Sin dudas, ...¡eres Padre!!..

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..y maravillosamente sorprendente, siempre eres NOVEDAD!!...SIN DUDA ERES PADRE!!...

martes, 24 de diciembre de 2024

Octava de Navidad. 4º día. 28 de diciembre. Santos inocentes (Fiesta)

 





Octava de Navidad. 4º día. 28 de diciembre.


1. VILLANCICO


EL TAMBORILERO

1. El camino que lleva a Belén
baja hasta al valle que la nieve cubrió.
Los pastorcillos quieren ver su Rey,
le traen regalos en su humilde zurrón
al Redentor, al Redentor.

RO PO PON POM (3) PON POM

2. Yo quisiera poner a tus pies
algún presente que te agrade, Señor,
mas Tú ya sabes que soy pobre también
y no poseo más que un viejo tambor.
En tu honor frente al portal tocaré
que con mi tambor!

3. El camino que lleva a Belén
voy marcando con mi viejo tambor,
nada hay mejor que yo pueda ofrecer,
su ronco acento es un canto de amor
al Redentor, al Redentor.
Cuando Dios me vió tocando
ante Él me sonrió.






2. ORACIÓN

Te diré mi amor, Rey mío,
en la quietud de la tarde,
cuando se cierran los ojos y los corazones se abren.

Te diré mi amor, Rey mío,
con una mirada suave, 
tu cuerpo que en pajas yace.

Te diré mi amor, Rey mío,
adorándote en la carne,
te lo diré con mis besos,
quizá con gotas de sangre.

Te diré mi amor, Rey mío,
con los hombres y los ángeles,
con el aliento del cielo
que espiran los animales.

Te diré mi amor, Rey mío,
con el amor de tu Madre,
con los labios de tu Esposa
y con la fe de los mártires.

Te diré mi amor, Rey mío,
¡oh Dios del amor más grande!
¡Bendito en la Trinidad,
que has venido a nuestro valle! Amén.

(Himno de Vísperas. 
Tiempo de Navidad.
Liturgia de las Horas)



3. LECTURA BÍBLICA

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 2,1-14.


Al verse burlado por los Magos, Herodes montó en cólera y mandó a matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que habían averiguado de los Magos.

(Misal Romano. Santa Misa.
Santos inocentes, mártires. Fiesta.
B.A.C Madrid 2002. Pg. 955)


4. TEXTO PARA MEDITAR


«¿Quién como el Señor, Dios nuestro, que se eleva en su trono y se abaja para mirar al cielo y a la tierra?». Así canta Israel en uno de sus Salmos (113 [112],5s), en el que exalta al mismo tiempo la grandeza de Dios y su benévola cercanía a los hombres. Dios reside en lo alto, pero se inclina hacia abajo... Dios es inmensamente grande e inconmensurablemente por encima de nosotros. Esta es la primera experiencia del hombre. La distancia parece infinita. El Creador del universo, el que guía todo, está muy lejos de nosotros: así parece inicialmente. Pero luego viene la experiencia sorprendente: Aquél que no tiene igual, que «se eleva en su trono», mira hacia abajo, se inclina hacia abajo. Él nos ve y me ve. Este mirar hacia abajo es más que una mirada desde lo alto. El mirar de Dios es un obrar. El hecho que Él me ve, me mira, me transforma a mí y al mundo que me rodea. Así, el Salmo prosigue inmediatamente: «Levanta del polvo al desvalido...». Con su mirar hacia abajo, Él me levanta, me toma benévolamente de la mano y me ayuda a subir, precisamente yo, de abajo hacia arriba. «Dios se inclina». Esta es una palabra profética. En la noche de Belén, esta palabra ha adquirido un sentido completamente nuevo. El inclinarse de Dios ha asumido un realismo inaudito y antes inimaginable. Él se inclina: viene abajo, precisamente Él, como un niño, incluso hasta la miseria del establo, símbolo toda necesidad y estado de abandono de los hombres. Dios baja realmente. Se hace un niño y pone en la condición de dependencia total propia de un ser humano recién nacido. El Creador que tiene todo en sus manos, del que todos nosotros dependemos, se hace pequeño y necesitado del amor humano. Dios está en el establo. En el antiguo Testamento el templo fue considerado algo así como el escabel de Dios; el arca sagrada como el lugar en que Él, de modo misterioso, estaba presente entre los hombres. Así se sabía que sobre el templo, ocultamente, estaba la nube de la gloria de Dios. Ahora, está sobre el establo. Dios está en la nube de la miseria de un niño sin posada: qué nube impenetrable y, no obstante, nube de la gloria. En efecto, ¿de qué otro modo podría aparecer más grande y más pura su predilección por el hombre, su preocupación por él? La nube del ocultación, de la pobreza del niño totalmente necesitado de amor, es al mismo tiempo la nube de la gloria. Porque nada puede ser más sublime, más grande, que el amor que se inclina de este modo, que desciende, que se hace dependiente. La gloria del verdadero Dios se hace visible cuando se abren los ojos del corazón ante del establo de Belén.

