!....
¡Sean felices!!...
¡la vida es bella, porque Dios está en ella!!!...



Pd:
te dejo estos post ...

LA FIESTA DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN...una Fiesta que nos invita al Cielo!!...

Akáthistos. Himno mariano bizantino