El relato de la Natividad según San Lucas, que acabamos de escuchar en el pasaje evangélico, nos dice que Dios, en primer lugar, ha levantado un poco el velo que lo ocultaba ante personas de muy baja condición, ante personas que en la gran sociedad eran más bien despreciadas: ante los pastores que velaban sus rebaños en los campos de las cercanías de Belén. Lucas nos dice que estas personas «velaban». Podemos sentirnos así atraídos de nuevo por un motivo central del mensaje de Jesús, en el que, repetidamente y con urgencia creciente hasta el Huerto de los Olivos, aparece la invitación a la vigilancia, a permanecer despiertos para percibir llegada de Dios y estar preparados para ella. Por tanto, también aquí la palabra significa quizás algo más que el simple estar materialmente despiertos durante la noche. Fueron realmente personas en alerta, en las que estaba vivo el sentido de Dios y de su cercanía. Personas que estaban a la espera de Dios y que no se resignaban a su aparente lejanía de su vida cotidiana. A un corazón vigilante se le puede dirigir el mensaje de la gran alegría: en esta noche os ha nacido el Salvador. Sólo el corazón vigilante es capaz de creer en el mensaje. Sólo el corazón vigilante puede infundir el ánimo de encaminarse para encontrar a Dios en las condiciones de un niño en el establo. Roguemos en esta hora al Señor que nos ayude también a nosotros a convertirnos en personas vigilantes.

San Lucas nos cuenta, además, que los pastores mismos estaban «envueltos» en la gloria de Dios, en la nube de luz, que se encontraron en el íntimo resplandor de esta gloria. Envueltos por la nube santa escucharon el canto de alabanza de los ángeles: «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama». Y, ¿quiénes son estos hombres de su benevolencia sino los pequeños, los vigilantes, los que están a la espera, que esperan en la bondad de Dios y lo buscan mirando hacia Él desde lejos?

En los Padres de la Iglesia se puede encontrar un comentario sorprendente sobre el canto con el que los ángeles saludan al Redentor. Hasta aquel momento –dicen los Padres– los ángeles conocían a Dios en la grandeza del universo, en la lógica y la belleza del cosmos que provienen de Él y que lo reflejan. Habían escuchado, por decirlo así, el canto de alabanza callado de la creación y lo habían transformado en música del cielo. Pero ahora había ocurrido algo nuevo, incluso sobrecogedor para ellos. Aquél de quien habla el universo, el Dios que sustenta todo y lo tiene en su mano, Él mismo había entrado en la historia de los hombres, se había hecho uno que actúa y que sufre en la historia. De la gozosa turbación suscitada por este acontecimiento inconcebible, de esta segunda y nueva manera en que Dios ha manifestado –dicen los Padres– surgió un canto nuevo, una estrofa que el Evangelio de Navidad ha conservado para nosotros: «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama». Tal vez podemos decir que, según la estructura de la poesía judía, este doble versículo, en sus dos partes, dice en el fondo lo mismo, pero desde un punto de vista diferente. La gloria de Dios está en lo más alto de los cielos, pero esta altura de Dios se encuentra ahora en el establo: lo que era bajo se ha hecho sublime. Su gloria está en la tierra, es la gloria de la humildad y del amor. Y también: la gloria de Dios es la paz. Donde está Él, allí hay paz. Él está donde los hombres no pretenden hacer autónomamente de la tierra el paraíso, sirviéndose para ello de la violencia. Él está con las personas del corazón vigilante; con los humildes y con los que corresponden a su elevación, a la elevación de la humildad y el amor. A estos da su paz, porque por medio de ellos entre la paz en este mundo.

El teólogo medieval Guillermo de S. Thierry dijo una vez: Dios ha visto que su grandeza –a partir de Adán– provocaba resistencia; que el hombre se siente limitado en su ser él mismo y amenazado en su libertad. Por lo tanto, Dios ha elegido una nueva vía. Se ha hecho un niño. Se ha hecho dependiente y débil, necesitado de nuestro amor. Ahora –dice ese Dios que se ha hecho niño– ya no podéis tener miedo de mí, ya sólo podéis amarme.

Con estos pensamientos nos acercamos en esta noche al Niño de Belén, a ese Dios que ha querido hacerse niño por nosotros. En cada niño hay un reverbero del niño de Belén. Cada niño reclama nuestro amor. Pensemos por tanto en esta noche de modo particular también en aquellos niños a los que se les niega el amor de los padres. A los niños de la calle que no tienen el don de un hogar doméstico. A los niños que son utilizados brutalmente como soldados y convertidos en instrumentos de violencia, en lugar de poder ser portadores de reconciliación y de paz. A los niños heridos en lo más profundo del alma por medio de la industria de la pornografía y todas las otras formas abominables de abuso. El Niño de Belén es un nuevo llamamiento que se nos dirige a hacer todo lo posible con el fin de que termine la tribulación de estos niños; a hacer todo lo posible para que la luz de Belén toque el corazón de los hombres. Solamente a través de la conversión de los corazones, solamente por un cambio en lo íntimo del hombre se puede superar la causa de todo este mal, se puede vencer el poder del maligno. Sólo si los hombres cambian, cambia el mundo y, para cambiar, los hombres necesitan la luz que viene de Dios, de esa luz que de modo tan inesperado ha entrado en nuestra noche.

Y hablando del Niño de Belén pensemos también en el pueblo que lleva el nombre de Belén; pensemos en aquel país en el que Jesús ha vivido y que tanto ha amado. Y roguemos para que allí se haga la paz. Que cesen el odio y la violencia. Que se abra el camino de la comprensión recíproca, se produzca una apertura de los corazones que abra las fronteras. Qué venga la paz que cantaron los ángeles en aquella noche.

En el Salmo 96 [95] Israel, y con él la Iglesia, alaban la grandeza de Dios que se manifiesta en la creación. Todas las criaturas están llamadas a unirse a este canto de alabanza, y en él se encuentra también una invitación: «Aclamen los árboles del bosque delante del Señor, que ya llega», (12s.). La Iglesia lee también este Salmo como una profecía y, a la vez, como una tarea. La venida de Dios en Belén fue silenciosa. Solamente los pastores que velaban fueron envueltos por unos momentos en el esplendor luminoso de su llegada y pudieron escuchar una parte de aquel canto nuevo nacido de la maravilla y de la alegría de los ángeles por la llegada de Dios. Este venir silencioso de la gloria de Dios continúa a través de los siglos. Donde hay fe, donde su palabra se anuncia y se escucha, Dios reúne a los hombres y se entrega a ellos en su Cuerpo, los transforma en su Cuerpo. Él «viene». Y, así, el corazón de los hombres se despierta. El canto nuevo de los ángeles se convierte en canto de los hombres que, a lo largo de los siglos y de manera siempre nueva, cantan la llegada de Dios como niño y, se alegran desde lo más profundo de su ser. Y los árboles del bosque van hacia Él y exultan. El árbol en Plaza de san Pedro habla de Él, quiere transmitir su esplendor y decir: Sí, Él ha venido y los árboles del bosque lo aclaman. Los árboles en las ciudades y en las casas deberían ser algo más que una costumbre festiva: ellos señalan a Aquél que es la razón de nuestra alegría, al Dios que viene, el Dios que por nosotros se ha hecho niño. El canto de alabanza, en lo más profundo, habla en fin de Aquél que es el árbol de la vida mismo reencontrado. En la fe en Él recibimos la vida. En el sacramento de la Eucaristía Él se nos da, da una vida que llega hasta la eternidad. En estos momentos nosotros nos sumamos al canto de alabanza de la creación, y nuestra alabanza es al mismo tiempo una plegaria: Sí, Señor, haz vernos algo del esplendor de tu gloria. Y da la paz en la tierra. Haznos hombres y mujeres de tu paz. Amén.


(Benedícto XVI. Homilías.
Luz significa sobre todo conocimiento, verdad.




5. REFLEXIÓN

Cuidemos de la pureza de nuestros sentidos, de nuestros sentimientos, de nuestras actitudes de nuestros cuerpos. Dios habita en cada uno de nosotros y su Santo Espíritu va construyendo moradas hermosas en cada uno de nosotros para que habite Dios en nuestros corazones. Que como los pequeños infantes de Belén, que fueron asesinados por "el odio"... cuando el mal "toque nuestras puertas" nos encuentre siempre virginales en todo sentido, pues, en ello radica la fuerza de la entrega, del servicio, de la donación.





6. PETICIONES A LA SAGRADA FAMILIA


Sagrada Familia, protejan nuestros hogares...

- Jesús, María y José, intercedan por todos los matrimonios en dificultad...

- Jesús, María y José, ayúdennos a ser fuertes en la fe, abiertos a la gracia divina y fieles a la propia vocación...

- Jesús, María y José, que tengamos siempre actitudes de adoración y de acción de gracias...




7. ORACIÓN


Los mártires inocentes proclaman tu gloria en este día, Señor, pero no de palabra, sino con su muerte; concédenos por su intercesión testimoniar con nuestra vida la fe que confesamos de palabra.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

( Misal Romano. Oración colecta.
28 de diciembre. Santos inocentes, mártires. Fiesta.)





8. VILLANCICO


CAMPANA SOBRE CAMPANA

1. Campana sobre campana,
y sobre campana una,
asómate a la ventana,
verás el Niño en la cuna.

BELÉN, CAMPANAS DE BELÉN,
QUE LOS ÁNGELES TOCAN
QUÉ NUEVA ME TRAÉIS?

2. Recogido tu rebaño
a dónde vas pastorcillo?
Voy a llevar al portal
requesón, manteca y vino.

3. Campana sobre campana,
y sobre campana dos,
asómate a esa ventana,
porque está naciendo Dios.

4. Campana sobre campana,
y sobre campana tres,
en una Cruz a esta hora,
el Niño va a padecer.




OCTAVA DE NAVIDAD

- ORACIONAL -


Presentación y saludo de Navidad

- Octava de Navidad. 1ºdía. 25 de diciembre.

Octava de Navidad. 2ºdía. 26 de diciembre.

Octava de Navidad. 3ºdía. 27 de diciembre.

Octava de Navidad. 4ºdía. 28 de diciembre.

Octava de Navidad. 5ºdía. 29 de diciembre.

Octava de Navidad. 6ºdía. 30 de diciembre.

Octava de Navidad. 7ºdía. 31 de diciembre.

Octava de Navidad. 8ºdía. 01 de enero.




Pd:

Seguidamente, les dejo una pista de villancicos...

* CANTOS. VILLANCICOS (Several languages)


* VAYAMOS, ADORÉMOSLE con #VILLANCICOS!!!... : CANTOS (Several languages)


También les dejo este link, con films de cada fiesta que celebramos durante la Octava de Navidad:

- Muy FELIZ NAVIDAD!!!!...queridos hermanos... (OCTAVA DE NAVIDAD) #Films




Jesús, María y José,

enséñennos a vivir el verdadero espíritu de la Navidad,

que nuestros corazones se regocijen, 

pues Dios, el Enmanuel,

habita en nosotros!!!...






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